Ir a Menú

Ir a Contenido

Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Nuestra identidad más profunda consiste en ser hijos de Dios

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 07/02/2022

alcalorpolitico.com

Más allá de las dificultades y del sufrimiento que trae la adversidad, también nos hace más sensibles y disponibles para reflexionar sobre nuestra situación y el sentido de la vida. La adversidad adelanta reflexiones que quizá en la comodidad nunca hubieran surgido. Ciertamente trae dolor y oscuridad, pero nos da también una mirada penetrante para llegar a vislumbrar la luz que no deja de asomarse aun en la más negra oscuridad.

Tiene, por eso, la adversidad una cualidad mayéutica que nos lleva a generar reflexiones y meditaciones profundas en la vida; incluso llegamos a concebir una reflexión, con el dolor que implica una experiencia de alumbramiento como ésta.

Logramos, en este caso, grandes descubrimientos no desde la tranquilidad de una lectura, de una tertulia o de un ejercicio filosófico, sino desde el dolor que también es escuela de vida y fuente de enseñanzas.



Esta adversidad generalizada, que está imponiendo la pandemia, ha provocado que asumamos una actitud más reflexiva y más humilde, tratando de agradecer, en medio de las dificultades y carencias, la vida que tenemos, la familia con la que contamos y muchas otras cosas que por muy sencillas que parezcan, las vemos y las disfrutamos ahora como una auténtica bendición.

Miseria, cinismo e insensatez siempre habrá en este mundo y por eso nos damos cuenta que hay personas que ni siquiera en esta adversidad se tocan el corazón. Siguen viviendo de manera insensata y pasando por alto el sufrimiento de los demás.

Bendito Dios que en muchos casos sigue siendo un tiempo de reflexión y conversión que también ha provocado un regreso a Dios y a una vida de fe. Hemos vuelto a descubrir el potencial de la fe y las fortalezas que en otros momentos de la vida había desarrollado en nosotros, pero que por muchas circunstancias habíamos dejado.



Dentro de las inmensas posibilidades de reflexión y crecimiento espiritual que genera la adversidad, ha venido la Palabra de Dios a nuestro encuentro para hacernos pensar en el legado que queremos dejar a nuestros familiares, incluso en las palabras con las que nos gustaría despedirnos de nuestros seres queridos, cuando llegue el momento de nuestra partida a la patria eterna.

Hemos sorteado una serie de dificultades y aquí estamos, agradeciendo a Dios la oportunidad de seguir viviendo. Pero no desconocemos los riesgos que corremos y nos duelen los casos verdaderamente desgarradores provocados por la pandemia, así como por la crisis económica y el flagelo de la violencia.

Los peligros, las emergencias y las urgencias de la vida no nos permiten tener la claridad necesaria para considerar lo que uno quisiera decir en el momento definitivo, como una forma de cerrar dignamente nuestra vida, asegurándonos de los buenos pasos de los demás.



La forma como el rey David se despedide de su hijo Salomón, contiene esas palabras que todos nosotros quisiéramos decir y no solamente porque esté uno cerca de morir sino porque se siente la necesidad de expresarnos así para que nuestros seres queridos nunca olviden a Dios y recuerden lo más esencial en esta vida.

David dice a Salomón: “Ten valor y sé todo un hombre”. No está haciendo referencia a la fuerza y al arrojo, porque continúa diciendo: “Cumple los mandamientos del Señor, tu Dios; camina por sus sendas y observa sus preceptos...” (1Re 2, 2-3).

En la Biblia ser hombre significa reconocer nuestra relación esencial con Dios, como establece el libro del Génesis cuando señala que hombre y mujer hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.



Cuánta sensatez y sabiduría en una despedida y recomendación como ésta. “Sé todo un hombre” y, podríamos agregar, “Sé todo un cristiano”. Porque de esta forma recomendamos a las personas que reconozcan y confíen en el potencial con el que han sido creados. No somos fruto de la casualidad, Dios ha querido nuestra vida y nos ha creado a su imagen y semejanza.

Además, Dios nos ha llamado. Tú no tomaste la iniciativa para buscar a Dios; Dios te buscó primero, fue iniciativa de Dios, Él se acordó de ti por su misericordia, Él te vio con benevolencia, Él te llamó.

Nunca lo olvides porque cuando uno lo olvida el mundo se nos viene encima, perdemos el rumbo y cae uno en el pesimismo. “Sé todo un hombre”, “Sé todo un cristiano”, es como decir: has sido creado a imagen y semejanza de Dios, no olvides esa relación esencial con Jesucristo, tú has sido llamado y cuando Dios llama da las herramientas, asegura la gracia para cumplir la misión.



Viéndonos en exceso nos llegamos a sentir solos frente a los desafíos de este mundo porque dejamos de mirar a nuestro Creador que nos hizo a su imagen y semejanza, así como a Jesucristo que nos llama para estar con Él y concedernos su gracia.

Reflexiona al respecto la teóloga alemana Jutta Burggraf: "Somos fruto de una llamada inédita de parte de Dios. Ser hombre, ser este hombre, es la vocación que hemos recibido, y a la que hemos de dar una respuesta igualmente inédita y original. El arte de vivir consiste en descubrir nuestro auténtico rostro, aquel que Dios ha visto antes de crearnos. Tenemos un Padre que nos ama con locura. Nuestra identidad más profunda consiste en ser hijo suyo... Según una tradición judía preguntaron al rabí Shlomo: -¿Qué es lo peor que puede hacer el hombre?, a lo que él respondió con cierta tristeza: -“Lo peor es que el hombre olvide que es hijo de un Rey”. Si no nos sabemos como recibidos de Dios y orientados hacia Él, vivimos desorientados en este mundo, y nuestra libertad se desvanece”.

También Mons. Munilla lo expresa de esta forma: “Cuando el hombre pierde la fe en Dios, deja de ser el rey de la creación...