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Sección: Estado de Veracruz

La crisis de la democracia norteamericana

Eduardo de la Torre Jaramillo 08/01/2021

alcalorpolitico.com

“…la política atrae fatalmente, además de a unos pocos visionarios auténticos, a empresarios, a ociosos y a toda una gama de auténticos malhechores. ¿De qué competencias pueden ser portadores semejantes individuos? ¿No es tal vez mejor mantenerlos lejos de las tareas delicadas?”

Raffaele Simone

En noviembre del año pasado después de la elección presidencial en los Estados Unidos escribí sobre un escenario postelectoral de la judicialización de las elecciones, algo muy normal en cualquier democracia establecida. La diferencia era el probable desenlace electoral en el cual Donald Trump ganara por la vía del Poder Judicial; un hecho jurídico-político que ya se había realizado en ese país en tres ocasiones: dos en el siglo XIX y una en el siglo XX.



La actitud y actuación antidemocrática de Donald Trump al regatearle el triunfo a Joe Biden ya estaban teniendo efectos críticos en la confianza hacia el sistema político norteamericano, particularmente con la afectación directa a la democracia más vieja y estable del planeta; empero, lo que sucedió el pasado 6 de enero de 2021, el provocar un disfuncional autogolpe de Estado ha sido inaudito en toda la historia de ese país. No sólo es un retroceso, sino que redujo y vulgarizó a Estados Unidos a una democracia bananera, al argumentar un mítico fraude electoral y, pretender plantear el clásico “voto por voto, casilla por casilla”, que terminó con una acción profundamente grave como lo fue el asalto al Capitolio.

Partiendo de la idea anterior, la degradación de la democracia norteamericana no parará con ese hecho histórico, sino que seguirá porque ya hay un trumpismo sin Donald Trump (como lo ha expresado su hijo), un presidente que promovió aun antes de asumir la presidencia de Estados Unidos un discurso de odio que fue impactando y penetrando en la sociedad norteamericana, que la polarizó, que acentuó su talante discriminatorio, excluyente y sobre todo racista; quien planteó una narrativa de guerra a la “otredad política” y, que finalmente terminó confrontándola. Este demagogo irresponsable, lo único que generó fue la destrucción del modelo democrático anglosajón que era el ejemplo para el mundo (aunque el sistema electoral es decimonónico).



El trumpismo está articulado en varios movimientos de derecha, el primero que lo respaldó fue el Proud Boys (chicos orgullosos), quienes sólo son hombres, cuya retórica es nacionalista, antimusulmana y misógina que se esconde en el Internet. Sin embargo, resalta un movimiento radical aideológico definido como “QAnon”, la “Q” es el máximo nivel de acceso a la información clasificada del Departamento de Energía de Estados Unidos; posteriormente, le sumaron la abreviatura “Anon” de anónimo y creen en las teorías de la conspiración, cuya característica es que son sumamente violentos; ambos movimientos están clasificados por el FBI como grupos de odio. Estos conectaron con las mentiras, alucinaciones, proyecciones del presidente, convirtiéndose en sus seguidores más fieles, vaya unos solovinos del trumpismo.

Donald Trump se condujo con una constante confrontación con toda la institucionalidad democrática que se construyó durante más de dos siglos, no le gustan los checks and balances, la autonomía de ciertas instituciones, la independencia de los medios de comunicación, el rol del poder judicial, los intelectuales y académicos críticos; en fin, un largo etcétera. Todo esto acrecentó la división y polarización de la sociedad norteamericana que está llegando al límite de su civilización, ya que en la regresión que están viviendo, es como si se retornara a un estado de naturaleza pero ahora en una nueva versión que ya hace algunos años Hans Magnus Enzenberger la definió como “guerras civiles moleculares”.

Regresando a las instituciones norteamericanas que están defendiendo su legado histórico en lo que hace a la democracia, pues los medios de comunicación, las redes sociales, el Congreso y, el poder judicial, están salvaguardando a toda esa tradición democrática, los mecanismos de autocontención se han observado al limitar a Donald Trump en sus respectivos ámbitos, lo que ya no pueden es despolarizar a la sociedad norteamericana, la reconstrucción del tejido social tardará muchos años, esto porque se observa una larga lucha entre el trumpismo y, el blindaje institucional que conlleva la democracia. Es así como Joe Biden tiene un enorme reto para gobernar en un escenario altamente complejo como el que está actualmente experimentando Estados Unidos, una democracia que ya implosionó y que tendrá que proponer el nuevo modelo democrático para rescatar y reconstruir precisamente a esa tradición democrática.



De lo que está sucediendo en Estados Unidos, ya hace algunos años, el filósofo Jacques Rancière había reflexionado lo siguiente: “… el nuevo odio a la democracia no es sino una forma más de la confusión que afecta ese término. Es un odio que duplica la confusión consensual, al hacer de la palabra ‘democracia’ un operador ideológico que despolitiza las cuestiones de la vida pública, considerándolas ‘fenómenos de la sociedad’, para negar al mismo tiempo las formas de dominación que estructuran la sociedad. Este odio oculta la dominación de las oligarquías estatales cuando identifica a la democracia con una forma de sociedad, y la de las oligarquías económicas, cuando asimila su imperio exclusivamente a los apetitos de los ‘individuos democráticos’”.

Finalmente, vaya lección que deja este acontecimiento tanto para los gobernantes y sus ciudadanos de todo el mundo, en donde la demagogia y la irresponsabilidad política pueden llegar a quebrar una democracia consolidada como lo era la de Estados Unidos.