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En el corazón del ejido, el ganado muere de flaco

Ejidatarios de Santa Fe y San Julián viajan largos tramos a lomo de caballo para que las vacas tomen agua, pero tampoco hay pasto y mueren

Ignacio Carvajal Garc?a Veracruz, Ver. 13/05/2009

alcalorpolitico.com

Los ejidos de Santa Fe y San Julián se ubican en la zona norte del municipio, cerca de La Antigua, el primer punto tocado por los colonizadores de España y cuyas tierras son regadas por un espléndido río que le da el nombre. En La Antigua el clima es húmedo y constantemente corre aire fresco, todo lo contrario en San Julián y Santa Fe, donde actualmente los ejidatarios y su ganado padecen los efectos de la sequía en su punto crítico.

En lo más alto de las comunidades mencionadas, en las tierras que les fueron repartidas desde tiempos presidenciales para que trabajaran y criaran ganado, no crece ni una greñita de pasto, se pudo constatar en una visita de este periódico en línea por la zona.

Antes de arribar al pueblo, por ejemplo, salta a la vista un gran bulto blanco tirado en la tierra. Se trata de una vaca de unos dos años de edad que al parecer murió hace poco, su estómago está inflado y aún no se observan animales carroñeros asediándole. Se dice que tal vez pudo morir por alguna enfermedad, lo cierto es que más arriba del ejido los animales adelgazan con el paso de las horas. El sol comienza a caer con mayor fuera a partir de las diez de la mañana, es entonces cuando las reses buscan sombra debajo de los árboles; a algunas, por la delgadez, se les puede contar las costillas y los huesos de las caderas.

El paisaje se vuelve más desolador conforme uno se aleja de las casas. Las grandes lomas, en su mayoría compuestas por arena y rocas blancas, lucen una vestimenta café, casi parda; cualquier hoja verde brilla como el oro a metros de distancia. Se miran como los cebús pacen entre esos suelos arenosos y sin vida en busca de troncos secos de planta de maíz y de caña de azúcar que son acarreados por sus dueños en la temporada como una forma para calmarles el hambre.

Este alimento lo deben traer desde muy lejos, en remolques tirados por tractor, donde las tierras son más fértiles para el crecimiento de los cañales; quienes no cuentan con los medios para el acarreo, simplemente derriban ramas a los árboles que aún tienen hojas verdes y que los animales devoran en un parpadeo.

Antes de llegar al extremo del ejido, salta a la vista la casa del campesino Víctor Jiménez, un sujeto desgarbado que luce extremadamente sucio y que porta un sombrero hecho trizas. Posee 20 hectáreas de tierra y 70 cabezas de ganado. Él está tan flaco como sus vacas, cuenta que en la actualidad han visto morir como a 10 animales desde el comienzo de la sequía. A casi a todos los ejidatarios les ha tocado perder a una, eso es una gran tragedia entre ellos, personas que viven al día con la venta de la leche y la comercialización de una cabeza al mes, así como por los apoyos otorgados por el Gobierno Federal.

Con más de 50 años de recorrer estos rumbos, cuenta que antes la “seca” (como llaman comúnmente a la sequía) no se había comportado tan agresiva, “hoy además de que no hay agua, el calor está más duro y el ganado se desgasta más rápido”. Dos semanas atrás –agregó- destazaron una vaca que se cayó por la delgadez y ya no pudo levantarse, antes de que la agonía la hiciera sufrir más, el dueño prefirió que los campesinos se la comieran, y allá al monte, armados con cuchillos, mecates, cubos, pedazos de costal y demás enseres, arribaron los ejidatarios para armar carnicería improvisada en el fondo de un barranco, a donde únicamente quedaron los huesos, ahora roídos por los zopilotes y coyotes.

Más adelante, en un camino estrecho, se observan más esqueletos de vacas, todas han muerto de flacas, sentencia Víctor Jiménez.

Cuenta que la esperanza de estas tierras son unos pozos profundos mandados a excavar por Gobierno del Estado, específicamente por la Sedarpa, son cuatro en total y vendrían a remediar en gran medida la falta de agua y ahorrar mucho trabajo al sector. Pero así como se debilita el ganado, también las esperanza de los ejidatarios, ya que los pozos allí están, pero ni uno está terminado al 100 por ciento. Al que no le falta luz carece de la tubería para enviar el agua a los campos, otro no tiene ni cimientos y es pura obra negra. Ni uno funciona a pesar de que han sido mencionados como grandes logros de gobierno en cada uno los tianguis agropecuarios organizados por estos pueblos.

“Cuando tratamos de que en Xalapa nos hagan caso para terminar los pozos, nos mandan pedir papeles y más papeles, pura burocracia, así ha sido esto siempre”, finaliza Víctor.