Ir a Menú

Ir a Contenido

Sección: Estado de Veracruz

La felicidad no es sólo esperanza sino también recuerdo

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 29/12/2019

alcalorpolitico.com

Bendita luz que estos días difunde el Niño Jesús para disponernos a cerrar dignamente este año. No sabemos de dónde viene esta disposición y buena voluntad, pero de manera inexplicable estos días nos sentimos más buenos, más atentos, más disponibles, más capaces de hacer mejor las cosas.

Solo estos días porque de ordinario -y sobre todo cuando nos volvemos a meter en el estrés y las presiones de todos los días- no permitimos que nadie se meta en nuestra vida, que nadie nos diga nuestros errores, que nadie se atreva a amonestarnos, que nadie intente aleccionarnos y convencernos del mal que estamos haciendo. ¡Es mi vida! Llegamos a decir. ¡Déjame equivocarme! También se escucha. ¡No te metas en mi vida! Nos ponemos a la defensiva y a la ofensiva.

Pero de manera inexplicable estos días sí permitimos una palabra, un gesto de bondad, una corrección, una disculpa, un abrazo, una reconciliación, un acercamiento. No sabemos de dónde viene esta disposición y buena voluntad. A decir verdad los cristianos sí lo sabemos. Eso viene del Espíritu que derrama la gracia.



Es como si en estos días la gracia nos llevara a nuestra verdad más profunda y nos hiciera sentir la inocencia y la bondad con la que fuimos creados, pero que por muchas razones llegamos a perder. En otras ocasiones estamos a la defensiva y a la ofensiva, pero estos días nos rendimos, deponemos las armas del orgullo, del egoísmo y del resentimiento ante la paz, la bondad y la inocencia del Niño Jesús.

La Navidad de Jesús anticipa nuestro propio alumbramiento, un nacimiento más en nuestra vida, un resurgimiento para comenzar de nuevo al reconocer la inocencia y la bondad en las que fuimos creados. Dice, por eso, Chesterton: “La felicidad no es sólo una esperanza sino también de alguna manera extraña un recuerdo… todos somos reyes exiliados”.

Lo que no pudieron nuestros padres y nuestros seres queridos, lo que no pudieron nuestros amigos y guías espirituales cuando nos amonestaron y nos llamaron a un cambio sincero, lo puede el Niño, la luz, la paz y la bondad que irradia el Niño Jesús.



Por muy obstinados en nuestros errores, la presencia del Niño Jesús no nos deja indiferentes y somos alcanzados por la gracia de Dios que actúa de diversas maneras: nos hace lamentar el mal que hemos cometido. Si antes no lo queríamos reconocer, hoy tenemos la nobleza para decir: lo lamento, perdóname, no lo volveré hacer.

La gracia también, de manera inexplicable, nos hace sentir amados por Dios. Sabemos que no lo merecemos, que hemos sido fríos, lejanos e indiferentes en la relación con Dios, pero descubrimos que Él es incondicional en el amor; no se desdice ni se retracta de su amor por nosotros. Descubrirlo nos provoca alegría y esperanza.

La gracia también nos motiva para iniciar con ánimo y esperanza este nuevo año. No venimos a quitarnos simplemente el estrés o a esperar que el descanso físico renueve nuestras fuerzas. La gracia actúa de manera más profunda y nos hace vislumbrar todo nuestro potencial y la tendencia connatural al bien.



La gracia que se nos concede en este tiempo de Navidad nos ayuda a regresar a nuestras raíces y reconocemos miembros de una familia y de una comunidad. En este tiempo se siente más que nunca la necesidad de los demás y agradecemos profundamente el hecho de que haya personas cerca de nosotros, a pesar de que en el transcurso de los días lo dejemos de percibir o vivamos de manera egoísta.

Comencemos este nuevo año confiando en la gracia de Dios que ha tenido el poder de doblegar nuestra soberbia y de llevarnos a una mirada más profunda de nuestra existencia. Somos amados y hemos sido creados y recreados en el amor de Dios. Que nunca lo olvidemos para que siempre regresemos a la fuente del amor.