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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Santo Padre Francisco: sobre la literatura

José Manuel Velasco Toro 08/08/2024

alcalorpolitico.com

Toda reacción emocional se relaciona con una percepción positiva o negativa, consciente o inconsciente, vinculada con el contexto en el que está inmersa la persona. La lectura de un texto es un contexto en el que se establece un diálogo entre quien escribió y entre quien lee, diálogo mental que provoca reacciones emocionales y agitación de sentimientos, según trate lo leído y estado de ánimo del lector, pues puede ocasionar disgusto, alegría, tristeza, regocijo o liberar la imaginación recreando fantasías, sentimientos encontrados o aventuras en que permiten el vuelo de lo imposible. Traigo esto a colación porque el día de ayer leí la Carta del Santo Padre Francisco sobre el papel de la Literatura en la formación que recientemente dirigió a quienes están en formación sacerdotal, mensaje que incluye a todos los agentes pastorales y toda persona como parte del “camino de la maduración personal”.

La “Carta” es de un bello humanismo cristiano que resalta la integridad de la consciencia, invita a pensar en el prójimo, a reflexionar sobre la majestuosidad de la vida, la libertad y el futuro de la humanidad en nuestro único hogar: la Tierra. Nos dice: “Con frecuencia, entre el aburrimiento de las vacaciones, el calor y la soledad de los barrios desolados, encontrar un buen libro de lectura llega a ser como un oasis que nos aleja de otras actividades que no nos hacen bien”. La literatura, refiere el Papa Francisco, tiene que ver “con lo que cada uno de nosotros busca en la vida, ya que entra en íntima relación con nuestra existencia concreta, con sus tensiones esenciales, sus deseos y significados”.

En efecto, la literatura, novela, poesía, cuento, mueve el emocionar y nos hace sentir, pensar, decidir, desear porque, señala Francisco, “la literatura se inspira en la cotidianeidad de la vida, en sus pasiones y en sus propias experiencias”, como es la muerte, la alegría, la tristeza, el trabajo, el amor, sea de nuestra cultura o de otras culturas, “antiguas y las nuevas”, que nos comunican “sus símbolos, mensajes, creaciones y narraciones con los que plasmaron y quisieron revelar y evocar sus más bellas hazañas y los ideales más bellos, así como también sus actos violentos, miedos y pasiones más profundos”.



Resalta el discernimiento evangélico y el encuentro cristiano con la cultura de cada época que permite reelaborar en anuncio evangélico, encuentro en el que la literatura y la poesía, en especial, han tenido y tienen plantada la semilla “de la presencia del Espíritu en los acontecimientos, sensibilidades, deseos y tensiones profundas de los corazones y contextos sociales”.

Sobresale la importancia del saber científico pues, señala, explica lo conveniente que tiene el hábito de la lectura para la salud mental. Nos dice: “produce efectos positivos en la vida de la persona; la ayuda a adquirir un vocabulario más amplio y, por consiguiente, a desarrollar diversos aspectos de la inteligencia. También estimula la imaginación y la creatividad. (…). Además, mejora la capacidad de concentración, reduce los niveles de deterioro cognitivo, calma el estrés y la ansiedad”. M. Proust, José Luis Borges, T. S. Eliot y otros autores, son exaltados como ejemplo de buena literatura que nos hacen trascender en la fe, el amor, la moral y el conocimiento.

Es interesante la referencia al poeta T. S. Eliot en su libro The Idea of Christian Society (1946) para ejemplificar cómo las obras literarias de la contemporaneidad han “definido justamente la crisis religiosa moderna como una crisis con una incapacidad emotiva” que invade todo el tejido social. La poesía, sugiere, posee la fuerza emocional y espiritual para “sanar y enriquecer nuestra sensibilidad” y “emocionarse ante Dios, ante su creación, ante los seres humanos”.



De ahí que a lo largo de la “Carta” insista en que los sacerdotes actuales y futuros, así como toda persona, consideren, lean y promuevan la lectura de grandes obras literarias para recuperar la “paideia sacerdotal”, en otras palabras, la educación clerical. Y citando la Carta de los Hebreos (Hb 4, 12-13), lo mismo que refiriendo al teólogo alemán Rahner, enfatiza que la poesía, la palabra poética comunica y llama a la “Palabra de Dios”. Esto es así, insiste, porque en la literatura hay “forma de expresión y de sentido.

Esta representa por tanto una forma de ejercicio de discernimiento, que afina las capacidades sapienciales de escrutinio interior y exterior del futuro sacerdote”. Y citando a Proust, Francisco reconoce que la literatura es “un telescopio” que permite enfocar situaciones, personas, cosas de lo cotidiano y de la experiencia humana al abrir otras ventanas para ver, buscar y explorar la verdad del ser y de las “situaciones como misterio” porque vemos, también, a través de “otros ojos”, otras mentes que amplían nuestra perspectiva y “activa en nosotros el empático poder de la imaginación” que es fundamental para “identificarse con el punto de vista, la condición y el sentimiento de los demás, sin lo cual no existe la solidaridad ni se comparte, no hay compasión ni misericordia”, tan necesaria en estos tiempos de incertidumbre constante.

Los últimos párrafos de la “Carta” son contundentes en el profundo humanismo cristiano de Francisco que, con amplia reflexión nos dice que la literatura educa para la comprensión, nos abre a la humildad, amplía la condición humana a través del juicio, forma en la descentralización, en la renuncia al dominio y al sentido del límite. Coadyuva al crecimiento cognitivo y crítico y nos pone en juego ante la “extraordinaria riqueza de la historia debida a la presencia del Espíritu”.



Concluyo trascribiendo el párrafo final en el que nos dice que “la afinidad entre el sacerdote y el poeta se manifiesta en esta misteriosa indisoluble unión sacramental entre Palabra divina y la palabra humana, dando vida a un misterio que se convierte en servicio pleno de escucha y de compasión (…). No podemos renunciar a escuchar las palabras que nos ha dejado el poeta Paul Celan: «quien realmente aprende a ver se acerca a lo invisible»”. Sencillamente trascendente.