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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

La alegría de encender la luz de Cristo en la noche de los hijos

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 21/07/2019

alcalorpolitico.com

Se goza uno con los amigos y familiares cuando se superan las enfermedades y cuando después de mucho tiempo de incertidumbre llega la estabilidad y la salud tan anheladas.

También se alegra uno con los demás cuando después de tantas penas y tribulaciones llega la reconciliación y la paz. Parece que los problemas no dan tregua y se ve lejos o imposible la solución, por lo que cuando llega de manera inesperada y después de muchas tribulaciones se goza uno con los hermanos.

En la vida espiritual no siempre suceden las cosas así. Por supuesto que hay personas que se alegran y alaban al Señor cuando los hermanos dejan los malos caminos y finalmente regresan a Dios; cuando después de tantos años viviendo en el error, la mentira, el odio y la injusticia emprenden el camino de retorno a Dios y a la Iglesia.



Pero sorprendentemente hay casos que no se viven así. Muchos hermanos sintieron la necesidad desde lo más profundo de su alma de arrepentirse de sus pecados y de iniciar una nueva vida, insertándose en la comunidad cristiana. Sin embargo, esos casos a veces se ven y se juzgan con dureza, desprecio, burla e indiferencia.

Sin entender y valorar la dinámica de una vida de fe, se llegan a comentar esos casos como si se tratara de personas fanáticas y débiles de espíritu que se han dejado manipular. Duele en el alma cuando estos señalamientos no vienen de cualquier persona sino de los mismos familiares que reprochan y atacan ese estilo de vida que muchos hermanos asumen después de haber tenido un encuentro con Dios que les permitió recuperar el sentido de la vida, las ganas de vivir y de servir.

Estos hermanos se ven sometidos a pruebas difíciles al ser criticados, rechazados y discriminados simplemente porque sienten una inmensa necesidad de Dios que comienza a llenar el vacío del alma, después de haber vivido lejos del bien, de los valores y de Dios, destruyendo la propia interioridad.



A esta sociedad le cuesta aceptar que la necesidad de Dios es esencial y que reprimir el deseo de Dios puede orillarnos a perder el sentido de la vida, a pesar de que se tengan todos los satisfactores materiales. Volcarse al Señor, girar en torno a Dios y cambiar radicalmente de vida lamentablemente en esta sociedad no se valora como algo positivo sino que se ve con desdén, burla y desconfianza, descalificando a las personas.

Los hermanos que se encuentran con Dios y experimentan una profunda conversión más que fanáticos están famélicos, tienen un hambre imperiosa de Dios la cual los lleva a regresar a Él de manera afanosa, después que lo han despreciado e ignorado hasta exponerse a la anemia espiritual.

¡Qué hermoso ministerio! Qué bella misión cuando nos toca acompañar a los hermanos para que se alimenten de la fuente de la gracia, para que se fundan en un abrazo con el Señor Jesús. Por eso decía Santa Teresa Benedicta de la Cruz: “No hay alegría materna que se pueda comparar con la felicidad de encender la luz de Cristo en la noche de los hijos”.



Así como te alegras cuando alguien recupera la salud, cuando alguien supera sus problemas, cuando alguien recapacita en la vida, no dejes de alegrarte cuando los hermanos regresan a Dios y comienzan a llevar una vida de fe. Tienen una imperiosa necesidad de Dios, en eso radica el sentido de su vida y la esperanza que han recobrado.

Por lo tanto, no los desprecies, no te burles de ellos, no los margines. Están viviendo la felicidad que todos añoramos, el gozo que todos andamos buscando, la alegría de saberse amados por Dios, a pesar de todo lo malo que hayan vivido.

Agradece a Dios por el gozo y la paz que han alcanzado estos hermanos, pues aunque no te des cuenta ni quieras aceptarlo indirectamente te están señalando el único camino que conduce a la paz y que no has podido alcanzar, aunque te sientas superior a ellos.