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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Por el bautismo, nuestra pertenencia a Cristo no es emocional sino algo esencial

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 11/01/2021

alcalorpolitico.com

Se nota inmediatamente que la palabra de Dios quiere asegurarse de que nosotros hayamos aprendido bien la lección en este tiempo de Navidad; quiere asegurarse que no desperdiciemos lo que hemos visto, lo que hemos vivido, lo que hemos prometido en los días de Navidad.

Sería mucho desperdicio que eso tan bonito que nos ha hecho sentir el Niño Jesús, que esas promesas que nos hemos atrevido a hacer, que esa visión de vida nueva que hemos tenido durante estos días, se apagara y viniera a menos por la presión que ya comenzamos a sentir.

Se trata de comenzar con ánimo y confianza este nuevo año que estamos viendo muy difícil pero donde también consideramos quiénes somos, cómo hemos sido llamados y cómo pesa en nuestra vida reconocer que hemos recibido el Espíritu Santo el día de nuestro bautismo.



Después de tantas experiencias hermosas que hemos vivido con ocasión de las fiestas de la fe es bueno que nos preguntemos cómo estamos iniciando este nuevo año, qué actitud tenemos y especialmente a qué le estamos apostando en este año, porque aquí es donde pueden cambiar las cosas.

Las tendencias modernas nos llevan a apostarle a la suerte, a las cosas mágicas, a las supersticiones y a las propuestas esotéricas. Hay personas que se dejan llevar por estas tendencias a la hora de canalizar sus buenos deseos para este año.

Otras personas le apuestan más a los cálculos y previsiones y dependen mucho de cómo los especialistas van trazando los escenarios que nos toca enfrentar este año.



A nosotros, los cristianos, se nos invita a no apostarle a la suerte o exclusivamente a las previsiones humanas, sino comenzar este nuevo año tratando de afianzar nuestra identidad cristiana y recordando que nuestra pertenencia a Cristo es esencial.

Nuestra pertenencia a Cristo no es algo emocional; no es que uno diga simplemente “a mí me gusta Cristo y su palabra”, “hay cosas en las que comulgo con él”, sino que nuestra pertenencia a Cristo es esencial. Por eso hemos sido bautizados; eso cambió definitivamente nuestra vida, nos abrió las puertas del cielo y puso en nuestro corazón semillas de eternidad. El bautismo no es una formalidad; es un acto que toca en profundidad nuestra existencia.

Dice el papa Benedicto XVI que: “Los padres cristianos llevan a sus hijos a la pila bautismal, sabiendo que la vida que les han transmitido invoca una plenitud, una salvación que sólo Dios puede dar”.



Por la experiencia que tenemos, ya sabemos que el mal no respeta treguas ni convalecencias ni momentos de paz, porque el mal no tiene palabra de honor. Lo que quiere el mal es destruir esa condición de hijos de Dios, que uno renuncie a esa plenitud de vida, para que dejemos de creer en todo el potencial que tenemos como hijos de Dios.

La celebración del bautismo del Señor Jesús nos recuerda este potencial. Hemos sido bautizados, no es un asunto que se haya quedado en nuestra niñez, no es un sacramento simplemente para protegernos por la indefensión cuando éramos niños, sino que Dios nos tomó como sus hijos, Dios tocó esencialmente nuestra vida.

Creo que las palabras que se dijeron de Jesús en el momento del bautismo ahora se dicen de cada uno de nosotros: Tú eres mi hijo amado, yo te he deseado, yo he pensado en ti, en ti he puesto toda mi confianza. Cuánto bien nos haría tener presentes estas palabras que Dios nos dice porque fuimos bautizados.



El papa Juan Pablo II afirmaba que: "Cada hombre al nacer, recibe un nombre humano. Pero ya antes de que eso ocurra, posee ya un nombre divino: el nombre con el cual Dios, el Padre, le conoce y le ama desde siempre y para siempre. ¡Ningún hombre es anónimo para Dios! A sus ojos, todos tienen el mismo valor: todos son diferentes pero todos iguales, todos llamados a ser hijos en el Hijo".

Fuimos bautizados, el Señor ha tocado esencialmente nuestra vida. Por eso cuando tenemos miedo y nos sentimos limitados, como en estos tiempos, hay que recordar que somos hijos de Dios; Él nos ha tomado como sus hijos, eso lo tenemos que celebrar, gritar y agradecer porque no ha sido nuestro mérito, sino que la misericordia de Dios así lo ha querido.

Conocemos cuál es nuestro potencial intelectual, moral y académico pero no siempre conocemos nuestro potencial espiritual. Hace falta confiar en este potencial espiritual porque hemos recibido el Espíritu que clama en nuestros corazones, que quiere llevarnos a la plenitud de vida, que quiere manifestarse cuando esta carne nos parece tan frágil y tan débil.



Hemos tenido muchas felicitaciones con ocasión de estas fiestas pero hoy vale otra felicitación: ¡Muchas felicidades por su bautismo! Porque somos hijos de Dios, porque no estamos solos, porque podemos clamar al cielo como hijos de Dios. Que de esta forma le demos rumbo y comencemos a despejar este año difícil reafirmando nuestra identidad cristiana y tratando de activar nuestra conciencia como hijos de Dios.