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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Problemas de la humanidad

José Manuel Velasco Toro 01/07/2021

alcalorpolitico.com

Se considera que la civilización humana se inició con la emergencia y difusión de la agricultura y la ganadería, hace unos 12 mil años, lo que garantizó contar con una mayor disponibilidad de alimentos y obligó al sedentarismo dando origen a conglomerados humanos que se fueron transformando en aldeas, pueblos y ciudades. A partir de ese momento, el ser humano empezó a trasfigurar el paisaje natural para convertirlo en un paisaje transformado cuyo entorno adecuó a sus necesidades alimenticias y de vivienda. Durante un periodo muy largo del desarrollo civilizatorio, las sociedades agrícolas y mercantiles vivieron participando de la naturaleza en la cual creían, pues estaban convencidas de que actuar contra ella era actuar contra sí mismos. Griegos, Sirios, Persas, Chinos, Incas, Mayas, Germanos, Vikingos, Galos, Yaquis, Egipcios, Romanos, Sioux, Inuit, Cheyene, Zulú, Bantú, Maorí o Kaori participaban de la naturaleza y representaban su mundo como un ciclo que mantenía ritmo en equilibrio del cosmos, por eso sus divinidades fueron Cósmicas y la representación de las mismas estaba en relación con la dinámica de la naturaleza. Inti, el Dios Sol de la vida y la fertilidad de los Incas; Amaterasu, Diosa del Sol y madre en Japón; Itzamná, Dios Sol de la sabiduría Maya o Uto, Sol y divinidad de la justicia Sumeria, por dar solo unos pocos ejemplos, poseen el común denominador cultural en la asociación del Sol con la vida, la fertilidad que permite la sobrevivencia, la protección de su calor y la luz de la justicia. Similitudes que emanan de los atributos cósmicos compartidos, de ahí el por qué en estas culturas no existieron guerras religiosas, fenómeno que surgió a raíz de la expansión de las religiones monoteístas que en su obsesión de hegemonía han protagonizado conflictos genocidas y etnocidas en nombre de la Cruz, la Media Luna o la Estrella de David. Las concepciones cósmicas buscan la belleza en la supremacía de la naturaleza, el equilibrio humano en el ritmo de las estaciones, el cuidado del ser en la unidad con el entorno vivido y la historia, ese espacio-tiempo en el que transcurren los eventos humanos, se percibe como un mundo multiléctico porque está entrelazado por la red de relaciones que hacen posible la vida entre los seres que lo habitan. Pero ¿qué ocurrió con la llegada de la modernidad que trajo el mundo industrial a partir del siglo XVII? Esa visión de equilibrio se derrumbó porque el humano consideró que el orden social era distinto al orden natural. Que la cultura nos hacía superiores a la naturaleza y que, más que depender de ella, era menester arrancar sus secretos para dominarla, someterla, controlarla y explotarla. Se le vio, ahora, como un objeto proveedor de materias primas de la cual podíamos extraer todo lo requerido para el progreso y engrandecimiento del hábitat humano: las ciudades. Al despojarla del sentir cósmico, la naturaleza quedó a expensas de la voracidad civilizatoria industrial que la martiriza y destruye, a grado tal, que ha puesto en peligro la continuidad de la vida de miles de especies animales y vegetales, así como la humana misma. La realidad está frente a nosotros, a ojos vista. Sin embargo, la niebla que crea la absurda idea de la supremacía de la razón sobre la dinámica cósmica de la naturaleza, el aferramiento a la comodidad materialista que se sustenta en la extracción irracional de los recursos terrestres que son limitados y la multiplicación de la población que crece a un ritmo muy superior a la capacidad planetaria para proporcionar alimento, agua y materias primas que satisfagan necesidades de vivienda y cobertura corporal, ha provocado cambios que, en conjunto de situaciones relacionales, son grave problema para la humanidad y su continuidad civilizatoria. Pues como bien dice la sabiduría popular: “quien obra mal, le irá mal”.

La grave situación provocada por la actividad humana es lo que se ha llamado “cambio climático”. Bajo este nombre se explica la liga de problemas que están interrelacionados en un sistema complejo que tienen origen en la huella física, biológica, climática y social con fuerte impacto en la actividad económica. Causa y efecto que, al estar enlazados, generan la emergencia de circunstancias nuevas, no previstas, lo que está acelerando el “cambio climático”. La historia se inicia con la primer Revolución Industrial en el siglo XVIII. La invención del motor de vapor cambió la manera de producir bienes, de ser una actividad artesanal realizada en obrajes, a una producción cada vez más masiva mediante medios mecánicos. Pero producir vapor requería de la quema de combustible en grandes cantidades, energía que fue adquirida del carbón mineral el que no sólo produce Dióxido de Carbono (CO2), sino también una gran cantidad de hollín que contiene carbono y es, aparte de sucio, tóxico. Por eso la imagen de antaño en Londres, cuna de esta revolución industrial, siempre cubierta de hollín y la manipulada figura de los niños “deshollinadores” que limpiaban las chimeneas de las casas donde también era utilizado el carbón mineral para proporcionar calor en invierno. Luego se descubrió el potencial energético del petróleo cuya quema también produce CO2. Con la invención del motor eléctrico, que se le conoce como segunda Revolución Industrial, se requirió de gran cantidad de energía la que, para obtenerla, derivó en la construcción de centrales eléctricas a base de carbón mineral y petróleo, en gran proporción. En paralelo, la invención del motor de combustión interna demandó una enorme cantidad de gasolina, combustible derivado del petróleo que adquirió supremacía en el transporte. Si bien ambas revoluciones industriales aceleraron el proceso de desarrollo que hoy vivimos, la paradoja radica en el hecho de que iniciaron las condiciones que han conducido al “cambio climático”. La liberación a la atmosfera de CO2 por toda la actividad industrial humana a nivel planetario, ha creado una especie de cúpula que atrapa la radiación infrarroja procedente del Sol y que la Tierra lanza al espacio liberando calor. Ahora, ésta se queda atrapada en la atmósfera por efecto del CO2 (como también del metano, CH4) lo que produce elevación de la temperatura planetaria conocido como “efecto invernadero”. ¿Cuáles son las consecuencias y peligros? Vamos a señalar algunos en su relación causa-efecto múltiple e invitamos a lectoras y lectores, si es que los tengo, a indagar más sobre este grave problema causado por nosotros que amenaza la continuidad civilizatoria. El calor acumulado aumenta la temperatura de la atmosfera y al incrementarse de manera acelerada, como ya está sucediendo desde mediados del siglo XX (época en la que se conocía su efecto devastador), propicia variabilidad climática manifiesta en sequías prolongadas (en junio de 2021, México está afectado en el 40% de su territorio con situación de sequía anormal a sequía extrema), así como también se generan lluvias torrencialmente anómalas que provocan inundaciones catastróficas. Ambas situaciones, a su vez, desencadenan problemas sociales y económicos graves (escasez de agua para consumo humano y animal, riego y abasto urbano, pérdida de cosechas, daños materiales y todo aquello que leemos que equivocadamente atribuimos a fenómenos naturales cuando el origen es la conducta humana). El aumento del calor derrite glaciares y casquetes polares, lo cual afecta abasto de agua y aumento del nivel del mar que, en muchas regiones costeras e insulares, ya está erosionando las playas que devorará, de continuar, ciudades y pueblos enteros con la consiguiente migración de su población hacia zonas altas, pérdida de espacios productivos y afectación severa al comercio marítimo. Otra consecuencia es el desplazamiento de insectos tropicales trasmisores de dengue, chikunkuya, malaria y más, hacia zonas que han sido templadas y frías. Los océanos también muestran los efectos de la acumulación de CO2 en sus aguas, lo cual eleva su temperatura que altera las corrientes marinas que inciden en la formación de huracanes y ciclones, dañan hábitat de peces o acelera reproducción de algunas algas, como el sargazo que ha hecho presencia inusual en las playas del caribe mexicano. También la disolución de estructuras coralinas con efectos funestos: desaparición del entorno en el que se reproducen mariscos y peces, y de ser barreras naturales que protegen las costas del oleaje. Los efectos multiplicadores del “cambio climático” no quedan ahí, el derretimiento del hielo en regiones que fueron “eternamente blancas” deja al descubierto el permafrost que es la capa de suelo cuya materia orgánica, antes congelada, al quedar expuesta al oxígeno, entra en descomposición liberando gas metano, otro de los gases de efecto invernadero. Incluso, el aumento superior a los 35 grados provoca estrés térmico entre trabajadores cuya labor es al aire libre con claros efectos en la salud que va del agotamiento a la muerte y, claro está, impacto en la economía como resultado de la disminución de la productividad. Como verán, quienes me han seguido hasta aquí, es hora de hacer a un lado la incredulidad y actuar, desde nuestro propio espacio, y más allá hasta donde sea posible, para coadyuvar a un cambio radical en nuestra manera de consumir y volver a relacionarnos con la naturaleza en un trato de igualdad y equilibrio de antaño. No en el sentido cósmico de las antiguas concepciones religiosas, sino en un pacto natural que reconozca a la naturaleza como sujeto de derecho donde el ser humano le devuelva tanto como recibe de ella. Somos seres biológicos, sistemas moleculares al igual que una rana o un manzano que requerimos de oxígeno para respirar, agua para mantener la estructura corporal y alimento para liberar la energía que hace posible la vida. ¡Alto a la quema de combustibles fósiles! Aliento a la generación de tecnologías que permiten generar energía más limpia como la solar, eólica y térmica. Muchos países avanzan hacia la generación de energía sustentable. La cuestión es: ¿Por qué en México se persiste en la quema de combustibles fósiles? ¿Por qué se invierte en sentido inverso al futuro? De seguir, va a llegar el momento, no lejano, de que el Mundo nos lo reclame.