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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Que el nacimiento de Aquel sin hogar sea celebrado en todos los hogares

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 16/12/2019

alcalorpolitico.com

Podemos vivir obstinados en el error y en el pecado, pero llega el momento en que un estilo de vida así nos desgasta hasta provocar que nos duela el alma, porque el pecado hace daño y va dejando un vacío en el alma. La Navidad tiene el poder de tocar el corazón y sensibilizar nuestra alma para tomar conciencia del error en el que vivimos y del mal que estamos provocando.

El mal con su seducción y sus atractivos, así como con su apariencia de bien, nos va desgastando al grado de llevarnos al odio, la desesperación, la confrontación y al hastío de la vida.

No obstante, en esta vida enraizada en el pecado, la Navidad tiene el poder de mover nuestros sentimientos y de provocar una reflexión para llevarnos a la añoranza de los orígenes, pues en el principio del mundo y de nuestra vida está el bien, está el amor, está la alegría y está la paz.



A pesar de sentirnos capaces e inteligentes, cuesta trabajo reconocer que hemos sido burlados y seducidos por los mecanismos del mal que nos llevan a vivir en contra de nuestra propia esencia. Hemos sido ingenuos al subestimar el poder seductor y destructivo de los mecanismos del mal que hay en el mundo.

Debemos, por lo tanto, superar la ingenuidad y recuperar la inocencia. Por supuesto, la inocencia en sentido bíblico. A veces utilizamos como sinónimos ingenuidad e inocencia, pero desde la Palabra de Dios la inocencia consiste en recuperar la mirada limpia y la actitud caritativa ante la vida.

El inocente no es ingenuo ya que reconoce el mal que hay en el mundo y el poder que tiene para provocar estragos en la vida de la sociedad, pero no se deja atrapar por sus mecanismos de posesión, inmundicia, ruptura y violencia.



Tener la mirada del inocente como Jesús, el cordero de Dios, debe llevarnos a contemplar agradecidos la creación de Dios, a mirar la bondad de las personas, a ver con compasión especialmente a los que viven obstinados en el error, a confiar en la conversión de las personas, a sorprendernos y maravillarnos con el milagro de la vida y el amor.

La Navidad tiene esa capacidad para sumergirnos en una reflexión que visualice un camino de retorno al bien y al amor. Un poeta escribió que “los niños vienen a la tierra con todo el cielo enredado en los ojos”. Sus ojos inocentes nos hacen pensar en la santidad de ese Dios que es todo luz y pureza, “en quien no hay tiniebla alguna” (1 Jn 1,5).

Pero la nostalgia que sentimos en algunos momentos, especialmente en Navidad, nos hace pensar que aunque crecemos y dejamos de ser niños seguimos teniendo el cielo enredado en los ojos. La nostalgia del bien, del amor y de la paz nos remite a nuestros orígenes, a los fundamentos de la vida y a nuestro estado natural.



Dante Alighieri sostiene que: "...Tres cosas nos han quedado del Paraíso: las estrellas, las flores y los niños". Nuestro Señor Jesucristo al señalar el pecado y la maldad insistía en la necesidad de hacerse como niños para alcanzar el reino de los cielos.

En primer lugar, podemos intuir en el mensaje del Señor Jesús la insistencia en recuperar la inocencia de los niños para tener una mirada limpia y superar la malicia en los ojos y en el corazón. En segundo lugar, Jesús los pone como ejemplo porque los niños tienen la capacidad de decir "¡Ayúdame!" cuando se sienten necesitados; los niños no temen reconocer sus límites y la necesidad que tienen de los demás.

Y en tercer lugar, hace falta destacar la capacidad de asombro que tienen los niños. Su sencillez y la mirada limpia los llevan a maravillarse hasta con las cosas más habituales y ordinarias de la vida.



Celebremos, por tanto, la Navidad y aceptemos la reflexión y la nostalgia que provoca para recuperarnos de tantos errores y lograr rectificar ante tantos caminos torcidos. Y que las circunstancias concretas en las que Jesús vino al mundo sigan provocando asombro, gratitud y alabanza a Dios por tanto amor.

No dejemos de celebrar la Navidad porque, como dice Chesterton: "La Navidad está construida sobre una bella e intencional paradoja; que el nacimiento de Aquel sin hogar sea celebrado en todos los hogares".