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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Antropoceno: realidad histórica

José Manuel Velasco Toro 19/09/2019

alcalorpolitico.com

En el año 2000, el termino Antropoceno abrió los telones que dejaron ver una realidad histórica percibida, pero no categorizada plenamente. El concepto fue acuñado por dos científicos, el geoquímico holandés y Premio Nobel de química en 1995, Paul Crutzen y el bioquímico y geólogo americano Eugene Stoermer. Ambos plantearon que el ser humano, al inventar la tecnología mecánica movida por la energía liberada mediante la quema de combustibles fósiles, multiplicó exponencialmente su capacidad para transformar la faz de la Tierra, lo que le convirtió en factor geológico al ser capaz de alterar el curso de ríos mediante grandes obras hidráulicas, destruir cerros con fines de minería, modificar entornos ecológicos al deforestar espacios para incrementar áreas de cultivo, ganadería y expansión urbana, todas estas acciones que alteraron el equilibrio dinámico del clima planetario. Si bien eso ya se sabía, lo que impactó fue el hecho de que el término Antropoceno emergió como categoría histórica que habla de cómo la humanidad ingresó a una nueva era geológica creada por su propia actividad.

Dos años después, Crutzen publicó un nuevo artículo, “Geología del género humano” (Geology of Mankind) en la revista Nature, en el que demostró, no sólo la pertinencia del concepto, sino cómo fue que el ser humano superó la capacidad geológica del viento, el agua, el fuego, los movimientos tectónicos y fenómenos cósmicos que durante millones de años han moldeado la superficie del planeta, para convertirse en factor geológico que, más que tender a mantener el equilibrio de las condiciones que propician la vida, las ha alterado gravemente. Esta realidad la constató, coincidiendo con Crutzen, el geoquímico Will Steffen especialista en Sistema Tierra, quien analizó la relación del desarrollo capitalista industrial y el crecimiento demográfico derivado, concluyendo que es a partir de 1750 cuando da inicio el periodo Antropoceno.

Siete años después del artículo de Crutzen, la Comisión Internacional de Estratigrafía (CIE) creó una comisión que se llamó Grupo de Trabajo del Antropoceno. El objetivo: examinar las evidencias para determinar si el concepto realmente estaba indicando el cambio de era geológica. El resultado se dio a conocer el 29 de agosto de 2017. La conclusión fue clara: hace 11 700 años, aproximadamente, la agricultura y la domesticación animal que abrió paso a la ganadería, inició la época del Holoceno, la cual concluyó con la emergencia de la primera Revolución Industrial que dio origen a la época del Antropoceno. La diferencia entre una y otra es clara. En la primera, los cambios en la geología terrestre están dados, fundamentalmente, por los fenómenos naturales y cósmicos; en la segunda, a estos factores se sumó la intensa actividad humana cuyo estilo de vida industrial de creciente consumo, impactó sobre el planeta provocando cambios ambientales que ahora ponen en peligro el proceso civilizatorio y la misma sobrevivencia humana.

En 269 años, la humanidad ha conseguido alterar un equilibrio climático que llevó a la Naturaleza planetaria millones de años lograrlo. Este proceso, que arrancó con la primera Revolución Industrial en Inglaterra seguida de Francia, se aceleró al hacerse global durante el siglo XX. Sobre todo, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial que activó el desarrollo industrial y consolidó un patrón cultural de creciente consumo, lo que aunado al incesante aumento poblacional que ejerce fuerte presión sobre los recursos naturales, han cambiado el sistema terrestre. Las evidencias son claras y no sólo están en marcadores específicos como fosfatos y nitratos utilizados en la agricultura que se encuentran en suelos, ríos, lagunas y mares; en las partículas de aluminio; en la acumulación de plástico en playas y flotando en altamar; en las emanaciones químicas que alteran las condiciones que regulan el clima, sino también en la propia némesis cultural humana, cuyo paradigma establece una diferencia entre lo natural y lo social, en donde a lo primero se le ve como objeto del cual nos podemos servir para satisfacer necesidades materiales bajo la lógica de consumir y desechar.



Ahí están las evidencias, sabemos las causas relacionales, los efectos entretejidos y los resultados a futuro, tanto inmediato como mediato, como dice Greta Thunberg, “conocemos los datos”. Pero también, agrega, “conocemos las soluciones” y lo “único que hay que hacer es despertar y cambiar”. Tarea titánica la de despertar. Ello implica una revolución bio-civilizatoria que reorganice la actividad económica para que sea sustentable y garantice la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras, crear una actitud social basada en la sobriedad equitativa que equilibre las condiciones para abatir la pobreza, sublevar nuestro paradigma cultural para encontrar la proporción entre progreso social y bienestar bio-civilizatorio, pero sobre todo, establecer un contrato natural que reconozca, respete y fomente los derechos de la Naturaleza y de la vida planetaria. En pocas palabras, caminar a paso acelerado hacia un cultura que articule la existencia material y espiritual de la sociedad, el ser biológico y el hacer creativo de las personas, que concilie necesidad económica con imperativo ecológico y permita recobrar la sobriedad por sobre la avidez de consumo compulsivo.