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Sección: Estado de Veracruz

Pandemia, devastadora para desarrollo físico, mental y emocional de niños

Crisis invisibiliza afectaciones a infantes: Banco Interamericano del Desarrollo

Miguel Valera Xalapa, Ver. 01/02/2021

alcalorpolitico.com

El documento para discusión del Banco Interamericano del Desarrollo (BID) “El alto costo del COVID-19 para los niños. Estrategias para mitigar su impacto en América Latina y el Caribe” señala que, aunque desde el punto de vista epidemiológico el virus ha afectado en menor medida a este sector de la población, el impacto de la pandemia en su desarrollo físico, mental y emocional puede ser devastador a corto, mediano y largo plazo.

Además, refiere que diversos estudios muestran que, derivado de la pandemia, la mortalidad infantil global podría incrementar por primera vez en más de 60 años debido a los efectos indirectos en el estado nutricional infantil y a la falta de acceso a servicios básicos de salud. “Este aumento podría ser de entre el 10% y el 50% debido al crecimiento de la desnutrición aguda y a la reducción de la disponibilidad de antibióticos para la neumonía, de sepsis neonatal y de solución de rehidratación oral para la diarrea. Existe además evidencia alarmante en varios países sobre el incumplimiento de los calendarios de vacunación”.

El informe elaborado por Diana Hincapié, Florencia López-Boo y Marta Rubio-Codina explica que la disrupción en los servicios de primera infancia, ya sea centros de cuidado, preescolares o programas de acompañamiento a familias, no tiene precedentes y, pese a los esfuerzos por mantener el contacto con los niños y sus familias y ofrecer cierta continuidad a la atención de forma remota, se esperan importantes impactos negativos en el desarrollo infantil y el aprendizaje, así como sobre la salud física y mental de los niños.



“La falta de rutinas, el sedentarismo y el confinamiento en las viviendas, reducen sustancialmente sus niveles de actividad física y exposición a estímulos y oportunidades de aprendizaje. También puede aumentar el tiempo que pasan frente a una pantalla, el desarrollo de patrones de sueño irregulares y la adquisición de dietas menos saludables. Además, y quizás más importante, su estado socioemocional y sus niveles de estrés y ansiedad también pueden verse afectados por una reducción en la cantidad y la calidad de las interacciones con sus cuidadores en el hogar, o por la falta de socialización y contacto personal con sus compañeros de clase, educadores y maestros”.

Las especialistas recuerdan que, en la situación actual de confinamiento y a pesar de la incipiente reapertura gradual de algunos servicios de cuidado y el retorno progresivo a la actividad económica, millones de madres y padres deben asumir el rol de cuidadores y promotores únicos del desarrollo de sus hijos, por lo que las prácticas de crianza en el hogar se vuelven particularmente cruciales.

Esto se da en un contexto en el que la capacidad de estos cuidadores de atender las necesidades de los niños y responder a sus intereses e inquietudes de forma cálida y oportuna puede verse altamente menguada por diversos motivos, apuntan. “Estos incluyen los cambios en la dinámica en el hogar; la desigual división de las tareas domésticas y de cuidado; el estrés por tener que balancear el cuidado y el trabajo; la pérdida de empleo e ingresos; la ansiedad por motivos de salud; y los vacíos que se generan en la estructura de cuidados dada la falta de acceso, o incluso pérdida, de tíos, abuelos u otras personas que apoyaban en las tareas de cuidado y crianza. Las tensiones que atraviesan las familias agudizan también situaciones de abuso, maltrato y violencia en el hogar, dirigidas tanto a los niños como a sus cuidadores”.



“Sabemos que las prácticas de crianza exhiben fuertes gradientes socioeconómicos en América Latina y el Caribe. Los padres de mayor nivel educativo o de mayor ingreso, por lo general, adoptan prácticas de crianza más sensibles y receptivas, además de más ricas y variadas (leen y cuentan más cuentos y juegan más con sus hijos, por ejemplo). Este grupo cuenta además con más herramientas para reorientar la conducta a través de prácticas de disciplina positiva y recurren con mucha menos frecuencia al uso de la violencia física o psicológica”.

En adición, consideran que la región presenta un claro rezago en otros indicadores clave para hacer frente a la crisis, incluyendo fuertes disparidades entre hogares más y menos vulnerables. En el ámbito educativo, muchos niños reciben pocas o nulas oportunidades de aprendizaje pese a los portales, plataformas y estrategias de atención virtual que se han desarrollado y siguen expandiéndose.

Lo anterior se da porque muchas escuelas y centros de cuidado no disponen del equipamiento ni de la tecnología necesarios para su uso efectivo, mientras que el acceso a materiales y recursos educativos también es desigual, con más de la mitad de los hogares en 20 países de la región sin acceso a internet, computadores, o teléfonos inteligentes, apuntan.



Por otra parte, recuerdan que la capacidad de muchos hogares de cumplir con las medidas de higiene y salud requeridas para contener el virus también son limitadas. “Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2015, solo el 22% de la población en la región contaba con servicios de saneamiento seguros, con relación al 39% a nivel global; mientras que el 65% tenía acceso a agua potable en la vivienda, comparado con el 71% de la población mundial”.

Si a las brechas de desarrollo infantil ya existentes en América Latina y el Caribe por nivel socioeconómico y educación de los padres, le sumamos el agravamiento en la salud infantil; la agudización de la pobreza debido a la pérdida de ingresos en los hogares; los déficits en las trayectorias de desarrollo y aprendizaje derivados del cierre de servicios de primera infancia; la brecha en las capacidades parentales; así como la brecha digital, el resultado puede ser una pérdida catastrófica de capital humano, exponen.

El documento publicado por el BID advierte que, a la imperante necesidad actual de los países de priorizar la atención sanitaria y los esquemas de protección social y de empleo para mitigar la crisis sanitaria y socioeconómica, se suma la probable caída en los ingresos fiscales. “Esto presenta un riesgo no menor de un futuro desfinanciamiento de los servicios de atención a la infancia que, en muchas ocasiones, sirven como igualador de oportunidades”.



“Todo ello pone a los niños de la región en una situación de, incluso, mayor vulnerabilidad siendo que, tradicionalmente, es el grupo etario en el que menos se invierte. Es por ello urgente definir mecanismos de apoyo gubernamental para los cuidadores en los hogares, así como priorizar acciones que den continuidad a los procesos de desarrollo y aprendizaje desde los servicios de atención a la primera infancia. Para esto se requiere emplear todos los recursos disponibles, tecnológicos u otros, e innovar para desarrollar nuevas estrategias que respondan a las necesidades de todas las familias, independientemente de su condición socioeconómica.”

Datos de la UNESCO informan que 19.6 millones de niños que pertenecen al nivel preescolar se encuentran temporalmente fuera de las aulas debido al COVID-19. En el caso de México, si bien se estableció la continuidad de actividades en los centros de atención infantil y guarderías por considerarse servicios esenciales, el agravamiento de la situación sanitaria ha conllevado el cierre de muchos de ellos o su operación a muy baja capacidad.

Para ofrecer una atención que priorice sus objetivos centrales de promoción del desarrollo infantil y del aprendizaje de forma esencialmente virtual o limitando el contacto presencial al mínimo imprescindible, las expertas del BID proponen diseñar contenidos pedagógicos (actividades y juegos) sencillos y protocolos de implementación y divulgación flexibles adecuados a cada contexto. Idealmente, estos contenidos deben realizarse con materiales disponibles en el hogar, como parte de sus rutinas (el momento de vestirse, de bañarse, de comer, de cocinar o lavar) y con base en la cotidianidad.



Asimismo, refieren la necesidad de elaborar mensajes sobre mejores prácticas de crianza que, con los contenidos, acompañen, apoyen y empoderen al cuidador en su rol de tal forma que se promueva un entorno psicosocial y socioemocional adecuado en el hogar, y activar estrategias de acompañamiento priorizado en aspectos de salud, nutrición y atención socioemocional a niños y sus cuidadores ante la identificación de señales de alarma, riesgo o vulneración de derechos—por ejemplo, desnutrición, falta de vacunas, desatención, maltrato o depresión del cuidador—durante las llamadas de monitoreo.

También recomiendan usar campañas de comunicación a través de radio, televisión y mensajes de texto para concientizar a las familias y comunidades de la importancia de la inversión en los niños; informarles sobre distintas estrategias y recursos a su disposición (canastas de alimentos, kits educativos, teleacompañamiento, etc.), y diseminar programas con contenidos especializados en la promoción del juego, el aprendizaje y las prácticas de crianza adecuadas.

“Se deben diseñar contenidos pedagógicos y plataformas virtuales para la formación y cualificación de los agentes comunitarios y educativos a cargo de la prestación directa en la implementación de las estrategias anteriores. Esta formación debe cubrir no sólo los nuevos contenidos y materiales, sino también cómo abordar la prestación telemática y el desarrollo de habilidades digitales y socioemocionales, como la empatía o la escucha activa”.



Las autoras consideran que uno de los principales retos en la implementación de estas estrategias es asegurar que los servicios son ofrecidos a todos sus usuarios, incluyendo aquellos que viven en zonas más aisladas e inaccesibles, o que pertenecen a grupos indígenas, quienes, por lo general, tienen menos acceso a internet y otros medios de comunicación, y más necesidades. Además, se debe lograr que este contacto sea lo suficientemente significativo, cercano y motivante como para promover y sostener comportamientos y prácticas en los hogares que sean generadores de desarrollo y aprendizaje.

Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fund https://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund