Ir a Menú

Ir a Contenido

Sección: Estado de Veracruz

La crisis de la democracia representativa

- El debate no debiera ser sobre no votar, sino cómo transparentar, criticar, vigilar y controlar el poder tras el proceso electoral

- En Veracruz, la confianza en los diputados y partidos políticos no llegan ni a 10%

Jos? Roberto Ruiz Salda?a* 11/02/2015

alcalorpolitico.com

Por primera vez en nuestro país, algunos sectores de la población promueven que no debería haber elecciones. En términos generales, sostienen que los políticos no nos representan y que, incluso, actúan en contra de los intereses y derechos de los ciudadanos.

Me parece que la crisis de la democracia representativa no puede objetarse. El “Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México” revela, entre otras cosas, que 75% de las y los mexicanos creen que los políticos no se preocupan por ellos; 23% de los ciudadanos preferirían vivir -a veces- en un sistema autoritario; y que los diputados y partidos políticos tienen menos de 20% de confianza a nivel nacional (en Veracruz, no llegan ni a 10%).

La forma de afrontar la crisis de la democracia representativa en nuestro país dista mucho, lamentablemente, de cómo debiera hacerse. Al final del día, la precaria respuesta es reflejo de la falta de cultura política democrática en México.



No puedo estar de acuerdo en que la forma de afrontar la referida crisis de representación sea negando el proceso decisorio destinado a elegir, precisamente, quién nos represente. La democracia formal, debiéramos todos estar convencidos, no es suficiente, pero sí necesaria para lograr un régimen democrático.

Quienes abogan por la no realización de elecciones en México debieran hacerse cargo de las consecuencias, en sede de filosofía política, que conlleva su postura.

Quienes no quieren elecciones en nuestro país, rehúyen de la tarea más difícil y exigente (pero más apasionante) para un ciudadano, a saber, ejercer un control permanente del poder. Quienes no quieren elecciones, ciertamente, tienen elementos para criticar el quehacer político, pero el mecanismo para la renovación del poder es imprescindible para evitar -precisamente- su concentración y desviación. El debate no debiera ser cómo negar la participación electoral, sino cómo transparentar, criticar, vigilar y controlar el poder una vez que se consuma el proceso electoral.



Hay quienes sostienen que concretar la no realización de las elecciones permitiría nuevas formas de organización política; afirman que se generarían comités o consejos ciudadanos capaces de gobernar mejor. Soy de la idea que ese deseo se basa en una ingenuidad en relación al poder. No hay poderes intrínsecamente buenos de modo que baste quitar poderes malos para que lleguen unos inmaculados. La experiencia nos enseña que el poder tiende a concentrarse. El debate entonces debiera estar, hay que repetirlo, en cómo controlarlo.

Quienes abogan por la no realización de elecciones, tienden a descalificar a todas las instituciones; parten de extremismos al considerar toda la política como mala. La vida no es en blanco y negro. La escuela italiana de ciencia política ha acertado en distinguir entre la buena política y la mala política. En México, debiéramos estar también convencidos, no toda la política es mala ni todas las instituciones están en crisis. El reto está en promover la buena política y utilizar las instituciones como instrumentos para el bienestar colectivo, no está en ver quién ofrece el más catastrófico diagnóstico y es capaz de convocar más ampliamente a la parálisis.

El camino para superar la crisis de la democracia representativa será largo y difícil porque requiere, en efecto, crear generaciones de ciudadanos que tengan como hábito controlar al poder, informándose, discutiendo, exigiendo, participando. Y será difícil porque controlar el poder -por excelencia, anteponiendo el derecho y los derechos- es una lucha. Los derechos humanos no caen del cielo. La democracia tampoco. La opción frente a la crisis de la democracia representativa es crear demócratas; ahí el verdadero reto de nuestra transición a la democracia.



*Consejero José Roberto Ruiz Saldaña
Instituto Nacional Electoral