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Sección: Estado de Veracruz

Legado del 68: ¿Hemos aprendido la lección?

La demente guerra militar contra el crimen organizado ha criminalizado a los jóvenes, como en el 68, convirtiéndolos en sujetos de sospecha, represión y aniquilamiento

Víctor A. Arredondo 11/10/2018

alcalorpolitico.com

(Tercera de 3 partes)

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¿Qué lecciones nos deja el Movimiento del 68 y su patético espejo de lo sucedido en Ayotzinapa? ¿Qué podemos aprender de la generación juvenil del 68 y de la que le sigue? Primero, que una parte de la solución ‑de lo que pareciera el desmantelamiento acumulado de la fortaleza nacional‑ se encuentra en los propios jóvenes. Y con ello me refiero tanto a su organización colectiva como al compromiso que asuman por su propia superación personal. Deben revelarse ante el engañoso predicamento del éxito exprés; esto es, al que convocan los falsos políticos, los maleantes, los empresarios de la muerte.

El mayor éxito está en hacer el bien, en la solidaridad, en el correcto equilibrio entre el bien común y el individual, en la trascendencia social. Hoy los jóvenes cuentan con herramientas eficaces tanto para allegarse conocimientos y cultura como para consolidar sus redes de colaboración. Ello les ofrece un potencial incalculable para influir en el cambio social basado en ideales y metas sólidas de ascenso individual y colectivo.



La expresión estética, artística, humanista, intelectual de alto nivel, no es sólo para los iluminados, los privilegiados o para los “fifís”, debe ser una aspiración popular generalizada que se convierta en el gran motor de despegue de nuestra sociedad. La merecida crítica hacia la “tecnocracia apolítica”, sin base social, tampoco debe significar un escondite para los que desprecian el conocimiento experto, la capacidad mostrada con base en resultados verificables; ni tampoco un justificante de la ignorancia. No hay progreso sin educación; y a mayor educación, mayor prosperidad individual y colectiva.

La generación de los sesentas y setentas del Siglo XX ya lo demostró. Si bien la capacidad de promoción cultural y de valores es mucho mayor hoy, también es cierto que las tecnologías de la comunicación pueden ser usadas para promover el oscurantismo, los antivalores, la apatía social, el cortoplacismo o, peor aún, la delincuencia. A los líderes juveniles les corresponderá asumir el papel que habrán de tener en sus respectivas generaciones y su grado de aporte social basado en una mística trascendente.

A las instituciones educativas les corresponde integrar y articular los esfuerzos académicos sobre objetos concretos de estudio y de aplicación de conocimientos para la solución de problemas en situaciones específicas de la realidad social. Así, los estudiantes y el personal académico sumarían esfuerzos para analizar, explicar y actuar, con niveles de complejidad creciente, sobre necesidades puntuales de su entorno.



Desde los centros educativos se deben generar aportaciones a las grandes demandas sociales, mediante la coordinación y colaboración con proyectos públicos, privados, civiles que asuman el mismo objetivo. Y desde luego, tendrán que responder al llamado de la historia para que en sus recintos se revitalice la función sustantiva de la formación integral, enriquecida con las distintas manifestaciones de una vida cultural en apogeo.

Desde la política y la administración pública, no sólo se deben promover mayores oportunidades y opciones educativas, sino que se debe garantizar que sean de alta calidad y pertinencia social. De otra manera, esa oferta se constituye en fraude social porque perpetúa las desventajas de los menos privilegiados debido al desplazamiento que sufren por una formación deficiente.

La demente estrategia gubernamental de guerra militar contra el crimen organizado debe eliminarse. Ha criminalizado a los jóvenes, los ha convertido de nuevo, como sucedió en el 68, en sujetos de sospecha, represión y aniquilamiento. Se requiere una solución sensata que les quite el negocio sucio a los criminales.



En la apertura de nuevas oportunidades de educación y empleo alternativo, las tecnologías permiten ofrecer educación a cualquier hora y en cualquier lugar, la actualización docente y el acceso a recursos didácticos de primer nivel y el desarrollo de nuevas fuentes de trabajo hacen posible, llevar lo mejor a donde más se necesita, siempre y cuando se generalice la distribución de la necesaria infraestructura digital.

Un proyecto transversal de esa naturaleza es de altísima prioridad nacional. Los programas de servicio social, extensión comunitaria y de acceso a la educación en línea se deben convertir en iniciativas centrales del sector público y de sus aliados potenciales. Su misión debe ser la de empoderar a la gente a través de su propia percepción de autoeficacia, basada en el uso de conocimiento especializado que apuntale la organización social, la productividad sustentable, la vida armónica con los miembros de su comunidad y con la naturaleza.

Y a la sociedad en su conjunto, que incluye al Estado mexicano, las organizaciones sociales, no gubernamentales y civiles, las empresas y los ciudadanos, nos corresponde promover la noción de que la educación es la mejor herramienta para lograr el bienestar individual, la equidad social y, por tanto, el progreso colectivo. Y en ello, el aprendizaje de por vida, la socialización del conocimiento y la formación integral son motores esenciales.



Cuando se logra recrear la Educación Clásica Griega, sustentada en el autoconocimiento, el pensamiento reflexivo, la formación del carácter, los principios cívicos y éticos, la empatía y solidaridad social, la autoeficacia, la resiliencia, la búsqueda persistente de un sentido de vida trascendente, se pone el énfasis educativo donde debe ser.

Más allá de las capacidades disciplinarias de los futuros profesionales y técnicos, y de las prácticas cívicas correctas, es necesario promover repertorios, habilidades y actitudes complementarias desde la familia, las instituciones educativas, las organizaciones sociales, los medios de comunicación, los programas culturales y las asociaciones ciudadanas.

El mundo de hoy exige habilidades para la búsqueda, análisis, procesamiento y aplicación de conocimiento en la solución de problemas concretos; pericia en la comunicación, la organización colectiva y la colaboración en equipo; una formación integral fundamentada en el cultivo de valores universales que conduzcan a la realización plena, al compromiso por el bienestar de uno mismo, de los demás y del entorno que nos pertenece a todos, pero especialmente a las nuevas generaciones.



El idealismo y energía de los jóvenes puede ser ejemplo y pauta para asegurar la prevalencia armónica del planeta.

Presentado en “Jornadas Académicas: De Tlatelolco a Ayotzinapa, un paso adelante y tres atrás”. Auditorio del IIHS, UV. Octubre 8, 2018.