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Sección: Estado de Veracruz

Luis Pérez Gómez, el piloto mexicano que peleó contra los nazis

- Miguel Ángel Sánchez de Armas presenta el documental “Mexican Eagle, Canadian Wings”

- El originario de Jalisco fue miembro de la Real Fuerza Aérea Canadiense, murió en combate en Normandía

- Está sepultado en Sassy, donde la plaza central lleva su nombre

Miguel Valera Hernández Xalapa, Ver. 30/05/2020

alcalorpolitico.com


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“Quienes mueren en la guerra realmente no mueren… En mis sueños yo sigo teniendo 16 años y él 20”, expresó Dorothy O’Brien en 2008 a The Ottawa Citizen, un periódico canadiense que la entrevistó para que contara la historia que inició en 1943, cuando se enamoró de un joven mexicano, Luis Pérez Gómez, miembro de la Real Fuerza Aérea Canadiense.

El joven piloto aviador, de 20 años de edad, originario de Guadalajara, Jalisco, quien tripulaba el caza Spitfire 21-S MK-607, del Escuadrón canadiense 443, fue derribado por los nazis, la tarde del 16 de junio de 1944, en los campos cercanos al pequeño poblado de Sassy, en Normandía, al norte de Francia.

“La gente de Sassy nunca olvidó a Luis. Es conocido como ‘I'aviateur Mexicain’ ‘el aviador mexicano’ y su memoria es venerada con el amor que los normandos tienen por sus liberadores canadienses”, expresa Miguel Ángel Sánchez de Armas, escritor, periodista, académico e investigador, quien ha presentado recientemente el “primer borrador” –first draft– del documental “Mexican Eagle, Canadian Wings”, “Águila mexicana, Alas canadienses”, para rescatar la memoria de este mexicano.



El “demo”, que puede verse en la siguiente liga de YouTube https://youtu.be/wWuJFxM1jTw es narrado en inglés, con subtítulos en español por Miguel Ángel Sánchez de Armas, quien fuera director de TVMÁS o Radiotelevisión de Veracruz.

“Luis Pérez Gómez fue uno entre muchos jóvenes que dieron su vida por la libertad de todos nosotros. ‘Uno de los muy pocos a quienes tanto debemos…’, como lo dijera Winston Churchill. Vine a Ottawa en busca de la historia de un joven mexicano piloto de Spitfire, para que su memoria no quede en el olvido en su propio país”, expresa en este documental de la Serie “The Last Flight, chapter I”, publicado el 27 de febrero de 2020.

Junio 6 de 1944



Fue el 6 de junio de 1944, en Normandía, Francia, el llamado “Día D”, comienza la narración de Sánchez de Armas. “A primera hora de aquel día, miles de hombres comenzaron a desembarcar en cinco playas en la costa francesa. La playas fueron designadas con los nombres: Utha, Omaha, Oro, Espada y Juno”.

“En el Día-D, las fuerzas canadienses asaltaron Juno, un trecho de cinco kilómetros en la costa normanda, entre los poblados de Courseulles y Saint Aubin”.

“Desde el mar, la marina canadiense apaleaba a las defensas nazis y desde el cielo, la Real Fuerza Aérea Canadiense golpeaba a las divisiones de la Wehrmacht que defendían la plaza”.



“En largas corridas desde sus bases en suelo británico, los cazas del Escuadrón 443 cruzaron el canal y ametrallaban las bases enemigas”.

“Una de esas naves, seriada 21-S MK-607, iba a cargo del piloto aviador Luis Pérez Gómez, un joven de 20 años, hijo de una familia tradicional de Guadalajara, la bella capital de Jalisco, un Estado de la costa del Pacífico de México”.

“¿En qué circunstancias este joven mexicano llegó a ser piloto de la Real Fuerza Aérea Canadiense en la colosal batalla que conocemos como Operación Overlord?”, se pregunta Miguel Ángel Sánchez de Armas.



“Esta es la historia que busco contar en: Águila mexicana… Alas canadienses”.

“Luis Pérez Gómez fue derribado por la Luftwaffe sobre Caen, la tarde del 16 de junio de 1944, 10 días después del Día-D”.

“Su Spitfire se estrelló en los campos cercanos al pequeño poblado de Sassy. Unos lugareños arribaron al lugar, rescataron su cuerpo de entre los destrozos y lo llevaron al cementerio del pueblo en la Iglesia Católica en el centro del poblado”.



“Ahí enterraron los restos de Luis y tuvieron la precaución de inscribir un nombre francés en la tumba para proteger sus restos de la soldadesca alemana en retirada o tal vez de oficiales de la Gestapo en busca de información”.

“Esta es una historia fascinante. Desde que era niño, Luis soñó con ser piloto. En su juventud, cuando la sombra nazi amenazaba al mundo, escuchó el llamado el deber y decidió enlistarse pero fue rechazado por el servicio aéreo mexicano”.

“Viajó a Estados Unidos para alistarse en la aviación militar pero fue detenido y expulsado de regreso a México. Decidido, viajó a la capital canadiense y se inscribió en la Escuela Secundaria Técnica de Ottawa”.



“Poco después fue aceptado en el programa de entrenamiento aéreo y finalmente recibió sus alas de la Real Fuerza Aérea Canadiense”.

“Coincidirán conmigo, cuando digo que Luis no era un joven cualquiera”, enfatiza el autor de más de 10 títulos, entre los cuales se encuentranEn estado de Gracia, El enjambre y las abejas, Comunicación y globalidad, Medio pan y un libro.



“Cuando viajó de México a Canadá, en un largo y difícil camino, apenas hablaba inglés, casi no tenía dinero, emprendió el viaje solo y nadie lo esperaba en aquella nación extranjera. Luis logró hacer su sueño realidad por su firmeza de carácter y su gran determinación. Era un gran estudiante sin lugar a dudas y sus instructores coincidieron que era un excelente candidato a piloto de caza”.

“Mientras residía en Ottawa, como antes mencioné, en la Escuela Secundaria Técnica de Ottawa, vivía en el Glebe y fue ahí donde un día, tras ser invitado a una reunión, conocería a una bella joven de 16 años llamada Dorothy O’Brien. Luis y Dorothy se enamoraron y se volvieron inseparables pero su tiempo juntos fue efímero”.

“Pasaron el Año Nuevo de 1944 en el ‘Canadian Grill’ del Castillo Laurier. Semanas después, fue enviado a ultramar a Inglaterra, Francia y eventualmente a su propia muerte. Pero Dorothy no logró olvidar al bello joven mexicano del cual se había enamorado”.



“La secuela de esta historia es tierna y fascinante”, dice Sánchez de Armas, periodista con más de 50 años de ejercicio, quien se montó en un avión para rastrear la historia, lo mismo en Francia que en Canadá.

“Casi 60 años después, Dorothy y su esposo, el comandante Dennis Pratt, un oficial naval canadiense retirado, viajaron a Sassy y visitaron el lugar en donde Luis está enterrado”, continúa en el demo del documental.

“La gente de Sassy nunca olvidó a Luis. Es conocido como ‘I'aviateur Mexicain’ (‘el aviador mexicano’). Y su memoria es venerada con el amor que los normandos tienen por sus liberadores canadienses”.



“Gracias al amoroso empeño de Dorothy, la plaza central del poblado fue bautizada en honor al piloto mexicano: Plaza Pérez Gómez”.

“Poco tiempo después, ahora viuda, Dorothy viajó a México y conoció a la familia de Luis, medios hermanos, primos y demás parentela. Congeniaron espléndidamente”.

“En el 2008, el Ottawa Citizen entrevistó a Dorothy y esto es lo que ella dijo del recuerdo que tenía de Luis: ‘Quienes mueren en la guerra realmente no mueren… En mis sueños yo sigo teniendo 16 años y él 20’”.



“Luis Pérez Gómez fue uno entre muchos jóvenes que dieron su vida por la libertad de todos nosotros. ‘Uno de los muy pocos a quienes tanto debemos…’ como lo dijera Winston Churchill”.

“Vine a Ottawa en busca de la historia de un joven mexicano piloto de Spitfire, para que su memoria no quede en el olvido en su propio país. Fue aquí donde conocí a Dave O’Malley”.

“Dave ha recuperado las historias de muchos jóvenes pilotos del barrio de Glebe en su emotiva crónica ‘Un barrio de fantasmas’. Dave y yo estuvimos de acuerdo en que Luis Pérez Gómez, nacido en Guadalajara, en México, tiene un lugar entre ellos”.



“El nombre de Luis Pérez Gómez está inscrito en el Memorial del Recuerdo que se conserva en el Parlamento canadiense y está grabado también en el muro de granito del Museo del Programa de Entrenamiento Aéreo de la Mancomunidad Británica en Brandon, Manitoba”.

“‘Águila mexicana… Alas canadienses’ es la historia de la vida de mi compatriota Luis Pérez Gómez”, concluye en esta primera entrega el doctor y diplomado en estudios avanzados por la Universidad de Sevilla y maestro por la UPAEP, Miguel Ángel Sánchez de Armas.

EL HOMENAJE QUE MÉXICO NO LE HA RENDIDO



El 23 de junio de 2019, en su columna Juego de Ojos, que publica en varios medios nacionales e internacionales, Miguel Ángel Sánchez de Armas adelantó un poco de la historia de este mexicano en Normandía.

Ahí narró que 60 años después de que Dorothy O’Brien se enamorara y bailara con Luis Pérez Gómez, ya abuela y con ayuda de su esposo Denis Pratt, un comandante naval retirado, localizó en Sassy la tumba del hermoso mexicano a quien nunca olvidó.

“Se embarcó en una cruzada para recuperar su memoria y en 2004 logró que se organizara un homenaje a la memoria del pilote d’avion mexicain cuyo recuerdo sigue vivo al día de hoy en una región en donde se venera a quienes liberaron al país de la plaga nazi. Sassy dio el nombre de Luis Pérez Gómez a su única plaza”.



“A ese homenaje, el embajador mexicano Claude Heller envió a su jefe de prensa. ¿Qué habrá pasado por la mente de tan notable diplomático? ¿Quizá que rendir honores a un muchacho tapatío, hijo de una familia nada ilustre, víctima, como millones de otros jóvenes, de una guerra concluida 60 años antes y en un pueblo de 250 habitantes que nadie podía localizar en el mapa, era un evento no digno de su alta investidura? Vaya usted a saber”, cuestionó Sánchez de Armas.

Añadió: “Pero Dorothy… Cuando era una anciana de 82 años, abuela y viuda, seguía recordando a su hermoso mexicano con el mismo amor que sintió la noche en que bailó por primera vez con él. Es cierto que los muertos de guerra en realidad nunca mueren… Cada vez que sentía que la vida la asfixiaba se encerraba en sí misma y regresaba a la Nochevieja de 1943 cuando bailó con Luis en el Château Lauriel en Ottawa y las demás parejas les cedieron la pista y les aplaudieron”.

“Sin duda, la corta vida de Luis y sus hazañas en el episodio que frenó la avalancha nazi no cambiaron el rumbo de la historia pero sí son un ejemplo para todos los que transcurren su existencia arrastrados por la corriente, incapaces de mover un dedo y decidir su propio destino”.



“En 1922, el gran George Mallory fue cuestionado acerca de ‘las verdaderas razones’ de su insistencia en llegar a la cúspide del Everest. Dos veces había intentado conquistar a la montaña y dos veces se había frustrado su propósito”.

“Su respuesta fue: ‘¡Porque está ahí!’ y con esa frase inmortalizó al germen que dispara las grandes proezas. Fiel a sí mismo, en 1924 subió por tercera vez a la montaña y perdió la vida. Su cadáver congelado fue encontrado cerca de la cumbre 75 años después, en 1999. Nunca se supo si falleció antes de llegar a su meta o de regreso. No importa. Su ejemplo es lo que vale”.

“Setenta y cinco años después de su propio Everest a bordo del Spitfire 21-S MK607, el de Luis es un ejemplo semejante. He aquí a un meritorio epígono de Mallory. Falta que su memoria sea recuperada entre los suyos, en el país que dejó un día de 1942 cuando escuchó el repique de su tambor y sin vacilar partió tras un sueño”.



“El nombre de Luis Pérez Gómez está inscrito en el Libro Memorial que se exhibe cada septiembre en el Parlamento canadiense en recuerdo de los caídos en la guerra y también se encuentra cincelado en el Muro de Honor de los pilotos de la RFAC abatidos en la guerra”.

“Los canadienses lo honran como a uno de los suyos. ¿Veremos a un embajador mexicano colocar laureles en el sepulcro de Luis Pérez Gómez en el camposanto de la iglesia de San Protasio y San Gervasio, en Sassy, Francia, o asistiremos a la develación de una placa con su nombre en el Colegio del Aire? Sólo el tiempo lo dirá”, concluye Miguel Ángel Sánchez de Armas, autor del documental “Mexican Eagle, Canadian Wings”.