Noviembre es un mes significativo para mí. Elegido por algunos de mis seres queridos para emprender nuevas rutas. Mi hermana María del Rosario, la primera en irse una madrugada de noviembre. Precisamente de un domingo 8, como éste, en que me entero de que Estela, la hermana más pequeña de mi madre Arcadia, también se ha ido.
A diferencia de todas mis tías, fue la única en deambular por las aulas universitarias.
Total, para qué, si terminan casándose, decía el abuelo Hermelindo. Y se casó, para descubrir que eso, eso no era para ella.
Con hijos, continuó sus estudios, su carrera profesional, sus largos viajes laborales para levantar a sus hijos. Ya encarrerada, Estela no quedó conforme con una licenciatura, emprendió dos maestrías que la convirtieron en
Nuestro orgullo familiar, un ejemplo a seguir con sus hijos, todos abogados, como su madre.
Estudió la carrera de abogado, en la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana, institución de la que egresó con mención honorífica. Desde joven empezó su carrera, experiencia laboral que se vio enriquecida en su deseo por crecer profesionalmente, obtuvo dos maestrías, una en Desarrollo Regional y la otra en psicología jurídica.
Cómo le gustaba verse rodeada de hijos, nietos (y colados como yo). Mesa llena, en especial los domingos. El año pasado, cuando todavía las familias podían reunirse a cualquier hora, me invitó a desayunar. Sólo para platicar. Para ponernos al día.
Cada mañana durante la última semana, al leer los reportes médicos, me sorprendía descubrir que ella seguía empeñada en no caer. Hasta hoy. Estela sucumbió esta madrugada, después de días de lucha, dura y encarnizada.
Ya descansa en paz.