Muchas editoriales prestigiadas en la FILU pero con pocas o malas novedades

El pasado 27 de abril del año que cursa se inauguró la Feria Internacional del Libro Universitario 2012 que inició hace 19 años. Un programa de actividades amplio y variado, así como los escenarios para las diferentes actividades.

Después de un amplio recorrido por diversas sedes de la ciudad capital, pasando por el Centro Recreativo, la Unidad de Servicios bibliotecarios (USBI) el Museo del Transporte y desde hace dos años en La Casa del Lago, con extensión a la Facultad de Artes el Ágora de la Ciudad y la Biblioteca Carlos Fuentes. Espacios que han resultado funcionales y de fácil acceso; lo que puede señalarse como un logro.

En lo que a la calidad de material de lectura que nos traen las editoriales participantes el balance resulta negativo. Vienen editoriales de prestigio y tradición; pero de años atrás el material que ofrecen es siempre el mismo y, después de 19 años resulta que los pocos lectores que hay en esta ciudad, pues ya los obtuvieron y por supuesto leyeron. Editoriales como Alfaguara, Planeta, Tusquets, FCE, UNAM, Colegio de México y otras, dan la impresión de traer los fondos editoriales que tienen en rezago; incluso hay ejemplares bastante maltratados.

Proliferan títulos sobre temas intrascendentes que se publicitan a través de la televisión y que no dejan ningún espacio para la reflexión o la revisión del ser y estar en el mundo y en sí. En la línea de la ciencia, tiene preponderancia la medicina, algo de arquitectura y otras materias especializadas, pero aún aquí la variedad es raquítica. En arte, hay algunas verdaderas joyas, sobre todo en pintura y arquitectura.

En honor a la verdad señalo que la Universidad Veracruzana es la editora que más títulos presenta, de excelentes autores de todos los tiempos, clásicos de la Literatura y algo muy digno, hay una generosa cantidad de nuevos autores, sobre todo del Estado. Mérito que corresponde al maestro Agustín del Moral Tejeda, director de la Editorial de la UV.

Lamentablemente, la cantidad de actividades y los varios espacios utilizados para efectuarlas, conlleva la dispersión del público. Los horarios, que abarcan horas laborales, y sobre todo la falta de una amplia y correcta difusión, han provocado que muchos actos tengan un escaso público. Algunas actividades han contado con diez o quince asistentes, en ocasiones con menos. Extraña esta falta de difusión, ya que la UV, cuenta con una Dirección de Comunicación, un periódico universitario y una radiodifusora.

Extraña que no se haga un uso intensivo de sus propios medios para un evento de tal magnitud. Debería haber personas destinadas a llevar a los responsables de las editoriales participantes, a los invitados a conferencias, presentaciones y mesas redondas (mal llamadas en el programa general, de debates) a los escritores que vienen a presentar su obra y al coordinador de las actividades, a los medios, y a su propia radio; antes o después de su participación; grabarlos y pasar durante el lapso comprendido entre esta y la siguiente las grabaciones. Personal si existe, ya que muchos alumnos de FCAS y otras facultades han participado en la Universiada y algunos en la FILU.

Una actividad como la que hoy me ocupa, cuesta mucho dinero –nadie lo niega– pero si se gasta en otras nimiedades o actos que no dejan nada a la comunidad universitaria ni a los ciudadanos, bien podría gastarse en integrar un equipo –no de cuates o por nombres- sino de conocedores de estas actividades, que planearan la siguiente a partir de que termina la actual. Así funciona la de Guadalajara y nadie puede negar su éxito.

Y finalmente, solicitar a los señores y señoras que atienden la venta de los stands, tengan un poco de decoro para sus pláticas, es terrible escuchar a un vendedor llegar a su espacio y comentar a su compañero (a) que pasó una noche de la china Hilaria, que se puso un pe… y que se acaba de levantar, lo que era obvio.

No saben buscar el título que se solicita, desconocen los autores y títulos que hay en su propio espacio, están de mal talante y de plano le hacen a uno el “favor” de dar el precio y meter el libro en una bolsa.

Los detalles cuentan, y mucho.