Ir a Menú

Ir a Contenido

Sección: V?a Correo Electr?nico

Lecciones de las elecciones

Rafael Arias Hern?ndez 05/07/2012

alcalorpolitico.com

Una y otra vez, de muchas formas lo experimentamos o sabemos. Pero también, una y otra vez, nos negamos a ver lo que es notorio y evidente. En muchas formas sólo vemos lo que queremos ver. No aprendemos y la historia se repite.

¿Cuáles son las lecciones de las elecciones?

Es, la pregunta por la que todos deberíamos empezar. Sólo así empezaríamos a entender y a explicar por qué no avanzamos o lo hacemos inseguros y con dificultades, compleja e inestablemente. Somos, en gran parte, responsables de que logros y avances sean más difíciles, lentos y costosos; y también, de las pérdidas, sacrificios y retrocesos. Se comete el error, lo demás son consecuencias.

Imprescindible saber qué no hacemos, así como lo que se hace bien o mal. Indispensable dialogar, reflexionar y aprender de las lecciones de las elecciones.

En cualquier caso, estamos frente a la oportunidad más popular de la democracia representativa: la elección. Hay que aprovecharla, no sólo al ejercer oportuna y responsablemente derechos y libertades; sino también, asumiendo una actitud positiva y constructiva hacia la democracia representativa, y la elección, como su proceso central. Actitud y esfuerzo que permitan fortalecer y mejorar un sistema político en manos de seres humanos, de todos y para todos. Esto es, hay que identificar fortalezas y debilidades, precisar aciertos y errores, para consolidar unos y corregir o substituir otros.

Ahora y siempre, es preciso tener siempre presente que los electos reciben la responsabilidad y confianza, las atribuciones y recursos gubernamentales para representar a la sociedad y, por lo tanto, para convertirse en servidores públicos a su servicio. Servidores, no dictadores y mucho menos ineptos, negligentes o delincuentes.

Nunca olvidar, que el ser electo, no es una concesión para tomar lo que sea y disponer lo que se quiera. Ni tampoco es un otorgamiento de autoridad sin deberes y obligaciones. Sobresaliendo, de entre todas, atender y resolver las necesidades, reclamos e inconformidades de la población. Buenos resultados es lo menos que se espera y por lo que se supone se comprometen al aceptar el cargo, cobrar y disfrutar de las prestaciones y atribuciones que significa gobernar. Buenos resultados efectivos y no de palabra, de saliva.

En fin hablamos de la oportunidad de elección, que encierra indivisiblemente la de elegir y ser electo, la de ganar o perder, la de aceptar o impugnar. Oportunidad que, por cierto, no es la única. De la otra que no usamos, ni aprovechamos, y ni siquiera nos acordamos, es la de la revocación.

¿Por qué la mayoría absoluta no decide en México? ¿Qué pasa con la segunda vuelta?

El reto es avanzar en procesos electorales democráticos, plenos de certidumbre, credibilidad y confianza. Procesos que garanticen legalidad y legitimidad, para determinar la representación pública, mediante la elección; y sostenerla, orientarla o cambiarla con más y mejor participación. Actividad y no pasividad. Reconocer y apoyar, a quien obtiene la mayoría absoluta, en procesos electorales que observen rigurosamente leyes establecidas y reglas convenidas, para que no se conviertan en ferias de cinismo, ni en exaltación de los diversos tipos de delincuencia electoral; tampoco, en negación, condicionamiento y manipulación de derechos y libertades.

Como siempre, queda pendiente el importantísimo tema de la Democracia dentro de los partidos, así como la falta de respeto a los derechos de militantes y simpatizantes. Mucho por hablar y por hacer, acerca de la partidocracia convertida en conjunto de concesiones y franquicias electorales, con el apoyo de cuantiosos recursos públicos.

Democracia sin participación es sumisión

Y respecto del fortalecimiento de la democracia participativa, ya mejor ni hablar: pocos muy pocos políticos y gobernantes; partidos, medios de comunicación y organizaciones sociales, están interesados en la legitimación gubernamental, mediante la participación ciudadana y social permanentes. Viaje pendiente de la democracia representativa a la participativa. Aplazar es el dominio de los intereses establecidos.

Deudas, rezagos, pendientes, promesas incumplidas, compromisos olvidados. Todo pasa y, desde luego, las limitaciones, sacrificios y retrocesos los padecen la mayoría, los de siempre. Luego entonces, ¿para qué sirven los electos convertidos en gobernantes, pero no en servidores públicos?

Sobre todo, cuando los problemas no se atienden ni resuelven con oportuna y eficiencia. Pobreza y desigualdad crecientes. Incertidumbre e inseguridad evidentes. Crisis, recesión y estancamiento recurrentes. Desempleo, informalidad y falta de seguridad social. Y ahí están los hechos que hablan de los pocos y nulos resultados, de la mediocridad y la ineptitud, de la negligencia y la delincuencia crecientes en los diversos órdenes de gobierno.

De ahí que es oportuno y pertinente preguntarnos sobre la consistencia y efectividad de la Democracia. Aprender de sus lecciones. Sobre todo, si se parte del principio insustituible de que los servidores públicos deben servir a la sociedad y no al revés.

La razon primigenia

Lo importante, en principio, no sólo es determinar y elegir quienes deben gobernar. Lo importante también, que no se puede ignorar, ni negar, es la razón primigenia de la política, el gobierno y la democracia. La razón, la planteo muy bien Karl Popper en forma de pregunta permanente; misma, que siempre es conveniente recordar. Sobre todo, si tenemos presente la indiscutible característica de la condición humana: su falibilidad, su tendencia a cometer errores. Bien se sabe, que ningún humano es perfecto.

La clave, según Popper, es preguntarnos insistente y claramente ¿qué podemos hacer con los mediocres, malos, peores y delincuentes gobernantes?

La respuesta está en esforzarnos por entender, trabajar y perseverar, en configurar, actualizar y fortalecer nuestras leyes e instituciones públicas, incluyendo desde luego los gobiernos, para fortalecer su capacidad de atención, previsión y respuesta.

De modo que los dominadores (o gobernantes) malos, incapaces o peores, que naturalmente Intentamos evitar, pero que, no obstante, no es fácil, ni rápido hacerlo, al deshacernos de ellos, ocasionen los menores daños posibles, y sin derramamiento de sangre.

Razón primigenia: deshacerse de los inútiles, malos y peores gobernantes, lo más rápido posible y al menor costo. ¿Por qué esperar todo el término o periodo, acumulando pérdidas y daños (algunos irreversibles)?

Y, desde luego, reconocer, apoyar y alentar a los que cumplan, comprobándolo en los hechos, en los logros y avances.

La democracia al principio y al fin; antes, durante y después, es nuestra responsabilidad y de nadie más.

En todo caso, ciudadanía y sociedad en general, tienen la obligación de gobernar al gobierno, o padecer las consecuencias de no hacerlo. Esto es, entre otras: soportar sus errores, injusticias y abusos; pagar las pérdidas, derroches y deudas que cause; y soportar las limitaciones y sacrificios que origine la irresponsabilidad gubernamental.

Gobernar al gobierno es la esencia de la democracia.