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Sección: Estado de Veracruz

Mauricio Salamanca, de albañil a pintor de Chichicaxtle

- También imparte talleres a niños de El Farallón, Chachalacas, Cardel y Actopan

- El puente del Rey es su inspiración, el mismo que pintaba Mauricio Rugendas en el siglo XIX

- Lo bonito de la pintura es que a las personas las sensibiliza y dejan de ser comunes, expresa

Miguel Valera Chichicaxtle, Ver. 14/03/2021

alcalorpolitico.com


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“El puente ha sido mi musa, mi fuente de inspiración. Es el cuadro que más he pintado”, me dice Mauricio Salamanca Aguilar. “Ahora me dicen Salamanca y sus puentes y me gusta, está bien, porque la verdad disfruto mucho hacerlo”.

El pintor oriundo de esta comunidad del municipio de Puente Nacional, ubicada a 75 kilómetros de Xalapa, se refiere al Puente del Rey, una impresionante infraestructura que permite el paso en el río Hutizilapan o La Antigua y que fue construido a inicios del siglo XIX por los hermanos José y Manuel Rincón con el diseño del arquitecto Manuel Tolsá.

Entrevistado en la Casa del Campesino, de Chichicaxtle, en donde también se desempeña como albañil, profesión a la que le llevó su padre y a la que se ha dedicado toda la vida, Mauricio Salamanca muestra un mural construido ahí para recreación de los habitantes de este pueblo cañero.



“Este es otro puente. No es mi contemporáneo, debe tener 80 o 100 años y aquel está cumpliendo los 200 años, pero es un monumento muy bonito, siempre lo he admirado mucho, me ha inspirado. He pintado solamente dos veces en vivo ahí en el puente, pero quiero seguir haciéndolo”, expresa.

Respaldado por la Administración municipal que preside el alcalde Fabián Sartorius Domínguez, “El pintor de Chichicaxtle”, además del trabajo de albañilería que realiza, da clases en El Farallón, en Barra de Chachalacas, en la casa de la cultura de Cardel, en Actopan y en Chichicaxtle. Tiene unos 70 alumnos.

“Soy autodidacta, me he ido nutriendo, he tomado cursos y me he acercado a las personas indicadas. En los talleres no les digo vengan, les voy a enseñar. No, les digo que vamos a compartir, a aprender juntos, porque así es como yo trabajo”.



“Un niño ve un árbol de una manera común y corriente, pero después de tomar lecciones de pintura lo ve diferente, empieza a verle forma, sombras y luces. Eso es lo bonito que tiene la pintura: a las personas las sensibiliza y dejan de ser comunes y corrientes”.

“De eso se trata la cultura, el arte y es lo que yo hago. Quisiera tener más tiempo, porque ahorita estoy hasta arriba pegando block, en el solazo y me da el aire y veo los árboles que están allá y veo unas palomas y me pasan por aquí y me dan hasta ganas de gritar de gusto, de lo bonito. Ahorita me regreso, me transformo, doy de vueltas como la mujer maravilla y me voy a Actopan a dar mis clases”, indica Mauricio Salamanca Aguilar, apenado por su ropa de albañil, llena de polvo, cal y cemento.

Pero con todo y su interés por la pintura, Salamanca sigue haciendo trabajos de albañilería. —¿Por qué sigues en este trabajo que es tan duro y tan difícil?, le pregunto. “Eso es algo que la gente me dice también, ¿qué andas haciendo ahí?, pero es que soy loco. Hace algunos días me caí. Hay accidentes, es pesado y ahora con los soles de entre 30 y 40 grados, es duro, pero desde chamaco me hice así. Desde chamaco”, comenta.



“Tengo 52 años y lo sigo trabajando. Ya lo voy a ir dejando paulatinamente, porque así paulatinamente me está llegando todo esto de la pintura y la tengo que atender porque a final de cuentas ahí es donde quiero quedarme. Es algo que no puedo detener, definitivamente, que surge de acá”, me muestra su pecho.

Quisiera más horas luz


Nació pintor y músico, pero ha sido albañil toda su vida. Cuando empezó a pintar canas se dio cuenta que había perdido mucho tiempo y desde lo profundo de su ser, ha sentido la necesidad de pintar, de volar, de liberarse, porque para él eso significa el arte.

“La verdad quisiera que los días fueran más grandes. Quisiera que hubiera más horas luz. Me he dado cuenta de que tengo mucha obra por hacer”. Ha querido dejar de construir, pero la gente lo busca. “No he podido, pero además tengo la necesidad de pintar, de sacar todo lo que está comprimido adentro”, me comenta mientras pone sus manos en el pecho.



“Eso es para mí la pintura, una oportunidad de volar, de salir”, refiriendo, quizá sin querer, la raíz latina de “exsistere”, “existir”, esta fuera, más allá de la vida, en la conciencia y en el papel que nos toca como seres humanos en esta fiesta del mundo. “Todo está perfecto. Dios no se equivoca. Nosotros tenemos que sabernos acomodarnos al tiempo”, señala el loco de Chichicaxtle, como él mismo se define.

—El pintor de los puentes, el pintor de Chichicaxtle, le repito.

“Así es. Aquí nací, aquí crecí y aquí me estoy haciendo grande y sigo disfrutando las calles de mi pueblo. La gente todavía me dice buenos días, buenos días, buenos días”.



“Cada vez que paso por el puente este siento su vibración, que somos amigos desde hace tiempo, por eso me gusta pintarlo y en honor a ese puente hice este mural en la casa del Campesino”, me dice, luego de que fue llamado por el alcalde Fabián Sartorius Domínguez para mostrar la obra,en un evento donde entregó 120 escrituras de propiedades regularizadas, luego de una larga lucha de los pobladores por tener certeza jurídica para sus propiedades.



“Este hombre nació con este gran talento”, apunta el munícipe Fabián Sartorius. Salamanca asienta. Cree que también lo heredó de su abuelo, quien fue buen músico y pintor. Desde niño, añade, empezó a ganar concursos por aquí y por allá, sin embargo, escondió ese talento y siguió con la construcción.

“También me puse a trabajar en la música. Se va a oír mal, pero perdí un poco de tiempo en la música, me olvidé de muchas cosas, cuando ya los años me sorprendieron, cuando empecé a pintar canas, me di cuenta de que yo tenía olvidado lo que era la pintura y empecé a sacar esto que llevo dentro”, reitera.

El puente de Chichicaxtle



“Desde chamaquitos nos mandaban al kínder, estaba de aquel lado, siempre pasábamos por este puente, estaba un molino y como aquí celebran el 20 de enero, al campesino, entonces nació la idea de hacerles un mural para que cada vez que vinieran y festejaran se recrearan un poquito y miraran esto”.

“Es el puente visto desde el otro lado. Antes había una peluquería de un señor muy conocido aquí en el pueblo donde la gente solía ir a platicar a pasarse un rato y yo lo quise recrear ahí lo puse. No hubo fotografías, no hubo nada, solo de lo que me acordé”.

“Y ahí una casa que no es tal cual, pero son como estaban en su tiempo y pues la perspectiva la fui a buscar en una fotografía y la transporte. Se ve el molino viejo, el puente, la peluquería, una de las casas viejas y los árboles que ahí están, le llamamos frutillos y el puente, muy conocido aquí, del ferrocarril, donde pasamos todos los días por él”, me dice al explicar la obra de la Casa del Campesino.



—¿Es el arte innato, natural en ti?

“Sí, me atrevo a decir que sí. Según me platica mi abuelo Enrique Salamanca López, era muy bueno para pintar aparte de que también le gustaba mucho la música era mucho mejor que yo”.

“Prácticamente todo empezó así, ganando concursos en la primaria, en la secundaria. La pintura la tuve como algo escondido. Luego empecé a trabajar la construcción, que fue lo que me enseñó mi papá. Todos me conocen aquí porque trabajo la construcción”.



Por esa necesidad de pintar, Salamanca buscó a otros artistas, tomó cursos con maestros de la Universidad Veracruzana. “La pintura me está dando mucho, trabajo en aulas, doy clases, hago murales, pinto en caballete. Me está yendo bien, a la gente le gusta mucho el trabajo que realizo y eso me hace sentir muy satisfecho”, expresa.

“La cultura, el arte, viene con uno. Mi abuelo era músico, era pintor y sería mucha casualidad que a mí me apasione la música, la pintura. En tiempos diferentes, pero lo sentimos, lo estoy llevando a cabo. No quiero entregar mis días sin haberlo intentado”.

“Actualmente también trabajo con el IVEC, el Instituto Veracruzano de la Cultura, también damos algunos cursos. Tengo 8 años trabajando en la casa de la cultura en Cardel. Me acomodo los horarios. Tengo muchísimos murales en la zona. La Gloria, Cempoala, Cardel, Puente Nacional y toda esta zona. Con gusto los hago. También me han buscado para hacer retrato familiar e individual. Los hago, pero no me divierto mucho, porque no me libero, no tengo esa sensación de libertad y me gusta mucho más pintar esas cosas porque ahí sale todo lo que está comprimido adentro. Eso es, para mí la pintura es una oportunidad de volar, de salir”, concluye.