Ir a Menú

Ir a Contenido

Sección: Estado de Veracruz

Las palabras de la ley

La Nacha y el Serafín, una historia dramática

Salvador Martínez y Martínez Xalapa, Ver. 08/12/2021

alcalorpolitico.com

El tema de hoy es la “discapacidad jurídica” y queremos narrar, no una historia romántica dirigida a la sensiblería de algunos, sino una historia breve dramática, casi trágica. Los juicios previos para comprender la narración implican saber que cada individuo -hombre o mujer- posee desde su nacimiento, sean cuales fueren los acontecimientos posteriores, la libertad.

Cada individuo es también igual a los demás individuos, desde su nacimiento, en dignidad y derechos. Finalmente, los seres humanos se distinguen de los animales por su razón, como también por su conciencia, que es, ante todo, el sentimiento de que existen otros seres humanos. En consecuencia, todo individuo tiene el deber fundamental de actuar hacia sus semejantes como hacia los miembros de una misma familia.

Tales presupuestos pueden leerse en la Constitución Política de México, pero nuestra historia se contextualiza con la siguiente disposición constitucional:



“Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.” Constitución Política de México, artículo 1°, último párrafo).

En Teocelo, Veracruz, caminaba por las calles una pareja de invidentes. Mujer y hombre de mediana edad. Ellos eran indigentes, es decir, carecían de lo necesario para vivir. Las personas del lugar los cuidaban, pero también había quienes los agredían.

No se sabía en dónde vivía aquella pareja. Se sabía, en cambio, que a diario bajaba a la barranca Matlacobatl para bañarse en un rincón en cual caía un chorro de agua muy fría. Un día, mientras se bañaban, alguien se llevó su ropa (sus harapos) y los dejó desnudos en ese lugar hasta que un campesino les auxilió y prácticamente les salvó la vida.



Después, con el paso del tiempo, aquellos personajes quedaron mitificados y se convirtieron en figuras de barro. Cada año en casa, como en todas las casas, se construía el nacimiento navideño. Primero se conseguía la rama de espino, que sería el plano de fondo de nuestra obra. Como la rama tenía espinas allí se clavaban tejocotes, entre las hojas se colocaban flores de papel recortadas por las niñas y los niños y diversos adornos (esferas y foquitos de colores).

En segundo lugar, se colocaba el portal sobre una base de pascle (o paxtle), lo más amplia que el espacio permitiera. Se distribuían las casitas de barro o de cartón, la nieve se representaba con algodón, el agua con papel brillante, la laguna con un espejo y lama (recogida en las barrancas) para simular áreas verdes y, entonces, se ponían los borregos, patos, cochinos, gallinas, etc. (todos de barro).

En tercer lugar, se colocaban los misterios en el portal, José y María, resguardados por un ángel y acompañados de la mula y el buey. En el camino se dejaban ver los reyes magos y arriba la estrella de Belén. Alrededor del portal se situaban los pastores y siempre, en un lugar de privilegio, la Nacha y el Serafín. El pesebre permanecía vacío hasta el acostamiento del niño, el 24 de diciembre.



La Nacha y el Serafín fueron personajes de la vida real (Conviene aclarar que en Teocelo era común anteponer artículos a los nombres propios). De ella, la Nacha, se desconocía su historia, era invisible, como los son aún muchas mujeres. A él, por el contrario, le conocimos durante la niñez, fue un hombre trabajador, un cargador atento y servicial, que perdió la vista a causa de la diabetes.

Hace algunos años la vida nos concedió el privilegio de visitar Asís (Italia), la tierra de Francisco, el inventor de los “nacimientos” (representaciones del nacimiento de Jesús) y, en aquella ciudad, se actualizaron los recuerdos, resumidos en pocas palabras: la dignidad de la persona humana.

Desde la visión infantil, la situación de la Nacha y el Serafín era obra de la fatalidad. Al estar en Asís, caímos en la cuenta de que aquella situación no fue resultado del destino o sino, que determina las desgracias, había sido un fruto amargo de la opresión que prevalecía y prevalece en los pueblos de la región.



Entonces resolvimos desmitificar a la Nacha y al Serafín, su vida debe tener algún sentido. ¿Acaso ellos no fueron personas? La pregunta, hoy, evoca el adviento en Santo Domingo (1511) y a fray Antonio de Montesinos:

“Esta voz dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertos y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los adoctrine, y conozcan a su Dios y Criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y los domingos? Estos ¿No son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tal profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto, que en el estado en que estáis, no podéis más salvar, que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo”. Fray Antonio de Montesinos (ua.es)

Volvamos a nuestra historia. “En Teocelo, Veracruz, caminaba por el pueblo una pareja de invidentes”. A los invidentes se les califica como “discapacitados” (discapacitados visuales en este caso), se proclama que gozan de los mismos derechos que todas las personas en este país, pero se limita o se suprime la posibilidad de ejercer sus derechos por sí mismos. Consecuentemente, no pocos terminan deambulando por las calles y pidiendo “limosna”.



Es decir, también son discapacitados jurídicos, ya que, aunque tienen la capacidad de goce de sus derechos, están excluidos de la capacidad de ejercicio de los mismos. Los demás sujetos de derechos se niegan a mirarlos como semejantes y no se percatan que el círculo de los discapacitados jurídicos es muy amplio. En realidad, son pocos aquellos que tienen capacidad de goce y ejercicio pleno de los derechos fundamentales. Y, entonces, los derechos así ideologizados son privilegios.

A la Nacha y al Serafín se asemejan el resto de los llamados “discapacitados”. También se asemejan a ellos los integrantes de los pueblos originarios, que son los más pobres entre los pobres. Igualmente, son semejantes el raudal de mujeres aún invisibles. Qué decir de los migrantes, hoy condenados a ser errantes o los enfermos que sufren mil y una pandemias o aquellos que sufren persecución religiosa o por sus preferencias sexuales o por su estado civil. La Constitución política de México añade “...o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos o libertades de las personas.”

[email protected]