Ir a Menú

Ir a Contenido

Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

¿Por qué soy cristiano?

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 11/06/2018

alcalorpolitico.com

A la hora de compartir quiénes somos, de dónde venimos y qué pensamos, también surge la necesidad de revelar nuestro credo religioso. Parece una cuestión fundamental para saber con quién hablamos y cuál es su postura ante la vida, hablar de nuestras razones para creer en Dios o para no creer en Él.

Refiriéndome en esta ocasión a la vida de fe, más que al ateísmo, quisiera señalar cómo regularmente al hablar de nuestra profesión de fe cristiana ponemos más el acento en el aspecto subjetivo. Es decir, se define uno en este caso como cristiano reafirmando el yo, la libertad para dar este paso y la conciencia para llegar a esta decisión.

“Yo soy cristiano”, solemos afirmar para acentuar que “yo” desde mi razón y capacidad crítica estoy de acuerdo con Jesucristo. “Yo” veo que es razonable lo que pide, que su pensamiento y estilo de vida ofrecen garantías de una vida buena y que su doctrina no contradice el sentido común.



Se ve cómo al decir “soy cristiano”, se pone el acento en el aspecto racional exponiendo implícitamente que sé de lo que estoy hablando, que no soy ignorante, ni fanático sino que encuentro razones profundas para sentirme parte del estilo de vida de Jesús.

De manera subjetiva así discurrimos para responder acerca de nuestra fe, destacando la capacidad racional. Pero también, además del elemento racional, estamos tratando de decir que libremente damos este paso, que nadie nos condiciona ni nos manipula, que tampoco es la moda o simplemente la tradición de nuestra familia sino que libremente tomamos esta decisión.

Por lo tanto, partiendo de la inteligencia y la voluntad doy este paso en la vida para confesarme cristiano. Se acentúa, pues, que soy yo y mi decisión. Desde luego que la fe debe ser pensada y debemos optar libremente. No se trata de responder obligados o de no cuestionarse sobre aspectos que es necesario fundamentar, como de hecho la religión cristiana ha procedido favoreciendo una relación estrecha entre fe y razón, entre filosofía y teología, generando una rica tradición de pensamiento y cultura.



Pero meditando en la vida de San Pablo y de los santos he descubierto con claridad que los grandes hombres y mujeres de Dios no ponen el acento únicamente en el aspecto subjetivo sino en el aspecto objetivo. Es decir, tienen plena conciencia que Dios los ha elegido; Dios se ha manifestado de tal manera que no se puede uno mantener a la distancia.

Dios ha generado una serie de acontecimientos que nos hacen caer en la cuenta de su amor y misericordia. No es solamente que mi inteligencia tenga la capacidad de reconocer que esta fe es viable y productiva, o que mi voluntad me lleve a un proceso en entera libertad sino de aceptar que Dios es más grande que mi inteligencia y que Dios en su infinito amor quiere entrar en comunión conmigo y se manifiesta de tal manera que no lo puedo rechazar.

Tener conciencia que hemos sido elegidos por Dios, sabernos amados incondicionalmente por Dios sin haber hecho algo, sin mérito de por medio, sino solamente porque somos sus hijos, es quizá la razón más poderosa para afirmar que somos cristianos.



“Soy cristiano” no sólo porque yo reconozco después de mis cálculos e investigaciones que esta fe es hermosa sino porque me siento amado, elegido, aceptado y perdonado por Dios que se manifiesta también como mi Salvador.

Los dos aspectos son necesarios, tanto el aspecto subjetivo como el objetivo. Hay que saber dar razón de nuestra esperanza, decía el apóstol Pedro, y así como la fe tiene que ser pensada debe también ser acogida pues Dios se fija en nuestra pequeñez y nos manifiesta su amor. Como decía San José María Escrivá de Balaguer:

“Valen tanto los hombres, su vida y su felicidad, que el mismo Hijo de Dios se entrega para redimirlos, para limpiarlos, para elevarlos. ¿Quién no amará su corazón tan herido? Preguntaba ante eso un alma contemplativa. Y seguía preguntando: ¿Quién no devolverá amor por amor?¿Quién no abrazará un corazón tan puro?