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Sección: Estado de Veracruz

Las palabras de la ley

Martillo de las brujas

Salvador Martínez y Martínez Xalapa, Ver. 30/10/2019

alcalorpolitico.com

Hoy estamos ante una ideología que pretende legitimar (justificar) el poder de castigar a determinadas personas, no por lo que hacen sino por lo que son. El Martillo de las brujas es uno de los antecedentes más completos del enemigo en el derecho penal. En el derecho penal de autor, el enemigo no es una persona (es un ser inferior o un subhumano); en tanto que, en el derecho penal de acto, el infractor es una persona.

El Malleus Maleficarum fue compilado y escrito por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, quienes aseguraron en el libro que les habían sido otorgados poderes especiales para procesar brujas en Alemania por el Papa Inocencio VIII, por medio de un decreto papal del 5 de diciembre de 1484; pero —aseveran los conocedores— este decreto había sido emitido antes de que el libro fuese escrito y antes de que sus planeados métodos fueran dados a conocer.

Al decir de Eugenio Raúl Zaffaroni, el libro Martillo de las brujas expresa los elementos de la estructura discursiva de las emergencias y en los siglos siguientes hubo múltiples impulsos del poder represivo so pretexto de males gravísimos que amenazan la existencia de la especie. Sus discursos, asevera este autor, se elaboran siempre de la misma manera:
  1. Identifican algo dañoso que produzca miedo a la gente; refuerzan los miedos y los prejuicios a su respecto; magnifican el peligro hasta generar pánico social.

  2. Imputan el peligro a grupos vulnerables considerados siempre inferiores y hasta subhumanos; desautorizan y estigmatizan a quienes niegan sus exageraciones o invenciones; neutralizan los argumentos de autoridad que provienen de su propia fuente.
  3. Presentan al poder punitivo (poder de castigar) como el único medio para conjurar el peligro; descalifican también a quienes niegan que con el poder punitivo pueda resolverse el problema; se presentan como inmunes al mal que pretenden conjurar y a cualquier forma de corrupción.
  4. Señalan como enemigos públicos a quienes denuncian su corrupción; frente a la amenaza de un peligro tan enorme que puede hacer desaparecer a la especie, muestran como razonable que el poder punitivo se ejerza sin límites frente a ella, o sea, que surge un poder de excepción sólo para estos casos; el último paso es convertir la excepción en regla y cancelar los límites para todo el poder punitivo.

Aquellos que saben de esto suelen explicar que Malleus Maleficarum (del latín: Martillo de las Brujas), es probablemente el tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución de brujas y la histeria brujeril del Renacimiento.

El tratado —nos dicen— es un exhaustivo libro sobre la caza de brujas, que, luego de ser publicado primeramente en Alemania en 1486, tuvo docenas de nuevas ediciones, se difundió por Europa y tuvo un profundo impacto en los juicios contra las brujas en el continente por cerca de 200 años. Esta obra es notoria por su uso en el período de la histeria por la caza de brujas, la cual alcanzó su máxima expresión desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII.

Quienes han estudiado en qué consiste el Martillo de las brujas, explican que el mismo está dividido en tres secciones. La Parte I busca probar que la brujería o hechicería existía. Detalla cómo el Demonio y sus seguidores, las brujas y hechiceros, perpetran una plétora de males «con el permiso de Dios Todopoderoso». Más que explicar esto como un castigo, tal como muchas autoridades eclesiales de la época hacían, los autores de este libro proclaman que Dios permite estos actos, con tal que el Diablo no gane poder ilimitado y destruya el mundo.



Parte de esta sección explica por qué las mujeres, por su supuesta naturaleza más débil e intelecto inferior, son por naturaleza más propensas a la tentación de Satán que los hombres. El propio título del libro contiene la palabra maleficarum, la forma femenina del sustantivo y los escritores declaran (incorrectamente) que la palabra femina (mujer) es una derivación de fe+minus, sin fe (o infiel, o desleal).

Al pretender plantear el tema y tratar de señalar el problema del contexto, observamos dos dimensiones: una de carácter general y otra de carácter particular. De modo general, no podemos perder de vista que existen graves errores que acompañan a los seres humanos por siglos, hasta que algún ignorado genio ético se percata del mismo e inaugura un discurso crítico.

De manera particular, no se pierde vista una ideología que pretende legitimar el poder de castigar a determinadas personas, no por lo que hacen sino por lo que son. En esta ocasión —tras la pista marcada por Eugenio Raúl Zaffaroni en su Manual de Derecho Penal, Parte General, 2005— nos embarcarnos en el tema de la fundación del discurso de emergencia que responde groserías: Malleus maleficarum (Martillo de las brujas).



No estamos ante un simple dato que ni siquiera debiera ser digno de memoria, el problema del contexto es que estamos frente a la primera o principal expresión de un programa represivo que perdura hasta nuestros días y que se ha extendido en el mundo, aún cuando ha variado su contenido y que hoy lo varía con frecuencia. Se trata de un programa que apareció para quedarse y que es de contenido variable (inseguridad, terrorismo, tráfico de drogas, enfermedades, etcétera).

Además, en México, burla la esperanza que se había concebido con el párrafo quinto del artículo 1° de la Constitución Política de México: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.”



Memorable debiera ser el primer libro enteramente dedicado a la crítica del Malleus y de la práctica inquisitorial, que fue publicado en 1631 con el título de Cauto criminalis, escrito por Friedrich Spee von Langenfeld (1591-1635).

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