Consecuencia de la crisis de inseguridad en Veracruz; jóvenes en edad escolar representan uno de los sectores de la población más expuestos a la violencia, de acuerdo con investigaciones de académicos y estudiantes de la Facultad de Psicología de la Universidad Veracruzana.
En entrevista previa a su ponencia "Sobreviviente de violencia social: una experiencia mexicana", dentro del coloquio internacional de Salud, Arte y Comunidad; la doctora Lizette Figueroa citó como ejemplo el caso la propia Facultad, en donde los alumnos han experimentado más de un suceso en su vida.
"Es impresionante. Los datos de la investigación revelan que los jóvenes han padecido más de uno, entre dos y tres situaciones de violencia, pareciera que están más expuestos y por supuesto que esto habrá que confirmarlo con las réplicas de la investigación".
"Mientras más jóvenes, son más vulnerables a ser cuestionados, 'levantados', asaltados, golpeados, etcétera", sintetizó.
"Hace algunos años a raíz de las circunstancias que vivimos en el Estado de Veracruz surge una línea de investigación en la Facultad de Psicología para trabajar con víctimas de violencia social, (...) esto a partir de la demanda de la población en busca de alternativas de intervención y que hacemos investigación sobre eso y también intervención", abundó.
La académica reiteró el obvio incremento de eventos derivados de la violencia en Veracruz; y no sólo en la cantidad de casos, sino en el sadismo de los propios infractores. "Y se presentan de muchas variedades de violencia, desde la violencia dentro de las escuelas, entre compañeros; al interior de las familias y en la calle", observó.
Y a la par, Lizette Figueroa advirtió que la sociedad se expone a la habitualidad de la violencia. "Hay el riesgo de que las personas se empiecen a acostumbrar, nosotros decimos a naturalizar, la violencia y eso facilita que se repitan estos esquemas de comportamiento en cualquier lado", señaló.
"Uno de los descubrimientos que hicimos en la investigación es que se rompen las redes sociales de apoyo, porque la violencia tiene ese efecto secundario negativo: el individuo se vuelve más desconfiado, no participa en comunidad, se aísla, vive en soledad y esto a su vez genera otras consecuencias negativas", alertó la investigadora.
La docente señaló que el número de personas atendidas en la Facultad por episodios de violencia se ha mantenido constante; sin embargo, el miedo les impide narrar sus experiencias.
"Hay mucho miedo de hablar. En general llegan por otra causa y han sido pocos los casos en donde asisten las personas precisamente por el evento; pero si está siempre como matizado por estas experiencias traumáticas", agregó.