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Sección: V?a Correo Electr?nico

Espacio ciudadano

¡Que su sacrificio no sea en vano …!

Jorge E. Lara de la Fraga 28/10/2014

alcalorpolitico.com

“México se ha convertido en una tumba sin nombre, donde caben todas las victimas …”









Que se encienda una luz de esperanza. Es muy grave lo que está pasando en nuestro país; están en tela de juicio nuestras instituciones públicas y la clase política, más allá de todos sus colores, exhibe a plenitud su mediocridad. La ciudadanía no alcanza a comprender la ineptitud e irresponsabilidad de los funcionarios de los tres niveles de gobierno ante la ola de violencia y de delitos que acontecen diariamente en el territorio patrio. Los panegiristas oficiales nos presentan fantasías bastantes diferentes a la triste realidad; mientras se festina con bombos y platillos que México avanza y se mueve por derroteros de paz, estabilidad económica y justicia social, surgen por doquier ahorcados, descuartizados, fosas clandestinas y cadáveres que desnudan esa imagen idílica que se trata de exportar al Mundo para que nuestros mandatarios obtengan preseas oropelescas o distinciones controvertidas. En estos momentos de crisis y de emergencia nacional es cuando se impone un examen de conciencia para detectar a plenitud nuestras fallas y reencauzar el navío republicano que parece zozobrar.










Hay que decirlo con todas sus letras: andamos mal institucionalmente en los tres escaños de gobierno; tanto en el ámbito municipal, en el estatal, como en el nivel federal se impone una evaluación a fondo de la estructura, funcionamiento y normatividad de los diferentes niveles de autoridad. No podemos seguir por el mismo sendero trillado, donde a cada momento se hace evidente la corrupción y la impunidad por sobre las normas existentes y tal pareciese que nadie se da cuenta de nada, de que todos “se tapasen con la misma cobija”. Al amparo del poder los munícipes se enriquecen, cometen atrocidades, se coluden con los delincuentes y se olvidan de sus representados. Lo mismo acontece, en mayor proporción, con los gobernadores de las entidades federativas, quienes además se erigen como virreyes o sultanes de sus infelices súbditos, dejando de lado la responsabilidad contraída con la comunidad que los respaldó con su voto. El primer mandatario del país, por lo que se ve, no desentona con lo que hacen los otros servidores públicos; en vez de ser diferente, tal parece que los respalda en sus inadecuados procederes, siempre y cuando no hagan mucho ruido y preserven en sus territorios la mediática y supuesta “paz social”.









Lo acontecido en Iguala los días 26 y 27 de septiembre, cuando “son desaparecidos” 43 jóvenes de la Escuela Normal de Ayotzinapa y muertos 6 más (3 ciudadanos de localidad y 3 normalistas), es una prueba fehaciente de que nuestras instituciones no están funcionando bien. Si un alcalde –de acuerdo con la discutible versión oficial- de un municipio se atrevió a cometer esa felonía colectiva sin pedirle autorización a nadie, representa a todas luces algo verdaderamente inaudito y delicado. Bastante culpa acarreaba ya ese presidente municipal con sus actividades prepotentes y con sus decisiones arbitrarias, más sus nexos comprobados con elementos de la delincuencia organizada; pero con el perpetrado “crimen de Estado” rebasó los limites y puso en evidencia plena a los otros niveles de mando que, por lo que se deduce, no actuaron con la celeridad pertinente y cargarán para siempre, en la opinión de la gente, con el mote o denominación aberrante de “cómplices por omisión”.









En lugar de andar invirtiendo el tiempo en desgastantes y pomposas reformas estructurales, es el momento de meterle “el diente”, en serio, a una transformación profunda de nuestro entramado institucional, de eso que los peritos llaman una reforma de Estado, que en verdad mejore el actual estado de cosas. Para nadie es un secreto que las personas están hartas de la podredumbre moral existente; no creen en la promesas vertidas por lo voceros de la autoridad; ponen en entredicho los mensajes de prosperidad vertidos por los político locales y hasta dudan de la idoneidad del mismo Primer Mandatario de la Nación. A mi juicio es hora de “lavar la ropa sucia de la casa”, de comprender que no estamos haciendo bien la tarea y que se imponen, entre otras muchas cosas, nuevos y honrados comportamientos públicos, transparentes procesos de procuración y administración de justicia, una acción de limpieza del ámbito electoral, sanciones drásticas a los infractores de adentro y de afuera, medios masivos que respondan a la sociedad, no a sus pérfidos intereses. En fin, si ya la sangre llegó al río, que ese sacrificio juvenil no sea en vano, que un nuevo federalismo sea la luz que ilumine a Ayotzinapa, a la educación pública y al México diferente que todos anhelamos.