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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

La fe no es la simple aceptación de verdades abstractas

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 18/02/2019

alcalorpolitico.com

Cada quien lleva un proceso distinto en la vida de fe. A veces la fe se siente, se experimenta y se apodera de nosotros. En otras ocasiones la fe se piensa, se fundamenta y busca una forma de ser explicada. Sin dejar de señalar, por supuesto, que la fe nos hace sentir la urgente necesidad de comunicarla con gozo por habernos encontrado con Dios así como comprometernos en las realidades temporales.

Algunos caen en la cuenta que la fe ya estaba ahí, que no tuvieron que realizar un camino fatigoso sino que fueron bendecidos con esta exquisita sensibilidad para creer y sentir la presencia de Dios. Otros, en cambio, ven a los creyentes y anhelan tanto la fe, pero experimentan resistencias, dudas y oscuridad, por lo que se ponen en búsqueda, preguntan, inquieren y se fijan como propósito llegar a conocer a Dios.

A los cristianos la fe nos abre a un mundo maravilloso de verdades y realidades que vamos poco a poco asimilando, en la medida que asumimos el estilo de vida de Jesús. Llegar a afirmar y confesar que creemos en Dios de suyo ya implica un salto definitivo, pero pronto nos encontramos con la misma revelación de Dios que nos abre a otras realidades que forman parte de su plan de salvación.



La revelación nos abre a los principales artículos de la doctrina cristiana que aunque hay forma de fundamentarlos requieren de una vida de fe.

Creer en la Santísima Trinidad, en la transustanciación, en la resurrección de los muertos, en la vida eterna, en la Santísima Virgen María, etc., representa para nosotros un grande esfuerzo de comprensión y de fe. Bastaría esta parte para darnos cuenta de la complejidad de nuestra fe, de la necesidad de cultivarla y de abrirnos al auxilio de la gracia para que seamos iluminados.

Sin embargo, me parece que hay otro reto que pone a prueba una vida de fe y que de hecho cuando lo asimilamos podemos entender mejor esas preguntas fundamentales e inquietantes que nos planteamos sobre la existencia de Dios, la resurrección de los muertos, la vida eterna, etc.



Creemos en Dios y en los artículos de fe que proclamamos especialmente en nuestro Credo. Pero creer que Dios me eligió, que Él me llama, que se ha fijado en mí, que quiere algo conmigo, esto no siempre está a nuestro alcance creerlo.

Aquí está para mí lo más hermoso de nuestra fe. Creemos que Dios creó el mundo, pero no siempre creemos que Dios nos creó de manera personal y nos elige para estar con Él. Creo que Dios llamó a Moisés, a Abraham y a los grandes hombres de la historia de la salvación, pero no siempre creo que Dios me llama a mí. Creo que Dios perdonó al rey David, pero no siempre creo que me perdona a mí. Creo que un acto de amor de parte de Jesús cambió la vida de san Pablo y lo convirtió en un gran apóstol, pero no siempre creo que Dios puede cambiar a las personas más testarudas.

Como muchas veces lo constatamos en los hombres de la Biblia, cuesta trabajo creer que Dios me llama si soy consciente de mis errores, de mis pecados y de mis limitaciones. “Cómo Dios me puede llamar si hay mejores personas que yo, si hay personas más santas y más capaces”, solemos decir.



Al conocer nuestra historia de pecado y al considerar nuestra indignidad nos cuesta trabajo creer que Dios haya pensado en nosotros, que nuestro pecado no sea obstáculo para que Él siga confiando en nosotros y que a pesar de las historias más oscuras que hayamos vivido Él puede confiarnos una misión.

Me parece que cuando llegamos a tomar conciencia de este llamado personal y cuando descubrimos el inmenso amor de Dios que sigue llamándonos y confiando en nosotros a pesar de nuestro pecado, entonces podremos creer y asimilar mejor las verdades fundamentales de nuestra fe cristiana.

La sabiduría de Benedicto XVI lo expresa de manera más clara: "La fe no es la simple aceptación de verdades abstractas sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios".