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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Escenario planetario y humanidad

José Manuel Velasco Toro 01/12/2022

alcalorpolitico.com

El pasado 15 de noviembre de 2022, se anunció que la población mundial había llegado a los 8 mil millones de habitantes. De ese gran volumen de seres humanos que poblamos la Tierra, mil trescientos millones de habitantes se encuentran en dos países: China e India. En el sitio web http://countrymeters.info/es/World se puede observar cómo minuto a minuto está aumentando la población mundial. Al momento de mi consulta, esto es, el día 30 de noviembre a las 8:28 horas, la población se había incrementado del día 15 de noviembre en 38,380,000 miembros más de la especie humana. En promedio, cada hora nacen cien mil personas.

Esta situación enfrenta a la humanidad a múltiples problemas de subsistencia presente y futura. Nuestra actividad predadora de los recursos naturales está reduciendo las posibilidades de un futuro como especie al haber, y continuar procreando, relacionados problemas que alteraron la salud planetaria y el equilibrio de las condiciones adecuadas para la vida humana. Desde la década de los años setenta del pasado siglo, los resultados de los diversos estudios científicos advirtieron que el calentamiento planetario estaba incrementándose a un ritmo constante, lo cual, de seguir, pondría en peligro la supervivencia.

Hoy, cinco décadas después de esa contundente advertencia, los efectos son desastrosos, producto de la destrucción del medio ambiente; pérdida de la biodiversidad; sobreexplotación de suelos con fines agrícola y ganadero; la criminal devastación de bosques y selvas; la contaminación de aguas superficiales y profundas; la polución de las ciudades en las que vive el 55% de las personas a nivel global (en México, con base en la información del Banco Mundial, ronda en el 80% la población urbana); la contaminación causada por la actividad minera que afecta al medio ambiente, biodiversidad y mantos acuíferos; el calentamiento global que es consecuencia de nuestra dinámica civilizatoria y nos conduce de la comodidad creada a la confrontación con la vida misma.



Si bien la urbanización que inició su tendencia acelerada en la década de los cincuenta del siglo XX fue considerada modelo ha seguir para lograr, lo que en ese momento se pensó modernidad frente a la errónea visión de atraso rural, ahora es una hidra que devora recursos, contribuye enormemente a la generación de gases de tipo invernadero, así como desigualdad y la pobreza que se asientan en múltiples suburbios generando tensiones sociales.

El abasto de agua y energía eléctrica es cada vez más difícil de cubrir; la destrucción del medio ambiente es la cotidianidad derivada de la expansión superficial urbana; los servicios de salud pública tienden a la precariedad e insuficiencia de atención; la generación de basura (que sólo el ser humano produce en abundancia y ahora trasladó a la estratósfera y al planeta Marte), es la migraña de todos los días, como lo es la violencia física, social y emocional que crece en incontenible espiral.

Situaciones íntimamente interrelacionadas en redes complejas que no pueden seguir siendo abordadas desde una perspectiva simplista y lineal, como tampoco ignoradas como si no ocurriera nada, pues son nodos críticos de tensión desde los cuales se propagan y originan, a la vez, otras relaciones y tensiones emergentes.



Frente a la realidad que nos lacera, el absurdo humano es no asumir conciencia, actuar planetariamente y cambiar nuestra percepción del mundo para frenar las causales que empujan a la civilización hacia su extinción. En los múltiples foros internacionales, en las proclamas de los movimientos ambientalistas, en los miles de documentos científicos, informes elaborados por organismos internacionales y artículos de divulgación publicados, en los reportajes y noticias que dan cuenta del impacto del calentamiento global, se ha insistido, y se sigue insistiendo con mayor contundencia, que no se puede continuar con el ritmo de vida que hemos creado, el que si bien nos ha brindado bienestar en muchos sentidos, se ha convertido en el peor enemigo de la salud planetaria.

Pero, pese a la contundencia de los datos que indican cómo se está elevando el nivel del mar que ya está afectando zonas costeras e islas, de los procesos de desforestación que antes de frenarse se han acelerado, de la pérdida de glaciares que alimentan con su deshielo ríos y manantiales, de la plastificación de los océanos, de padecer directamente la repercusión de sequias prolongadas y de todo aspecto negativo para la vida que ocurre frente a nuestros ojos, seguimos en la necia de creer que no pasa nada y que lo que ocurre es pasajero.

Falsa e ilusa percepción que nos enterrará como civilización, pues nos sumirá en conflictos violentos con el objetivo de tener el control de los recursos cada vez más escasos, y nos desplazará como especie de la faz de la Tierra. Superar la proclividad a seguir haciendo las cosas como se han hecho por miles de años, es urgente para dejar la inercia en la que estamos sumidos y actuar en consecuencia para establecer un pacto social con la Tierra y nuestra Naturaleza.



Ello implica revolucionar el sistema económico capitalista que se basa en la idea de progreso infinito que es desigual e inequitativo e invertir la tendencia hacia la sostenibilidad y sustentabilidad de la vida planetaria y, desde luego, coadyuvar con el conocimiento científico, humanístico y tecnológico a la reacción de recuperación de la naturaleza de la cual, como sistemas moleculares complejos, la humanidad forma parte y depende de ella en su futuro. La movilización tiene que ser de la sociedad civil planetaria, pues no se puede confiar en el capital explotador y el contubernio con sectores políticos que sólo se preocupan por la inmediatez del poder electorero y no por el bien social y planetario.