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Sección: V?a Correo Electr?nico

Evaluación universal: farsa intimidatoria

Manuel Mart?nez Morales 26/04/2012

alcalorpolitico.com

El miércoles primero de junio de 2011, con un acuerdo que obliga al millón 200 mil maestros de educación básica a someterse a evaluación cada tres años, el presidente Felipe Calderón refrendó su alianza con el sindicato magisterial, o más bien con Elba Esther Gordillo.

Según el acuerdo, dicha evaluación se aplicará a todos los profesores de escuelas públicas y privadas de manera escalonada. Se pretende que en el actual ciclo escolar tocará el turno a los docentes de primaria; en 2012-2013, los de secundaria, y en 2014-2015 los de educación inicial, preescolar y enseñanza especial.

Los resultados de las pruebas serán utilizados para premiar a los maestros a través del Programa de Estímulos a la Calidad Docente y de Carrera Magisterial.
Cuando Felipe Calderón y la líder del SNTE, Elba Esther Gordillo, declaran que la evaluación de los maestros es indispensable para elevar la calidad educativa, deben encenderse las luces de alarma. Y es que cuando estos personajes hablan de evaluación es que algo traman, y en el fondo se refieren solamente a un aspecto limitado de la misma: a la medición mediante la aplicación de pruebas de opción múltiple– de quién sabe qué rasgos de los sujetos a evaluar. Por otro lado, la aplicación de exámenes de distintos tipos, que se hacen pasar por evaluaciones (exámenes CENEVAL, la prueba ENLACE, etcétera), se ha convertido en un mecanismo de intimidación y control dentro del sistema educativo mexicano.

Si bien se hacen críticas diversas sobre la pertinencia de estas supuestas evaluaciones, rara vez se aborda el tema desde una perspectiva técnica; esto es, partiendo de la pregunta de si estos exámenes cumplen con las normas técnicas mínimas de confiabilidad, validez, robustez y otras dictadas por la teoría psicométrica y la praxis pedagógica. Sin el respaldo de estudios técnicos apropiados, estas pruebas constituyen un engaño y convierten la evaluación educativa en una farsa.

El especialista en educación y exrector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Manuel Pérez Rocha, ha señalado que una auténtica evaluación formativa debe estar asociada a una autoevaluación y a la evaluación de los colegas próximos. Toda pretensión de control masivo y centralizado, como esta evaluación universal, y la ya operante prueba Enlace para los estudiantes, hace imposible la función formativa de la evaluación, e incluso genera efectos perversos. Ya hoy –continúa Pérez Rocha– se ha empezado a desarrollar un pernicioso comercio de guías, exámenes modelo y materiales de apoyo que supuestamente preparan a los estudiantes para la presentación de esos exámenes estandarizados. En Estados Unidos el mercado de este tipo de materiales es ya un negocio multimillonario. No tardará en desarrollarse un mercado semejante para la evaluación universal.

Al asociarse la llamada evaluación universal con el Programa de Carrera Magisterial y el de Estímulos a la calidad docente se introducen otras discusiones de fondo de gran trascendencia. ¿Es el dinero el estímulo adecuado para lograr el mejor desempeño de un maestro? ¿Qué podemos esperar de un maestro cuyo compromiso por formar bien a sus estudiantes depende de compensaciones económicas? ¿Debe ser la carrera magisterial un mero escalafón?
Como resultado de la evaluación universal la SEP pretende obtener información para conducir a los maestros a trayectos formativos que se ofrecerán a los participantes de escuelas públicas. Lamentablemente, no contemplan el mecanismo de formación más importante y fructífero: el análisis que los maestros deben hacer de sus propias experiencias, la discusión con sus colegas y la generación de soluciones apropiadas para cada circunstancia. La mejor formación de los profesores es la que puede darse en su trabajo y mediante su trabajo en condiciones adecuadas y con los apoyos técnicos y pedagógicos necesarios, concluye Pérez Rocha.

El SNTE traicionó a los maestros al aceptar un modelo de evaluación que en los hechos agrava la inequidad, pues no toma en cuenta los diferenciales socioeconómicos de los alumnos ni las condiciones de infraestructura de las escuelas, aseguró Olac Fuentes Molinar, ex subsecretario de Educación Básica e investigador de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN).

El nuevo modelo de carrera magisterial, y la evaluación universal de docentes y directivos –afirma Fuentes– premia al que tiene las mejores condiciones y castiga a quienes enfrentan las peores. Es evidente, insistió, que estas acciones sólo refuerzan la desigualdad y empobrecen de forma terrible la idea de lo que debe ser un maestro de calidad.

Ahora, veamos a partir de un ejemplo concreto y desde una perspectiva técnica, lo que esto significa.

En Estados Unidos desde hace algún tiempo se aplican en la evaluación educativa los llamados “modelos de valor agregado” (value-added modeling), empleados en la obtención y análisis de datos en distintos momentos de alguna evaluación en el ámbito educativo. En particular, estos modelos han sido utilizados para evaluar el desempeño de los maestros, generalmente a través del rendimiento académico de sus alumnos, a veces complementado con exámenes aplicados a los propios maestros. Y aquí en México –original como es la burocracia nativa– la evaluación universal se basa en una calca de dichos modelos.

Existe controversia sobre el uso de estos modelos, pues este tipo de mediciones no considera factores que inciden en el desempeño de los maestros (antecedentes de los alumnos, tipo de escuela, estrato social, etcétera) y, por tanto, pueden resultar inapropiados. Estos modelos matemáticos son bastante complejos y fueron diseñados precisamente para intentar desentrañar cual es el efecto del desempeño del maestro en el proceso educativo, al margen de otros efectos que puedan confundirse con aquél.

Se ha puesto en evidencia que muchos de los factores que se creía influyen importantemente en la efectividad del profesor, en realidad no lo hacen. También se ha determinado que dar incentivos económicos a aquellos maestros con más experiencia y formación no tiene un efecto significativo en su desempeño, reflejado en el aprovechamiento de sus estudiantes.

Los resultados derivados de estos modelos no deben ser el único criterio de evaluación del maestro, que en todo caso debe contar en menos del 50 por ciento, dicen quienes han realizado estudios al respecto. Además se precisa que las mediciones (pruebas estandarizadas de opción múltiple) son muy cuestionables en cuanto a su confiabilidad y validez, y que dejan fuera aspectos cualitativos del proceso en el aula, así como antecedentes étnicos y culturales de los alumnos.

Lo apuntado es el resultado de un análisis y seguimiento minucioso sobre el empleo de estos modelos, por parte de agencias e instituciones estadounidenses. El Educational Testing Service –una de las instituciones con más prestigio en el campo de elaboración y aplicación de pruebas estandarizadas– ha concluido que los resultados de estos modelos no deben tomarse como los únicos elementos para evaluar el desempeño magisterial. (Veáse J. Ewing: Mathematical Intimidation Driven by the Data; disponible en www.ams.org/notices/201105/rtx110500667p.pdf).

En el caso mexicano, sin estudios técnicos de por medio y todo basado en ocurrencias de la burocracia educativa, cabe cuestionar si depende únicamente del maestro que atiende al grupo evaluado los resultados que obtengan sus alumnos, o si el aprendizaje de éstos es resultado de un proceso de acumulación de conocimiento y, más relevante aún, si se reconoce y pondera la fuerte influencia que tienen sobre el proceso educativo las condiciones socioeconómicas y de infraestructura escolar que enfrentan los alumnos, y la respuesta es que no se hace, por lo que se trata de mecanismos que sólo agravan la inequidad.

Puedo concluir que la evaluación universal no es otra cosa que una farsa intimidatoria en contra del gremio magisterial y que además atenta contra sus derechos laborales, bajo la cubierta retórica de la evaluacionitis que tanto daño está causando en todos los niveles educativos y que (créanlo o no) constituye sencillamente un instrumento de control sobre los trabajadores académicos y los estudiantes, todo ello bajo el estandarte del capitalismo neocolonial, mejor conocido como neoliberalismo.

Es necesario dar cabida a las evaluaciones serias, bien fundamentadas, del sistema educativo en su conjunto pero diseñadas y aplicadas –como debe ser– por los propios sujetos de los procesos educativos, es decir por los maestros y estudiantes; en quienes debe recaer también la toma de decisiones.
¿Y la burocracia y la maestra Gordillo? Pues que se vayan despidiendo que ya es tarde.