“Las matemáticas son amores y pueden ser divertidas; hay que contagiar
a los alumnos de la pasión por las ciencias exactas…” A. D. Zinder.
Como los asuntos políticos muchas veces provocan enojos, alergias e incomodidades a ciertas personas, en esta ocasión haré un comentario del orden educativo, a tono con el inicio de un nuevo período escolar, en medio de incertidumbres económicas y ante un empeño oficial reiterativo por elevar la calidad formativa, cuestión que todavía representa una buena intención de Felipe y Elba Esther.
Como alumno de educación básica y media básica tuve ciertos problemas para asimilar y comprender los renglones cuantitativos. En la primaria me defendí un tanto con la aritmética y la geometría; pero ya en la secundaria, al aparecer la simbología algebraica, confronté un verdadero calvario y esas incógnitas y esos “despejes” se me aparecían hasta en mis noches de insomnio. Es muy probable que careciera de las habilidades abstractas y para nada me incitaban las ciencias exactas, pero me atrevo a suponer que en esos lapsos de la adolescencia necesité de un docente con las herramientas didácticas para incorporarme funcionalmente a ese ámbito mágico de las ecuaciones y de su aplicación a la vida diaria.
Después como profesor, ya como catedrático normalista, tuve el gran compromiso de conducir a mis alumnos por los caminos metodológicos para hacer más comprensibles los temas matemáticos. En todo momento traté de ponerme en su lugar como encauzadores del aprendizaje de sus futuros alumnos. En las sesiones didácticas les externé la necesidad de partir de lo concreto a lo abstracto, de la manipulación de cosas, a la representación gráfica y posteriormente a la exposición simbólica. Partir de la base que los infantes, sus futuros alumnos, tendrían que lograr de manera razonada el contenido programático para después reforzarlo con ejercicios de aplicación y con resolución de problemas. Ante fórmulas o proposiciones algebraicas, dirigir a los niños de manera inductiva para arribar posteriormente a las simbologías correspondientes. Operar en todo momento de lo fácil a lo difícil; de lo particular a lo general; de lo gráfico a lo simbólico. Espero haber motivado debidamente a mis discípulos para que en su labor magisterial no se hayan convertido después en unos energúmenos, en unos obstáculos y en unos entes sádicos con los seres que estuvieron bajo su responsabilidad en los renglones de las disciplinas físico – matemáticas.
Hace como un año estuvo en la zona conurbada Veracruz – Boca del Río un profesor emérito de la Universidad de Florida, el C. Arthur David Zinder, autor de diversas obras didácticas sobre matemáticas e ingeniería y quien declaró en una conferencia de prensa que las matemáticas pueden ser divertidas, sugiriendo que durante las sesiones de clase se utilicen ejemplos de la vida cotidiana y de la cultura popular. Ya encarrerado, aseveró que la enseñanza de la matemática es su pasión y está seguro que las personas la entenderían fácilmente y se divertirían más si los maestros pudieran también contagiar a sus alumnos de ese amor. Por desgracia en los planteles educativos – expresó ese maestro – en lo tocante a los procesos de cálculo, no les permiten equivocarse a los muchachos, se les infunde el “temor al error”. Culminó de esta manera: “Es mejor dejar que los estudiantes se acerquen a los problemas matemáticos de manera natural, en forma intuitiva y que sean ellos mismos los que descubran las excepciones y los casos particulares; que cometan errores, los identifiquen y puedan posteriormente enmendarlos…”
Es un hecho que en el momento presente, aun con los avances tecnológicos, se siguen cometiendo los mismos errores de procedimiento al abordar memorística y tradicionalmente los tópicos cuantitativos, provocando con ello que los escolares de las primarias, secundarias y hasta de las preparatorias sigan experimentando una verdadera aversión a todo lo que se relacione con números, operaciones y problemas de cálculo. Una cosa es cierta: las matemáticas están vinculadas a la vida del ser humano; no hay actividad inteligente donde no se encuentre alguna aplicación de los conocimientos numéricos.
JELF/halt.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.