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Sección: V?a Correo Electr?nico

Mutatis mutandis

La economía, ¿para atrás?

Rafael Arias Hern?ndez 22/05/2013

alcalorpolitico.com

El triunfalismo desmedido del discurso oficial, el servilismo exagerado de colaboradores y empleados, la abyección sin límites de subordinados cercanos y lejanos, los aduladores gratuitos y los comprometidos como cómplices en diversos medios de comunicación. Unos y otros, han sido afectados por un pequeño gran cambio, que no es usual en la política mexicana y en sus diversos ámbitos de gobierno.

El presidente Peña Nieto recurrió a un lenguaje directo y claro, la verdad, simplemente la verdad:
“Hoy (ayer) por la mañana, el INEGI dio a conocer los datos de crecimiento del primer trimestre del año y de ninguna manera son satisfactorios…” (Reforma180513)

El GobiernoFederal tuvo que cambiar sus expectativas ante la desaceleración de la economía mexicana, ya que apenas avanzó en este trimestre 0.8 por ciento.



A partir de la alerta, hay que revisar y analizar condiciones y perspectivas pero sobre todo, hay que informarse y saber qué pasa, para actuar en consecuencia.

Carlos Fernández Vega lo pone más simple y claro: “El PIB apenas ‘creció’ 0.45 por ciento en el periodo enero-marzo de 2013, cuando el trimestre previo el avance fue de 3.2 por ciento (una diferencia de siete tantos). Y el balance anualizado tampoco ayuda: en los primeros tres meses del presente año, el PIB se incrementó 0.8 por ciento en comparación con el registro de igual lapso de 2012, cuando el avance fue de 4.9 por ciento (una diferencia de seis tantos), el menor, para un periodo igual desde 2009.” (Jornada. 1805513)

Consecuentemente, el gobierno mexicano redujo de 3.5 a 3.1 por ciento, su pronóstico de crecimiento para 2013.



Podrá decirse lo que se quiera al respecto, pero es un hecho poco frecuente que no sólo resulta que es verdad, sino que además va en contra de la vieja y conocida costumbre gubernamental, del “no pasa nada”, “todo va bien”.

A este respecto, habría que recordar que la pregunta y reclamo generalizado, de ayer y de siempre, es por qué muchos de los políticos y servidores públicos, como uso y costumbre, deciden no ser objetivos y realistas, hablar y actuar contra hechos y fundamentos.

Simplemente, hay que decir la verdad para asegurar credibilidad y confianza, mantener el respaldo de la sociedad y mejorar la participación individual y colectiva.



Y, en términos generales, ¿por qué negarse a hacer un diagnóstico actualizado y confiable sobre el cual basar y apoyar las políticas públicas y las acciones gubernamentales?

Credibilidad y confianza se ganan y sostienen en los hechos, no en las fantasías, ni en situaciones imaginarias.

Todo intento, por pequeño y aislado, por simple y sencillo, debe ser identificado y reconocido.



Hay ventajas al hablar con la verdad, sobre temas por demás inocultables.

Por cierto, ¿y los gobiernos de los estados y municipios, como es usual, seguirán con más de lo mismo?

¿Ignorarán la alerta y la inusual actitud realista

de no esconder o minimizar los retos y los problemas?

¿Qué plan?

Razón que además nos obliga a analizar y precisar el tipo de diagnóstico en el que se basa el Plan Nacional de Desarrollo.



¿Se parte de la realidad y de la última información confiable?

Bueno, antes de emitir juicio alguno a favor o en contra. Antes de criticar o apoyar, hay que leerlo e informarse de su contenido.

Lo más conveniente, también, es precisar los alcances sector por sector y estado por estado, bajo la simple premisa que las partes están determinadas, en una u otra forma, por el todo.



En fin, anunciada por muchos, precisada por otros, la mala noticia es ya una realidad.

Las crisis siguen presentes y sus efectos negativos se extienden. Indignados e inconformes, los pobres y miserables, en todas partes ocupan espacios y muestran sus crecientes limitaciones, así como sus viejas y nuevas necesidades básicas insatisfechas.

Sin exagerar y mucho menos esperar que con un poco de realismo en los comunicados se van a resolver muchos problemas y atender las crecientes necesidades sociales. Sin caer en el optimismo extremo de que con mejorar y actualizar los mensajes,

serán más eficientes las dependencias gubernamentales y la delincuencia disminuirá.

Es en muchas formas alentadora, la actitud de llamar a las cosas por su nombre, no ignorar ni minimizar o distorsionar los peligros y problemas presentes.

Alienta observar cómo, contra lo que es costumbre, se reconoce e informa sobre la caída de la economía, se alerta respecto a las consecuencias y se convoca a enfrentar la situación. Es más, hasta se anuncian posibles recortes del gasto público federal.



Sin pecar de optimismo exagerado, se puede decir que la actitud realista del mensaje oficial es, cuando menos, poco frecuente o “desacostumbrado”.

Hay que insistir y repetir que no se debe esconder, minimizar o manipular la información sobre asuntos públicos prioritarios, como desafortunadamente es costumbre. Tal vez porque la realidad inocultable. Los hechos mismos, aquí y en otras partes del mundo, muestran que la problemática sigue ahí y que, en muchas partes, hasta crece, se complica y trasciende.

La economía mexicana se desaceleró, pero no está en recesión.



Por lo pronto se evalúa el impacto, particularmente en los ingresos y egresos del Gobierno Federal, para determinar si es necesario un ajuste al gasto.

Cae la economía, crecen pobreza y hambre

Los riesgos, amenazas y peligros están a la vista. No hacer nada, o hacer lo mismo no va a ayudar a enfrentar y resolver los problemas.



No se necesita ser experto para prever que, ante menor crecimiento económico, sobre todo en desaceleración o recesión, se tendrá menor generación de empleo formal, más desempleo, subempleo y, más y más empleo informal.

Pero además hay que tener presentes otros aspectos, que no deben perderse de vista.

Como los bajos o peores salarios, y la poca y nula seguridad social, sin verdaderas prestaciones. O como el crecimiento de la inflación y, en particular, el de los precios de productos de la canasta básica.



Esta es la otra cruzada por el hambre, a la que hay que identificar, señalar y analizar, sobre todo con las políticas y políticos que las promueven y apoyan; los planes, programas y acciones gubernamentales y los servidores públicos que las emprenden, apoyan y sostienen.

Precisa identificar cuanto antes qué facilita la especulación, la carestía, el encarecimiento, el sobreprecio de los pocos productos y servicios que pueden y tienen que adquirir los pobres, miserables y hambrientos.

Además, ¿para qué aumentar recursos, despensas, apoyos, subsidios y programas,

si parte no llega a sus destinatarios, o se condiciona, manipula o ajusta?

Como se puede ver, la lucha o combate a la pobreza y la Cruzada nacional contra el hambre, no son tan rápidas y fáciles como incluirlas en el discurso y el boletín oficial.