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Sección: Estado de Veracruz

Médico propone enfrentar el COVID-19 con transfusiones de plasma “convaleciente”

- Donadores de plasma serían los portadores asintomáticos o con síntomas leves pues tendrían “anticuerpos” altamente efectivos contra la enfermedad

- Explica cómo las personas descendientes de “razas puras” están más indefensas ante nuevos virus

- Se protegería a personas con mayor riesgo y que el resto mantenga la planta productiva en marcha; el golpe más fuerte sería la crisis económica y social que se está fraguando

M.C. Jesús Omar Rodríguez Revoredo 04/04/2020

alcalorpolitico.com

M.C. Jesús Omar Rodríguez Revoredo
https://enfoquemx.wixsite.com/jesusomar

Los virus han existido desde mucho antes de que el hombre apareciera sobre la tierra. Se trata de micro-estructuras funcionales más que micro-organismos. Ni siquiera están considerados seres vivos, ya que se considera que la estructura básica de la vida es la célula y los virus son algo mucho más elemental.

Por esta razón requieren ingresar a una célula para poder replicarse. Esa es su razón su existir, multiplicarse, perpetuarse como un programa básico de computadora cuya finalidad es crear copias idénticas y funcionales de sí mismo. Con frecuencia, la utilización de la célula del huésped como maquinaria de replicación, termina con el malfuncionamiento y muerte de la misma. Una destrucción celular masiva llevará a la muerte del huésped y la extinción de los huéspedes disponibles finalmente llevará a la extinción del virus.



Los seres humanos hasta hace apenas pocos siglos, vivimos en “islas”, no había la movilidad que conocemos hoy en día y eso llevó a que los grupos humanos se desarrollaran separadamente unos de otros. Así, los seres humanos enfrentaron no sólo diversos ecosistemas desde el punto de vista macroscópico sino también a nivel microscópico.

Así, evolucionando por separado durante miles de años, cada uno de estos grupos humanos enfrentó diversos tipos de virus que se encontraban --y evolucionaban o mutaban-- en el lugar donde residían. Podríamos pensar que desarrollamos a través de milenios inmunoglobulinas (anticuerpos) capaces de hacer frente a estos invasores para evitar morir a causa de la enfermedad que podían causarnos pero de acuerdo a la teoría de Darwin, la respuesta puede ser mucho más fría. Somos los descendientes de las personas que tuvieron, por lotería genética, las herramientas inmunológicas necesarias para sobrevivir y dejar descendencia con la misma capacidad; el resto murieron.



Por consiguiente, evolucionando a través de los siglos separadamente, enfrentando virus diversos, las sociedades se desarrollaron hasta que la movilidad comenzó a llevar estos agentes infecciosos fuera de sus sitios endémicos, a través de los viajeros, causando a menudo estragos al llegar a grupos humanos que nunca en su historia evolutiva habían lidiado con ellos. En América, la historia afirma que la viruela, traída por los colonizadores europeos, pudo haber aniquilado hasta un 70% de las poblaciones originarias. De nuevo, como lo fue hasta la llegada de la vacunación masiva, los seres humanos que siguieron con vida, que dejaron descendencia, fueron aquellos que tuvieron herramientas inmunológicas propias para no sucumbir ante la enfermedad.

Finalmente, con la globalización, la mayoría de los virus dejaron de ser exclusivos de una región o de una raza o grupo étnico en particular, se volvieron ciudadanos del mundo. Para nuestra fortuna, ya en el último siglo y medio, esta dispersión de los agentes infecciosos coincidió con el descubrimiento de la vacunación y la posibilidad de hacerla llegar masivamente a las personas.

Hoy estamos viviendo una situación inédita a nivel global, que seguramente a nivel regional ha ocurrido innumerables ocasiones desde los inicios de la humanidad, donde un agente infeccioso cobra las vidas de las personas que no tienen las herramientas inmunológicas necesarias para hacerle frente, o bien tienen un sistema inmunitario frágil que no logra eliminar al agente infeccioso con la velocidad adecuada.



Recordemos que la tierra está expuesta a radiación cósmica permanentemente, las actividades humanas generan radiación (ionizante y no ionizante), contaminación química mutagénica y, por si fuera poco, por el simple hecho de existir, replicación; (llámese viral, celular, o incluso la propia reproducción) puede dar lugar a “errores” que se conocen como mutaciones.

Algunas mutaciones pueden ser inocuas, es decir no comprometen la existencia y función del ser que las desarrolla (sea un virus, una bacteria o un ser humano), otras pueden comprometer la función o incluso la existencia del portador y unas más pueden representar una ventaja evolutiva que no sólo signifique que el portador va a existir exitosamente, sino que dejará descendencia con la misma característica.

Los virus no son la excepción y sin duda constantemente tenemos virus mutados intentando hacer de nosotros (y de otros organismos, pues hay virus capaces incluso de infectar a otros virus) sus huéspedes. Si su mutación no representa una ventaja para lograr su objetivo, simplemente desaparecen o se alojan en otro tipo de huésped en que puedan proliferar. Sin embargo, ocasionalmente, esa mutación (accidental o inducida en un laboratorio como se ha llegado a plantear) tiene éxito. Este es el caso del coronavirus COVID-19.



Cuando un virus invade el organismo puede ser identificado por las inmunoglobulinas presentes en la sangre, ya sea existentes de manera innata en una persona en particular o bien porque se hayan desarrollado por un contacto previo con el mismo agente. Esa es la primera línea de defensa.

Si el virus no es “capturado”, podrá ingresar a la célula, la cual pretende convertir en una fábrica de replicación de sí mismo. Al ser invadida, la célula puede emitir un llamado de auxilio, es decir expresar en su superficie una proteína que permita a las células vigilantes del sistema inmune saber que está infectada para proceder a destruirla, encapsularla y a menudo identificar el virus y decodificarlo para generar inmunoglobulinas circulantes (anticuerpos) para ese agente en particular que permitirán que, la próxima vez que ingrese al organismo, sea eliminado de inmediato. Desgraciadamente, hay virus capaces de inhibir esa llamada de auxilio y seguirán infectando a otras células de igual forma, hasta que el daño celular sea ya irreversible provocando la muerte del huésped.

Vamos a plantear una idea poco ortodoxa para ilustrar la situación que estamos enfrentando actualmente, que también nos permita identificar las posibles causas de la variación en la morbi-mortalidad de quienes han contraído esta infección según su nacionalidad.



Creo que todos conocemos los famosos juguetes de “LEGO” (Imagen 1) y ellos podrían ayudar a una mejor comprensión de lo que a nivel inmunológico está sucediendo.


Como ya comentamos, cuando un virus invade el organismo puede haber proteínas especializadas (inmunoglobulinas) que se enlacen con él adecuadamente para “desactivarlo” o bien para señalarlo de forma que las células especializadas del sistema inmune acudan de inmediato a destruirlo. Un grupo étnico en particular puede tener un tipo único de estas proteínas que exitosamente hagan el trabajo pero si el virus muta, es decir “cambia de forma”, serán incapaces de hacerlo. (Imágenes 2 y 3)


























De esta forma, el sistema inmune será incapaz de actuar contra el agente invasor por no poder “reconocerlo”, algo similar puede ocurrir si este virus ya dentro de la célula tiene la capacidad de inhibir la “llamada de auxilio” de la célula.

Sin embargo, como mencioné al inicio, los distintos grupos humanos evolucionaron separadamente y por tanto, desarrollaron diversos tipos de inmunoproteínas. Algunas seguramente podrían tener mejores posibilidades de enfrentar a este nuevo virus.

Por cuestiones meramente fortuitas, la raza italiana (y espero se entienda que he usado y usaré el término raza por cuestiones meramente científicas) resultó tener para este virus la respuesta más inadecuada, algo semejante a la imagen 3, por lo cual, por desgracia, es el país con mayor tasa de mortalidad ante en COVID-19, cerca del 10%. Otros países lo tienen tan bajo como 1%.



Esto pone de manifiesto que hay ciertos grupos humanos que tienen inmunoproteínas más adecuadas para enfrentar al COVID-19, nuevamente, por razones meramente fortuitas. Es muy probable que el mestizaje, represente una ventaja aún mayor pues una persona cuya ascendencia provenga de diversos grupos humanos tendrá un repertorio inmunológico variado en el cual pudiera tener “piezas” que permitan enfrentar al agente infeccioso. (Imagen 4)


Es altamente probable que esta sea la explicación por la que se ha visto a nivel global que el COVID-19 no tiene un comportamiento predecible. Ciertamente vemos mayor mortalidad en adultos mayores pero también han fallecido jóvenes previamente sanos y se han recuperado personas nonagenarias. Habría que ver si el fallecimiento de los adultos mayores es efectivamente por la fragilidad del sistema inmune o bien hay una factor relativo a la ascendencia “pura” (es decir sin mestizaje), particularmente en el caso italiano o español.

Sería conveniente, de los fallecidos en Italia, analizar los casos en que los ocho bisabuelos del paciente eran también italianos (probablemente de la misma región) y por tanto, traían un repertorio inmunológico único que, como vimos, a nivel global ha resultado el menos efectivo ante este agente infeccioso. Lo mismo en el caso de España.

Recuerdo bien que mi profesor de inmunología nos comentaba a manera de broma: “Recuerden que el 5% del genoma humano está mutado, así que búsquense una esposa de otro país para que las mutaciones sean en genes distintos y tengan menor probabilidad de una malformación en sus hijos, además el repertorio inmunológico será mucho mayor en su descendencia”.



No se necesita, al menos en México, ir muy lejos para comprobar la verdad de esa aseveración. Mientras que para las personas en países del primer mundo un “perro mestizo” es generalmente la cruza entre dos razas puras, en México hay verdaderos “alebrijes”, animalitos de los cuales es casi imposible inferir su ascendencia. La experiencia en México (y países en desarrollo) es que estos animalitos son increíblemente resistentes a las enfermedades (desde parvovirus hasta moquillo) en comparación con las “razas puras”. Tienen un amplio y variado repertorio inmunológico.

Curiosamente, el mexicano promedio es también un “alebrije”, sin ofender a nadie. Yo mismo puedo encontrar entre mis ocho bisabuelos: italianos puros, un español, un francés y hasta una indígena totonaca. Esto al inicio de la pandemia me parecía un indicio prometedor para que no se fuera a tener en México una situación similar a la de España o Italia.

Los datos oficiales actuales hoy que escribo (4 de abril) parecen mostrar que la mortalidad está dentro del promedio mundial, sin embargo, yo, como muchos, pongo en duda la cifra de “contagios”, pues no parece acorde a la realidad.



Ciertamente como ya se ha mencionado, la cifra oficial de contagios puede ser muy baja por las pocas pruebas que se hacen en comparación con otros países pero me parece que hay un factor cultural que influye aún más: el mexicano generalmente acude al hospital cuando ya de verdad se siente muy mal. Es probable que México tenga miles de portadores asintomáticos o con síntomas leves que no estén siendo reportados. Recordemos que los primeros casos en México tuvieron estas características y se recuperaron satisfactoriamente.

Es precisamente aquí al punto que quiero llegar para plantear una acción emergente que ya se ha venido proponiendo en los últimos días. Se ha propuesto con anterioridad e incluso se puso en práctica en 1918 durante la llamada “Influenza Española”: las transfusiones de plasma “convaleciente”.

Pero iré más allá. Que los donadores de este plasma sean precisamente las personas que resulten ser portadores asintomáticos o bien que presentaron síntomas leves pues parecen tener “anticuerpos” altamente efectivos contra el COVID-19. De ahí la importancia de identificarlos y pedirles sean donadores voluntarios.



Los destinatarios de estas transfusiones serían idealmente pacientes que presenten los primeros síntomas de la infección COVID-19 y que se encuentren en los grupos de riesgo identificados: adultos mayores, personas con co-morbilidad asociada y agregaría, con ascendencia italiana y española pura. Incluso podría enviarse plasma a Italia donde ante el actual escenario de la pandemia hará que muchos estén dispuestos a recibir la transfusión. Es probable que el requisito burocrático no sea más que una carta donde se acepta recibir la transfusión con las características mencionadas.

La ventaja de este método es que si no es exitoso, tampoco causará daño adicional al paciente.

Algunos han cuestionado la efectividad de este tratamiento porque, realmente no hay una manera de saber con certeza su efectividad, no es posible tener un grupo de control en forma tal como cuando se prueba un medicamento, máxime en las actuales circunstancias.



Si un paciente se cura tras una trasfusión de plasma “convaleciente”, el defensor del método afirmará que fue efectivo, el escéptico replicará que el paciente probablemente se hubiera recuperado de cualquier forma. Ciertamente no hay manera de saberlo pero ante el actual escenario es una opción que se está a muy buen tiempo de implementar y que en caso de tener éxito, al menos parcialmente, podría reducir drásticamente el número de pacientes que terminen en terapia intensiva. Es además mucho más económico que adquirir miles de ventiladores.

Cabe mencionar que apenas hace unos días, la FDA aprobó las transfusiones de plasma convaleciente para “COVID muy grave” mas estoy convencido que, es indispensable realizar la transfusión a los primeros síntomas de la enfermedad, antes de que la destrucción celular sea ya francamente irreversible pues en ese caso ya no tendría ninguna efectividad.

Es necesario recalcar que la viabilidad de este tratamiento no significa que se deban dejar de lado las medidas sanitarias, la sana distancia y la reducción de las actividades no esenciales pues seguirá siendo deseable mantener al mínimo el número de contagios. Sin embargo, podría pensarse en un esquema en el cual, en lugar de “aislar” a toda la población afectando la economía (principalmente de los que viven “al día”, que si se “quedan en casa” no comen), se proteja a las personas con mayor riesgo y el resto pueda mantener la planta productiva en marcha, pues todas las proyecciones indican que el golpe más fuerte podría ser la crisis económica y social que la situación sanitaria está fraguando.



Lo dejo en la mesa esperando que algún sistema de salud tome la iniciativa y se atreva a poner en práctica algo que podría tener el potencial de cambiar el curso actual de la pandemia, no sólo en México sino a nivel global, al menos en lo que llega la vacuna.

(DESCARGAR ARTÍCULO: https://enfoquemx.wixsite.com/jesusomar/post/covid-19-variaciones-en-la-suceptibilidad-de-las-personas-y-una-acci%C3%B3n-emergente-promisoria )

Título original del artículo



CoVid-19, variaciones en la susceptibilidad de las personas y una acción emergente promisoria