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Sección: Estado de Veracruz

Las palabras de la Ley

El último domingo de enero

Salvador Martínez y Martínez Xalapa, Ver. 25/01/2023

alcalorpolitico.com

“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder dimana del pueblo y se instituye para beneficio de este. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar la forma de su gobierno.” Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo 39.

En este breve texto constitucional el pueblo aparece muchas veces:

a.- La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo;



b, - Todo poder dimana del pueblo;

c.- y se instituye para beneficio de este (del pueblo);

d.- El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar la forma de su gobierno.



Cuando Huascar Taborga explica el concepto de tesis afirma que “Su característica esencial consiste en presentar un problema o contener una idea demostrable, pues las verdades per se notae no necesitan demostración, ni cabe respecto a ellos discusión o polémica.” (Taborga, 1980). El presente artículo no establece tesis alguna, solamente comenta algunas creencias o convicciones de la gente de mi pueblo.

En esta ocasión estamos recordando el pueblo de Teocelo, Veracruz (México). Teocelo en concreto es una pequeñísima expresión del pueblo de México, incluso tiene también una diminuta manifestación del Estado mexicano: el Municipio de Teocelo.

En efecto, Teocelo es un pueblo pequeño: 16,957 habitantes, según el Censo INEGI 2020. Se sitúa en el Distrito electoral federal 9, cuya cabecera es Coatepec y en el Distrito electoral local XII, también de Coatepec. Su padrón electoral se constituye por un total 12,671 electores (Información aportada por el Portal alcalorpolitico.com).



Dicha concreción, sin embargo, se aprecia mejor cuando en el recuerdo se introduce un evento. Sin ambages, estamos rememorando el último domingo de enero y las “fiestas” del santo entierro de Jesús, el Cristo. No es la fiesta parroquial. Ésta se celebra el 15 de agosto y está dedicada a la asunción de María a los cielos.

Alguna información en Internet nos dice lo siguiente: “Teocelo celebra del 13 al 16 de agosto las fiestas religiosas en honor a la Asunción de María, Nuestra Señora, y en la última semana del mes de enero festejan al Santo Entierro de Cristo. Esta última festividad le ha dado una gran identidad al municipio dentro de la región, a nivel estatal e incluso a nivel nacional ya que personas de otros estados vecinos como Puebla, Chiapas, Tlaxcala etc. vienen a rendir culto y veneración a esta imagen.”

Un visitante no observaría diferencia alguna entre ambas festividades, pues, en una y en otra, están los juegos mecánicos y las vendimias en el centro o primer cuadro de la ciudad. Se “baja” el arco floral en la víspera del día especial y viene acompañado de la procesión y de las danzas de la región. En el entorno se dan las carreras de caballos y las peleas de gallos. Los bailes populares son hermosos e inolvidables. En cada hogar se celebra un verdadero banquete a la hora de la comida, el mole podrá ser de Puebla, de Oaxaca o de Xico, pero acompañado siempre con los chocos de Teocelo.



Encontrar la diferencia entre las fiestas del último domingo de enero y las del 15 de agosto no es sencillo, pues obedece a un sencillo proceso educativo. Los padres llevan de la mano a sus hijos al templo a ver la imagen de Jesús muerto; es decir, todos deben conocer al “Santo entierro” milagroso. Un ritual nada cristiano, pues el centro es el dolor de un pueblo. El dolor de los pueblos oprimidos.

El problema que se aborda es la tensión que suscita el binomio concreción/abstracción en el término pueblo, que emplea la Constitución Política de México en el artículo trascrito. Se sostiene que el término pueblo es una abstracción a diferencia del término pueblo expresado en concreto, como cuando se dice el pueblo oprimido. No son pocos quienes leen el texto constitucional en abstracto y, entonces, la voz “pueblo” se vacía de contenido.

Desde que se tiene memoria, nunca hemos faltado a presenciar la “bajada del Arco” y su levantamiento en el templo parroquial. Este día el pueblo ofrece a la Patrona de Teocelo o, en su día, al Santo entierro un hermoso Arco floral.



Sergio Obeso Rivera, Cardenal de la Iglesia Católica, siendo arzobispo de Xalapa y presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, escribió la Introducción a un libro titulado: Sociedad Civil y Sociedad Religiosa. Compromiso recíproco al servicio del hombre y bien del país. (1985). El texto de su Introducción armoniza con el tema, cuando afirma, aludiendo a los obispos antecesores suyos: “No entendieron que era mucho mejor la separación de la Iglesia y del Estado.”

Por lo tanto, digamos de entrada que aquí se sirve el pensamiento de un hombre sabio, que llegó a ocupar los cargos más altos dentro de la jerarquía de la Iglesia Católica. Con su inspiración, deseamos pensar atenta y detenidamente sobre la primera frase del artículo 130 de la Constitución Política de México: “El principio histórico de la separación del Estado y las iglesias orienta las normas contenidas en el presente artículo.”

En la ceremonia popular de la “bajada del Arco”, pletórica de sincretismo religioso, se manifiesta el problema del contexto que el Cardenal Obeso Rivera expresó de este modo:



“Nada ni nadie podrá separar a la Iglesia Mexicana del pueblo mexicano con el que prácticamente se identifica. La historia del pueblo —con sus luces y sombras— es también la historia de la Iglesia; y su presente —con sus retos y esperanzas— es también el presente de la comunidad católica reunida en torno a sus legítimos Pastores. Estos Pastores no están en competencia con las autoridades civiles, ni quieren volver atrás el reloj de la Historia. La idea y el propósito de ellos son de colaboración al servicio del hombre y del País al que se deben.”

Quien con mirada superficial haya presenciado la bajada del Arco floral de Teocelo, posiblemente apreció la belleza de la obra de los artesanos mexicanos (En este caso, los teocelanos). Pero, conjeturamos, que la mirada profunda del Cardenal Obeso Rivera, se asomaría bajo del aquel instrumento de homenaje para ver quienes cargan el Arco y observaría también las espaldas dobladas de los vencidos (las víctimas), cobrando fuerzas con tragos de aguardiente de una vieja botella que le acercan sus mujeres.

El Arco pesa un “demonial” (con perdón de la irrespetuosa palabra, pues por aquí no debiera andar el demonio) y, al observar a quienes lo cargan, también se percataría de que los ministros de su Iglesia van al frente con vestiduras solemnes y cargando si acaso un incensario.



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