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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

No estamos bajo el signo de Aries o Piscis sino bajo el signo del amor

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 13/01/2020

alcalorpolitico.com

Aunque desviemos la atención y queramos vivir la religión privilegiando otras acciones, llega el momento en que el Espíritu de Dios nos sitúa y nos confronta respecto de la realidad más fundante de la fe cristiana: la observancia del amor. El amor se convierte en la realidad más profunda que le da sentido y orientación a nuestra vida.

De manera paradójica, constatamos cómo en distintas ocasiones y sin dejar de reconocernos cristianos queremos resolver la necesidad de amor de manera fácil y sin comprometernos de por medio. Esta búsqueda puede incluso ponernos en el camino falso de la brujería y el esoterismo.

De esta forma, nos sumergimos en un mundo seductor que termina por enajenarnos al hacernos pensar que podemos conseguir resultados de manera mágica y automática, sin esfuerzos de por medio.



¿Cómo estará mi día en materia de amor? ¿Qué puedo esperar de los astros en relación al amor? ¿Cómo me sorprenderán el universo y las estrellas sobre la realidad del amor? No siempre nos sentimos plenos y afortunados en materia de amor, vamos más bien acumulando fracasos o insatisfacciones. Por eso, a veces queremos encontrar una respuesta o una señal en la suerte, en los astros, en el horóscopo. Anhelamos resultados fáciles, respuestas mágicas respecto de una realidad cuya dinámica no está en la suerte, o en la casualidad, sino en la gratuidad.

Se han venido sofisticando las alternativas para conseguir “resultados” en el amor. La gente acude a los horóscopos, a los “ángeles”, a la brujería para tratar de atraer y controlar el amor que de esta forma nunca será ni experimentado ni controlado, porque su esencia es completamente diferente a estas alternativas que tienen su origen en la superstición y en la falta de amor. Menos mal que los cristianos no estamos esperando que se alineen los astros para ser favorecidos en el amor.

Para los cristianos, es fundamental descubrirnos y reconocernos amados por Dios. Cuando se llega a esta experiencia, uno se siente liberado y motivado para amar a los demás, independientemente de la respuesta de los otros. A Dios no se le ama de palabra, o mentalmente, o sólo sentimentalmente. A Dios no se le ama a la distancia, de manera selectiva y discrecional. A

Dios se le ama en lo concreto, lo tangible y palpable y lo palpable y visible es el ser humano, imagen de Dios, hijo de Dios.

La gran novedad de Jesucristo fue haber unido en uno solo estos dos mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Por eso, el cristiano no vive bajo el signo de Aries, Capricornio o Acuario, sino bajo el signo del amor tal como lo vivió nuestro Señor Jesucristo. Los cristianos no estamos esperando que se alineen los astros para ser favorecidos en el amor. No esperamos que se armonicen las constelaciones para que “el universo conspire a nuestro favor”.

A esto estamos llamados los cristianos: a vivir en el amor. No a amar a éste o a aquél, sino a vivir en un amor que penetre todas nuestras actitudes y relaciones humanas. El que vive en el amor no puede amar a uno y odiar a otro, sino que el amor moldea todas sus relaciones.