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Sección: V?a Correo Electr?nico

Rayos y centellas

?ngel Lara Platas 19/02/2013

alcalorpolitico.com

Una de las noticias que mayormente han agitado a las diferentes sociedades del mundo, fue ni más ni menos que la sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI.

Pero lo más interesante del caso, es que también hubo reacciones de más allá de lo terrenal.

La noticia de la renuncia del Santo Papa repercutió fuerte en los planos celestiales y suprauniversales.

A la lectura del documento donde el jerarca de la iglesia católica Joseph Ratzinger, que con palabras perfectamente elaboradas trata de convencer a sus seguidores que su retirada obedece a cuestiones de su mermada integridad física; le precedieron dos acuses que desde el mismo cielo llegaron con descomunal potencia a la tierra: el rayo que impacta en la cúpula de la Basílica de San Pedro, sin estar dadas las condiciones climatológicas que regularmente anteceden a este tipo de fenómenos naturales; y el meteorito –que también venía del cielo- que cayó en Rusia, en la región de los Montes Urales, cuyos efectos tocaron violentamente las frentes de muchos soviéticos, casi al tiempo que los cristianos, en esa parte de la cara, recibían la ceniza del simbolismo católico.

Él mismo lo repitió varias veces en el cuerpo del documento que leyó: que sus fuerzas estaban cediendo por el peso de los años, que su deteriorada salud le obstaculizaba ejercer el ministerio petrino; pero que desde su retiro seguiría sirviendo a Dios. Este sería su compromiso.

Sin embargo, aunque ya había comentarios que antecedían a la decisión respecto a sus malestares físicos, en particular el funcionamiento de su corazón que era apoyado por un cardioestimulador, nadie soslaya que los problemas al interior de la Iglesia Católica, provocados por la otra parte de sus representantes, lo hayan agobiado en extremo al grado de perjudicar su frágil estado de salud.

El escándalo que se armó en torno a los casos de pederastia del Padre Marcial Maciel Degollado –por cierto mexicano-, fue un escándalo mayúsculo que todavía no ha quedado debidamente solventado.

El fundador de los Legionarios de Cristo fue señalado de pederasta, tuvo hijos con varias mujeres, estafó a otros curas, obtuvo fuertes cantidades económicas de aportantes anónimos y por si faltara algo, vivió en amasiato con una de sus hijas en Madrid, España. También plagió el libro de cabecera del grupo. Vamos, hasta fue acusado por uno de sus antiguos colaboradores, de haber envenenado a su tío abuelo el Obispo -ahora Santo- Rafael Guízar y Valencia, quien avaló la exitosa carrera eclesiástica del ambicioso sobrino allá por los años treinta.

A pesar de todas estas ternuras, Marcial Maciel soñaba con ser proclamado santo universal. Tanto dinero llegó a sus manos que a su organización le acomodaron el mote de los “millonarios de Cristo”.

En aquel tiempo se especuló que el mismísimo Papa Juan Pablo II lo protegía.

Este caso lo vivió muy de cerca el Prelado de Roma. El Cardenal Ratzinger ordenó la investigación de la doble y exagerada vida de Marcial Maciel, líder de uno de los más exitosos movimientos del nuevo catolicismo.

Sin embargo, no se actuó de manera contundente para aplicar un castigo ejemplar al cura pervertido. Benedicto XVI recibió fuertes críticas de las víctimas y sus familiares, por la tibieza con la que trató el asunto. Pero no era tan sencillo castigarlo: Maciel llenaba las plazas que visitaban Juan Pablo Segundo y el ahora renunciante.

Pero la ácida lluvia de problemas que caían sobre los techos de la Basílica de San Pedro, continuaba de manera pertinaz.

Tan solo el año pasado, la Fiscalía del Vaticano recibió aproximadamente seiscientas denuncias contra curas pederastas, provenientes de diversas partes del mundo.

Y qué decir del mayúsculo escándalo de dimensiones mundiales, al conocerse la filtración de documentos secretos del Vaticano por Paolo Gabriele, uno de los hombres más importantes del primer círculo papal, considerado también como miembro distinguido de la llamada familia del Sumo Pontífice. Dicen que ese acto de deslealtad, provocó en el representante de la iglesia romana un profundo desencanto y hondo sentimiento de traición.

A Benedicto XVI también lo han agobiado diversos temas que significan presiones extremas para la política clerical que se ejerce desde los terrenos de San Pedro.

El tema del aborto y los matrimonios gay en no pocas ocasiones debieron haberle perturbado el sueño al supremo pontífice. Igual ha pasado con el Banco Ambrosiano de Milán (Banco del Vaticano), bajo la sospecha de lavar dinero del narcotráfico mundial.

Anclado por su salud, Benedicto XVI no poseyó la fuerza suficiente para exterminar a los demonios que sueltos corren por las callejuelas del Vaticano.

Desde la renuncia del Santo Padre, las horas de los fieles seguidores del máximo jerarca de la Iglesia Católica, se llenaron de presagios.

A pesar de la vigilante preocupación por el destino de su iglesia, el originario de Alemania decide retirarse antes que desfallecer frente a la feligresía cristiana.

Por todo lo que se ve, el negocio de la fe está en crisis. Se requiere un Papa más pastoral y menos político.