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Sección: V?a Correo Electr?nico

Grothendieck, autonomía universitaria y Ayotzinapa

Manuel Mart?nez Morales 19/11/2014

alcalorpolitico.com


Y la tarde se escapa verso adentro
yo sigo buscando sin encontrar mi centro
y pongo ladrillo sobre ladrillo,
y sigo sin dar con el estribillo…
Jorge Dexler, Las transeúntes.








Mané sabe bien que las musas huyen si las asedias. Por ello prefiere dejar que bajo el menor pretexto, ya sea una ligera brisa del norte, alguna tonada melancólica, o el nombre de algún matemático desconocido, brote en su interior alguna corriente de ideas que lo lleve a alguna conclusión, por peregrina que esta pueda ser. De otra manera su obsesión compulsiva no le permite reposo alguno.









El día es un poco frío, sopla la brisa del norte, y mientras escucha My one and only love, interpretada por la dinastía Valdés –Bebo, Chucho y Chuchito- se entera que el matemático Alexander Grothendieck ha muerto a los 86 años.

Desconocido del gran público pero verdadera leyenda para los matemáticos, Grothendieck, nacido el 28 de marzo de 1928 en Berlín y naturalizado francés en 1971, era un genio de espíritu audaz, sin concesiones y en busca de lo absoluto.

“Era un gigante que transformó toda la matemática con sus trabajos. Varios especialistas en la materia recompensados con la medalla Fields (el Nobel

de las matemáticas) fueron sus alumnos”, recordó Cédric Villani, laureado con ese premio en 2010 y director del Instituto de Investigaciones Henri Poincaré de París.

Las notas arrancadas al piano por uno de los Valdés, en Solo de piano, hacen meditar a Mané, una vez más, sobre la relación existente entre el cultivo académico de las diversas disciplinas científicas, técnicas, artísticas y humanísticas y la dura realidad del contexto social en que tienen lugar estas tareas. Es decir, la relación entre las actividades académicas que, siguiendo su propia lógica y rigor disciplinario, se desarrollan en la universidades y las contradicciones sociales que condicionan este quehacer.



El universitario -académico o estudiante- puede adoptar distintas posiciones al respecto: desde la más cómoda, consistente en mirarse fijamente el ombligo y pretender que la actividad académica tiene lugar en una burbuja aislada del mundo en donde lo único que importa, en el mejor de los casos, es el virtuosismo alcanzado en la disciplina que se cultiva, cerrando la puerta a la realidad social y cosechando las recompensas que esta posición trae consigo. Desde luego que la terca realidad no deja de tocar a la puerta, perturbando la quietud que buscan quienes así se posicionan.

Por otro lado, hay académicos como Grothendieck que lejos de alejarse del mundanal ruido se exponen a la inquietud del mismo intentando, con los elementos intelectuales y éticos que han obtenido del ejercicio académico, comprender su realidad y comprometerse con ella.

El matemático referido fue un pacifista convencido y un decidido activista; en su momento se opuso a la guerra emprendida por Estados Unidos contra Viet Nam, participando en las protestas que en su tiempo tuvieron lugar. Siendo además un crítico consecuente de la forma en que se practica la investigación científica expuesta -según denunció- al fraude y la corrupción, reflejo de lo que acontecía en el entorno social.





The way you look tonight, mantiene el rumbo de los pensamientos de Mané y lo hace recordar que Grothendieck fue laureado con la medalla Fields en 1966, pero la rechazó. Rehusó asimismo, en 1988, el premio Crafoord de la Academia Real de Ciencias de Suecia, dotado con 450 mil euros, dando entre otras razones su rechazo crítico a la forma, carente de ética según él, en que se practicaba la investigación científica y la manera en que se asignaban recursos y recompensas a dicha actividad. De hecho renunció a su trabajo, en 1988, en un importante centro de investigaciones, debido a que éste recibía financiamiento para realizar trabajos relacionados con fines militares.



Hasta donde Mané pudo informarse, Grothendieck nunca fue hostigado o perseguido por sus ideas y posición políticas, mismas que algunos de sus biógrafos juzgan radicales por orientarse siempre a la defensa de los más pobres y desfavorecidos. Consecuente con ello, en un tiempo impartió cursos de teoría de las categorías en los bosques aledaños a Hanoi cuando esta ciudad era bombardeada por aviones estadunidenses.

Considerado uno de los mayores matemáticos del siglo XX, tenía una visión radical de la ecología política y vivía desde hacía años en un pueblo de los Pirineos franceses, donde cultivaba el silencio y el secreto absolutos.

Mané considera que la conciencia social alcanzada por este notable matemático se debió no tan sólo a sus vivencias personales sino, en buena parte, a su formación académica, pues el acceso al conocimiento avanzado que se puede alcanzar mediante la educación universitaria favorece la comprensión profunda de la realidad que nos rodea.



Si esto es así, entonces se explica por qué en el último medio siglo han sido las universidades, en todo el mundo, los focos más importantes en la promoción de cambios sociales significativos.

Y, en apariencia contradictoriamente, ha sido la posibilidad de contar con un espacio autónomo donde académicos y estudiantes puedan invertir su tiempo en mirarse el ombligo con toda libertad –haciendo efectiva la autonomía universitaria, en cuanto a la libre investigación y discusión de las ideas- lo que sustenta el trascendente papel que las universidades tienen en cuanto a ser promotoras del cambio social. Es esta libertad de investigación y de cátedra, complementada con el debate abierto y libre también, lo que auspicia el desarrollo de una potente conciencia social que en momentos como el que vivimos juega un papel catalizador de las transformaciones necesarias para mejorar nuestras condiciones de vida.

Es por esta razón, dice Mané, que no debe aceptarse que la autonomía universitaria sea vulnerada en forma alguna, ni siquiera por amagos o amenazas como lo es la presencia de la fuerza pública en terrenos universitarios. Lo dijo claramente el rector de la UNAM, que es indeseable toda presencia de la fuerza pública en instalaciones universitarias, en respuesta a la incursión policiaca a la ciudad universitaria hace unos días, en que bajo el pretexto del robo de un teléfono celular algunos policías se introdujeron al campus universitario provocando un incidente, en el cual uno de ellos disparó su arma hiriendo a un estudiante y más tarde un batallón de granaderos incursionó dentro de CU para desalojar (¿por qué?) a estudiantes que ocupaban el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras.



Mané ha visto, con sorpresa y preocupación, la presencia de la fuerza pública dentro del campus de la Universidad Veracruzana, sin razón aparente. Nadie se lo contó, lo vio con sus propios ojos: una camioneta con policías estatales fuertemente armados frente a la rectoría y, al día siguiente, camiones con soldados en el interior de las instalaciones de la Usbi. Tal vez se diga que acudieron no por el robo de un teléfono celular, sino de algunos frutsis. No lo sabemos.

Agrega Mané que la situación es delicada pues parece ser que se está preparando el escenario para una represión directa del movimiento de protesta que se levanta en todo el país a raíz de la brutal agresión sufrida por los normalistas de Ayotzinapa pero que, gracias al inepto manejo de la situación por parte del gobierno, tiene ahora alcances mayores.

Al regreso de su inútil viaje, Enrique Peña Nieto declaró abiertamente que si es necesario se usará la fuerza para acabar con las manifestaciones “violentas”. Pero, precisa Mané, hay evidencia clara de que una buena parte de los actos violentos durante las manifestaciones han sido provocados intencionalmente, posiblemente para justificar la eventual represión del movimiento.



El brutal ataque a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa y la indignación generalizada que el hecho ha despertado en nuestro país y en el mundo, es un llamado de atención para que miremos de frente la terrible descomposición que envuelve a la nación. Y son los jóvenes, lo mejor que tiene nuestra sociedad, quienes encabezan este movimiento. Es nuestro deber protegerlos y desde la academia, lugar de nuestro trabajo cotidiano, defender la autonomía universitaria y contribuir a que esta indignación y rebeldía sigan por cauces pacíficos.

El ejemplo de investigadores como Grothendieck, y tantos otros más cercanos a nosotros, debe alentarnos a buscar la mejor forma de que nuestro trabajo académico contribuya, en primer término, a comprender mejor nuestra realidad para que este entendimiento, a su vez, incida en una mejor perspectiva de la acción social que prevenga el empleo de la violencia para resolver nuestras diferencias.

Y todavía nos faltan 43.