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Sección: V?a Correo Electr?nico

La democracia nuestra

Rafael Arias Hern?ndez 27/06/2012

alcalorpolitico.com

Lo que quieren los de siempre. Lo que tratan de lograr de muchas formas, los beneficiarios de la pobreza y la marginación, así como de la ignorancia y la enajenación. Por lo que luchan los agraciados de privilegios, ventajas, rescates y apoyos gubernamentales. Y en lo que finalmente coinciden con la delincuencia en todas sus formas, es que permanentemente trabajan, se esfuerzan en intentar y hacer que las leyes y las instituciones no funcionen, o lo hagan en los límites de la ineptitud y la mediocridad, sólo para obtener ganancias y utilidades descomunales, para favorecerlos, tanto en el enriquecimiento personal, familiar y de grupo, como en la impunidad y protección, a toda prueba.

Otros más, permanecen ahí, refugiados, escondidos y protegidos en sus fantasías y autocomplacencias; presentes en el dogma oficial, en el comportamiento institucional y la actitud personal de siempre: “no pasa nada”, “todo está bien” y “viene lo mejor”.

La realidad real se hace presente, no la de los inflamados y desacreditados discursos políticos.

Aquí está, la república de los pobres, la de los 58 millones de miserables y hambrientos conviviendo, sosteniendo, al hombre más rico del mundo y amigos que lo acompañan.

El México, lindo y querido sobrevive y mantiene la esperanza en la democracia nuestra, considerándola, de acuerdo al texto constitucional, “no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo…”

En la realidad que va de la pobreza a la delincuencia, tan inútiles como ofensivos resultan, el blindaje de saliva, retroalimentado con el mensaje placebo; la promesa repetida sobre un futuro imaginario donde los problemas se atienden y resuelven; la distracción oportuna y la recurrente cortina de humo, el escándalo y el entretenimiento para ocultar lo inocultable; o la plegaria laica y la oración política que exaltan un futuro mejor, siempre lejano e inalcanzable para muchos…

Ahí están, casi desde siempre, empujando, presionando, actuando de mil y una forma, para asegurar la proliferación de ciudadanos pasivos y resignados; de una sociedad espectadora y enajenada; de organizaciones sociales y civiles desatendidas, combatidas y debilitadas; de medios distractores y de entretenimiento, mercantilizados y sin compromiso social. Y, desde luego, de gobiernos caros e ineficientes, cada vez más burocratizados y debilitados, con poca o nula capacidad de respuesta y previsión.

Inevitable, la delincuencia crece y se fortalece, dentro y fuera del gobierno; y también en muchas de las empresas y en parte de las actividades financieras, nacionales e internacionales que, de muchas formas provocan, apoyan o fomentan la inestabilidad, los conflictos y las crisis recurrentes de las que obtienen cuantiosos beneficios y ventajas. Crisis que, a fin de cuentas, como siempre, terminan pagando los que no las causan.

Todos estos y otros más, aquí y en todas partes, socaban, debilitan y obstaculizan la siempre deficiente e inconclusa democracia, exagerando y aprovechando sus limitaciones y lagunas jurídicas, incrementado su burocratización y reduciendo su eficiencia.

Vulnerar la credibilidad y confianza. Obtener recursos, beneficios y ventajas es, en todo caso, su objetivo central. Simplemente, porque lo que menos quieren es que la democracia nuestra produzca gobiernos legales y legítimos, con capacidad de respuesta y previsión, así como sociedades y ciudadanos activos y participativos. Ni democracia representativa, y mucho menos participativa.

¿Cómo ignorar, olvidar, omitir, minimizar o ser indiferente y omiso a las innumerables conductas delictivas que los procesos electorales traen consigo, que involucran, en mayor o menor grado, a casi todos los participantes?

Lluvia de regalos, atenciones y dinero en efectivo. Compra de conciencias y de responsabilidades para cambiar documentos, cómputos y resultados. Disposición de personal, tiempo, equipo y recursos gubernamentales. Presión, coacción, inducción, condicionamiento, manipulación. ¿Cómo detener, combatir y erradicar la cultura de la delincuencia electoral que, en su momento, cobra y muy bien, los favores y apoyos otorgados y recibidos por muchos electos? ¿Ventajas de la complicidad y la impunidad?

Imposible cerrar los ojos, callar y hacer como que no pasa nada, porque el desborde de todas las delincuencias está demostrando que sí pasa. Simplemente veamos cómo anda el país.

Por encima de la pública y notoria evidencia. A pesar de las archiconocidas y padecidas conductas delictivas electorales, que van del soborno y compra de votos, al condicionamiento y manipulación de programas gubernamentales. A pesar de la demostración recurrente, de que en demasiados casos, es prácticamente imposible fundamentar denuncias y presentar pruebas, de acuerdo a la normatividad existente. A pesar de todo y de todos hay que salvar y mejorar la democracia. Para empezar, simplemente porque no hay de otra.

Después de todo, los mexicanos la hemos definido como sistema de vida y repetimos, lo también consignado como texto constitucional, que la democracia nuestra debe reflejar la soberanía nacional, que “reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

Así que, participar es el verbo…y el reto.

Veracruz hoy

Xalapa, es el municipio en el Estado, con el mayor número de pobres: 177, 918, casi el 38% de su población.

Y el municipio con mayor porcentaje de su población en pobreza, es Mixtla de Altamirano, con un 97 % de un total de 9,287 habitantes.

Dos formas de medir y describir la pobreza.