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Sección: Vía Correo Electrónico

Los militares y la Guardia Nacional (I)

Jorge Salazar García 27/05/2019

alcalorpolitico.com

“… Oh patria, querida, que el cielo, un soldado en cada hijo te dio”

Cursaba el 4º grado de primaria cuando un militar visitó la escuela para rendir honores a la bandera. En ese tiempo (60s) los juegos infantiles eran de intensa interacción con los amigos del vecindario. Por la tarde-noche, sentados en las piedras colocadas en círculo bajo la única luz del barrio nos contábamos cuentos y aventuras desde los cuales prefigurábamos el adulto que deseábamos ser. No teníamos televisión en casa ni existían computadoras o celulares todavía.

Cuando nos preguntábamos qué queríamos ser de grandes, las respuestas eran, generalmente, bombero, policía, maestro, médico o soldado, debido a que estas ocupaciones gozaban de gran prestigio entre los adultos-“hacen el BIEN”- nos decían; y, nosotros, claro está, deseábamos hacerlo también. El policía atrapa ladrones, el médico cura enfermos, el maestro enseña a leer y el soldado defiende la Patria; eso lo sabíamos y ¡nos bridaba seguridad! El impacto ocasionado por aquel visitante perfectamente uniformado, hizo cambiar a varios de mis amigos su primigenia vocación de bombero o médico por la de militar, al menos eso dijeron en el recreo. No, yo no lo hice; pero desde el siguiente lunes canté con más orgullo el himno nacional, sobre todo la parte que dice “¡oh Patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio”. Al terminar la primaria, supe que el uniforme obligatorio en una secundaria era de tipo militar. Para entonces, la admiración había crecido al enterarnos que la tropa estaba conformada por campesinos y trabajadores de oficios vario, gente pobre púes, como nuestros padres. Esta identificación y ese uniforme escolar determinaron inscribirme en esa escuela, no mi profesión. El ejército mexicano de ese entonces no inspiraba miedo. Después, al recibir más información y saber de la existencia de una aristocracia militar al servicio de los políticos para reprimir estudiantes, trabajadores, campesinos o rebeldes, aquella simpatía se convirtió en miedo y rechazo, cuyo clímax se alcanzó en la consigna zapatista “Chiapas no es cuartel, fuera ejército de él”(1994).



El preámbulo viene a cuenta por la decisión del Presidente de mantener a soldados y marinos en las calles cumpliendo funciones para las cuales NO fue formado. La aprobación de la Ley de la Guardia Nacional y normas relativas (Ley General del Uso Legítimo de la Fuerza y la Ley Nacional del Registro de Detenidos) legitima las funciones castrense fuera de los cuarteles en tareas de carácter civil. Una determinación así debe ser analizada sin fanatismos, buscando no enfadar a ningún tigre y reconociendo la parte honorable de las fuerzas armadas. Las discusiones se están centrando en las leyes, pero a mi consideración, ese no es el problema, primero porque México ha tenido estupendas y magnificas normas, lo grave es su NO acatamiento y la impunidad con la que se hace. Imagínense, si un civil las viola con desparpajo, cuantimás un militar.

Es evidente que el “comandante supremo” está convencido de que legalizando las funciones policiacas de las fuerzas armadas logrará disminuir la violencia y la inseguridad en las calles del país y todos deseamos así suceda. Sin embargo, la naturaleza de los uniformados (soldados y marinos), el descrédito ganado a pulso durante las dos guerras (la sucia y contra el narcotráfico) y la IMPUNIDAD con la que transgredieron derechos fundamentales algunos de sus miembros, nos conduce a un realismo pesimista. Ante la acumulación de abusos cometidos por elementos castrenses, casi ninguno castigado, el Ejecutivo debe tener un plan “b” para evitarlos en el futuro; si esto no ocurriera en corto plazo, los ciudadanos tienen el derecho de exigirle regrese los soldados a sus cuarteles. Deseo con toda el alma éxito a la Guardia Nacional y ver disminuir sensiblemente las incidencias delictivas de sangre, secuestro, extorción y despojo, pero bajo un mando totalmente CIVIL. Los militares deben regresar a sus bases a cumplir con las funciones conferida en las 5 fracciones del artículo primero de su Ley Orgánica (defender la integridad, la independencia y la soberanía de la nación, seguridad interior, desastres,.. ).

Seguramente AMLO, confía en los acuerdos tomados durante la transición para nombrar a los titulares de las secretarias de Defensa y Marina, pero si ningún mando corresponsable de la guerra sucia es procesado, estos seguirán bajo las órdenes de quienes consiguieron su IMPUNIDAD, y eso no es bueno. Tal vez, el presidente no tenga otra alternativa mejor que adoptar a esos hijastros descarriados adoptando el pragmatismo de Franklin D. Roosevelt quien al invitar al dictador nicaragüense Anastasio Somoza en 1939 a la casa blanca dijo: ”Puede ser que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”…