Ir a Menú

Ir a Contenido

Sección: V?a Correo Electr?nico

Mayoría relativa, democracia incompleta

Rafael Arias Hern?ndez 18/07/2012

alcalorpolitico.com

Cierto que uno de los problemas centrales de la democracia es cuantitativo o simplemente aritmético. Aparentemente basta con contar, con hacer sumas y restas para encontrar quién tiene la mayoría y ya.

Sin embargo aquí empiezan los problemas, porque debe ser la mayoría absoluta y no la relativa la que represente y gobierne.

Esto es, de todos los participantes debe ser la parte que claramente signifique a los que son más; y no el de una minoría mayor entre las minorías, la que reciba lo que propiamente se debe calificar como representación pública democrática.

La votación distribuida entre casi tres tercios, es un claro ejemplo de una falta de definición consistente y congruente, sobre quién tiene la credibilidad y confianza de la mayor parte. No saberlo, de entrada, innecesaria e injustificadamente, provoca tensiones, enfrentamientos, conflictos e inestabilidad, que se puede prolongar más allá de la toma de posesión, con los consecuentes daños y pérdidas de recursos y oportunidades para gobierno y gobernados.

Y a la vez, fortalece esa cultura política de la conveniencia propia; de la tranza para facilitar o impedir la gestación e instalación de representantes públicos y gobiernos con la legitimación y apoyo popular imprescindibles. Cultura política de la negociación en lo obscurito; de los acuerdos a espaldas de la voluntad y la opinión públicas; y que, por experiencia y conocida historia, propicia negociaciones, alianzas y decisiones, que el electorado no necesariamente propone o respalda, que pueden incluso ir en contra de los intereses, expectativas y bienestar de la población.

En la breve historia democrática de México, es frecuente encontrar que gobierne la minoría más grande; y no, la parte que represente a la mayoría, simplemente porque la mayor parte del total participante no la seleccionó o está en su contra.
En muchas formas, la minoría mayor aunque pudiera ser legal (resultado de una ley incompleta, inapropiada y fuente de conflictos), no es representativa ni legítimamente mayoritaria.

De ahí que este tipo de gobierno de mayoría relativa no sea propiamente democrático, es decir no cuenta explícitamente con el respaldo de la mayoría absoluta y, por lo tanto, es relativamente democrático.

La mayoría relativa pertenece a la teoría y práctica de una democracia relativa, parcial o incompleta. Fuente de origen de simulación, inestabilidad y conflicto.
Situación que se agrava con la existencia de una partidocracia (y sus políticos), dispuesta a comportarse de cualquier forma que no perjudique o disminuya sus prerrogativas, beneficios y privilegios; comportamiento que puede incluir actividades delictivas como el uso y abuso de recursos, servicios y programas gubernamentales, o la disposición de dinero de dudosas fuentes, incluyendo las ilícitas, para operar subrepticia y casi libremente la inducción, manipulación, condicionamiento, manipuleo y hasta la compra de votos y documentos electorales.

Viejos problemas y conocidos defectos, de la democracia mexicana, que hacen imprescindible una Reforma Política, en cuya agenda, entre otros temas, es preciso establecer la segunda vuelta, para identificar con precisión quién tiene el consenso, el apoyo del conjunto y por tanto, saber si obtiene la necesaria legitimidad de la soberanía popular.

Principios y valores de la democracia

Pero hay otros problemas además del cuantitativo que deben atenderse y resolverse. Uno de ellos está vinculado con el libre ejercicio de derechos y libertades, en particular el del voto libre y secreto y los relacionados a los principios básicos que debe observar un proceso democrático:

El problema político electoral que vivimos los mexicanos es más serio e importante de lo que parece; o, de lo que nos quieren hacer creer los manipuladores de la comunicación antisocial, el entretenimiento enajenante y “el reality show” de la política irresponsable.

Lo que sucede respecto a la compra-venta de votos, al uso y abuso de las instituciones, sus atribuciones y recursos públicos en los actos, reuniones y promociones partidistas.

Lo que pasa con la manipulación y condicionamiento de programas sociales; el manejo discrecional y hasta delincuencial de presupuestos, personal, recursos y bienes muebles e inmuebles oficiales.

Lo que ha trascendido, de la comercialización política de apoyos, subsidios y rescates; y del tráfico de influencias, favores, canonjías y prebendas de servicios gubernamentales.

En resumen, lo notorio es que la democracia puede ser seriamente dañada, por la conducta criminal de quienes canalizan a su promoción personal o de grupo y en su momento en los procesos electorales, cuantiosos recursos públicos y privados, y otros de dudosa o ilegal procedencia.

Así de simple: la democracia está en riesgo y puede pasar de un estado institucional a uno delincuencial.

Este es, un problema ineludible, que requiere atención y solución urgentes. Que convoca al diálogo y debates públicos; y motiva a una amplia participación social y no sólo de políticos.

Para ello hay que empezar por actualizar leyes e instituciones; y, en especial, demandar que todo servidor público, demuestre en los hechos, que hay verdadera voluntad política de cumplir y hacer cumplir la ley, sin distingos ni privilegios. Que toda ley reformada o creada con tanto esfuerzo y esperanza no quede, como muchas, en letra muerta.

Sufragio efectivo y no en efectivo

En lo inmediato, se tiene que atender y no perder de vista, el curso y resultado de las elecciones, que debe ser estrictamente apegado a derecho y al mismo tiempo, atender los hechos que saltan a la vista, los pendientes, el trabajo incompleto y el mal realizado.

Así que, a corregir vicios y errores, para avanzar y no estancarse, ni retroceder. Mucho menos caer en polarizaciones y radicalizaciones, o en simulaciones y engaños.

Y hay que insistir, porque hay quienes cínicos, insensibles, o desmemoriados, niegan lo que se han convertido en una práctica descarada y creciente; en un probado uso y costumbre de la política delictiva mexicana; en una tradición del “líder gandalla y su rebaño de necesitados y muertos de hambre”. Como siempre, unos y otros se hacen de la boca chiquita y se acusan mutuamente.

En el colmo, hay quienes aseguran que el delito no lo es, si se comete por todos, total, que “tanto es tantito” en el crimen sin castigo.

De cualquier forma, elección tras elección, es evidente que avanza la teoría y práctica de la delincuencia electoral, con sus inevitables consecuencias, como el debilitamiento de la representación pública, las instituciones y las leyes. Hay quienes sospechan que en el fondo, se trata de debilitar el Estado de Derecho y convertirlo en lo que se conoce como Estado fallido.

El reto, hoy y siempre, es gobernar al gobierno y no permanecer refugiados en la pasividad y resignación, ni buscar siempre refugio en la recreación y distracción de la enajenación; y ni que decir, de aferrarse al ancestral consuelo, fácil de encontrar o imaginar, en el discurso y práctica religiosa de la oferta de un mundo mejor, siempre orientada a un futuro inalcanzable.

Ante esta situación, no es recomendable el escapismo o el aislamiento de una realidad que hay que enfrentar y cambiar. En toda democracia, sociedad y ciudadanos, no pueden ni deben dejar que el gobierno haga lo que quiera y disponga de lo que sea. De cualquier forma, atender y resolver este tipo de problemas requiere de un gran esfuerzo y participación efectiva.

La democracia es nuestra responsabilidad siempre presente, aquí y ahora.