Querido Carlos:
Quienes te leímos desde hace tiempo, supimos desde siempre que tu conciencia era implacable con las palabras y con las ideas. No hablaré por otros, sino por lo que a mí me endulzaste, emocionaste, transportaste y trastornaste con tus libros.
Gracias por aquellas noches de lectura ávida. Gracias por las madrugadas con tus libros compartidos con pasiones intensas, almohadas húmedas y sábanas mojadas; gracias por los fines de semana entre líneas tuyas, mojadas por las lluvias, estudios, novia, Coyoacanes y por supuesto la Guadalupana; los viajes en la ruta 100 de entonces o en el iniciante metro; las conversaciones con amigos y maestros que parecían recursos de memoriosa retórica y admiración sublime.
Como dice el chiapaneco, no lo sé de cierto, lo supongo, que en el dilema de las grillas intelectuales de los premios, el veto a ti como a Borges tendrá en tu caso, una Paz sonada que no sabremos muchos. Pero lo que sí sé de cierto, es que tu universalidad está más allá de los aplausos y lisonjas.
Cómo no disfrutar, ahora en el recuerdo, de esas tus conferencias con el sabor cafetero de Vips, en noches interminables e incansables. Cómo no recordar tus críticas ácidas, tus análisis respetables, tus ideas contundentes. Cómo no recordarte, querido Carlos, hablando, discutiendo, apasionado y vital como ninguno.
Me gusta más tu faceta de escritor. Me encanta tu prosa ágil, desenvuelta, apresurada por tus propias ideas que como nieve, van creciendo por los cuerpos desnudos, muslos blancos y sexos excitados de cada uno de tus libros. Me emociona recordar mi primer texto tuyo. Me emociona recordar todos los que leí de ti. En mis inicios, eran una especie de versión lacaniana literaria, en donde cada frase condensa miles de lecturas, mucha información y excesiva cultura.
Sé que hoy… estás en la verdadera
Zona Sagrada, allá donde los
Cinco soles de México, iluminan y descubren la verdadera
Memoria de un Milenio. Descansas ya, con
Cambio de Piel en
La Región más transparente, a lo mejor mirando la
Muerte de Artemio Cruz o viendo pasar el
Nuevo Tiempo Mexicano.
Como sea, estoy seguro que allá no están ni las malas ni
Las Buenas Conciencias, a lo mejor si uno que otro Gringo Viejo, o quizá haya
Ceremonias del Alba, que jugando con
El Espejo Enterrado, te pases los siglos divertido,
Viendo Visiones.
Sé que hoy…
estás feliz, descansando para siempre en
La silla del Águila, a la sombra de
El Naranjo, disfrutando con
Federico en su Balcón, la plenitud y hermosa desnudez de
Diana o la cazadora solitaria, azuzando
a La cabeza de la hidra; o bien de vez en cuando mirando a la distancia, los
Cuerpos y Ofrendas que proponemos en tu nombre; a lo mejor con interrupciones temporales de un
Cristóbal Neonato, que finge espantarse mientras en realidad se emociona con
Constancia y otras novelas para Vírgenes.
Gracias por esa pasión de ser, de vivir, de escribir por y para la vida. Gracias por la fuerza, profundidad y fortaleza de tus textos. Gracias por lo impetuoso y las revelaciones de tu trabajo. Gracias por la profundidad de tus silencios. Gracias incluso, por irte así, sin despedirte mucho. Te fuiste como viviste, en el ímpetu del momento y con la decisión inmediata e imperturbable de tu universo.
Sé que hoy… eres un ser feliz, en plenitud de la existencia, guardando para ti y para siempre en esa memoria prodigiosa tus
Retratos en el Tiempo, gozando y disfrutando de
La Voluntad y la Fortuna.
Así que hoy, a un año de tu partida… te agradezco y bendigo, hoy y para siempre querido Carlos Fuentes. Porque para mí, como para
Aura, para
Carolina Grau, y para muchas
Personas, siempre estarás y serás mi T
erra Nostra.
México, DF
15 MAYO, 2013
Florencio Pérez Ramírez