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Sección: Estado de Veracruz

Sergio Galindo nos enseñó a ver nuestro paisaje con ojos de escritor: Rafael Antúnez

- Hoy, como hace 40 o 50 años se sigue escribiendo muy bien en Xalapa, comentó

- Es un mal chiste llamarle "Atenas" pero la ciudad vive una "dilatada experiencia creativa"

- Hay grupos de danza, coreógrafas, pintores, ceramistas, escritores, editoriales, cineastas, músicos de los más variados géneros

Miguel Valera Xalapa, Ver. 17/05/2020

alcalorpolitico.com


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Más que una “época de gloria”, lo que ha tenido Xalapa es una dilatada experiencia creativa, asegura el escritor, ensayista, traductor y director del Instituto Literario de Veracruz, una reconocida editorial independiente en esta ciudad, Rafael Antúnez.

Amigo de Juan Vicente Melo —a quien estaba unido por el amor a la conversación, la literatura y los tragos, expresa—; alumno de Sergio Galindo —fue mi benefactor y un hombre generosísimo, dice— y cercano también a Sergio Pitol y Luis Arturo Ramos, el autor de La isla de madera, hace un recorrido por la Xalapa de las letras en la que en una misma época todos estos autores construyeron una importante obra literaria y en donde varios jóvenes, en la actualidad, siguen confirmando que “se sigue escribiendo muy bien en la ciudad”.

En entrevista a distancia, siguiendo los protocolos por el COVID-19, Rafael Antúnez comenta que “equipararse con los griegos es una desmesura, mucho más ahora que vivimos tiempos donde la cultura ocupa, en el plano oficial, un sitio muy periférico (que hubiera sido impensable en el mundo griego)”, destaca.

El autor, que recién terminó su segunda novela, de la que muy pronto nos dará detalles y que trabaja en dos libros: La muchacha del verano ensayos y artificios y El hombre que amó a Matilde Urbach, un ensayo narrativo sobre Jorge Luis Borges, se refiere también al trabajo que hasta el día de hoy están realizando los poetas Francisco Hernández Pérez, de San Andrés Tuxtla; José Luis Rivas, de Tuxpan y José Homero, de Minatitlán.

“Ellos son extraordinarios poetas, de lo mejor que hay, no sólo en México, sino en el ámbito hispánico. Cada uno a su manera, cada uno dueño de una voz inconfundible”, dice de Hernández y Rivas.

De José Homero, a quien lo une una gran amistad, añade: “A más de ser un poeta notable y un crítico muy lúcido y certero, Homero ha sido un incansable promotor cultural, uno de los grandes animadores de la cultura en Xalapa”.

Rafael Antúnez, quien se encuentra también dirigiendo una colección de libros que ya empezó a circular en Bogotá, Colombia, de sus editores, el Grupo Editorial Ibáñez, se refiere también al trabajo que realiza desde su editorial independiente.

“Seguimos vivos y en la brega. Lo que, como están las cosas, ya es mucho decir. Somos, como bien lo sabes, una editorial independiente y esto nos hace sumamente vulnerables ante situaciones de crisis como la que vivimos. Debo aclararte que cuando digo crisis, no me refiero a la inherente a la pandemia, sino a la crisis derivada de la insensibilidad y la ignorancia de quienes nos gobiernan... Pero nosotros seguimos reinventándonos, produciendo, ya sea con nuestros muy limitados recursos, ya sea en colaboración con los propios autores”, asevera.

Aquí la entrevista íntegra:

XALAPA, DILATADA EXPERIENCIA CREATIVA

—¿Qué piensas de ese adjetivo que le han endosado a Xalapa como la Atenas Veracruzana?

Lo que fue en el siglo pasado una desafortunada (y cursi) ocurrencia, hoy parece sólo un mal chiste. Equipararse con los griegos es una desmesura, mucho más ahora que vivimos tiempos donde la cultura ocupa, en el plano oficial, un sitio muy periférico (que hubiera sido impensable en el mundo griego). Lo que no impide que vivamos en una ciudad con una rica tradición cultural. Aunque de ahí a Atenas, pues hay un abismo… “Brincos dieras”, como diría Ramón Rodríguez.

—¿Crees que esta capital ha tenido una época de gloria en el plano literario?

Yo creo que más que una “época de gloria”, lo que ha tenido Xalapa es una dilatada experiencia creativa. En los años sesenta Sergio Galindo escribe Polvos de arroz y La justicia de enero; Ramón Rodríguez, por su parte, debuta con Ser de lejanías y Pitol publica en Xalapa, aunque no los escribió aquí, los cuentos de Infierno de todos.

La producción última de Juan Vicente Melo fue escrita en Xalapa y en los ochenta Luis Arturo Ramos escribe y publica aquí dos de sus mejores novelas: Intramuros y Este era un gato, que por sí solas marcarían un momento altamente significativo en la historia literaria de la ciudad.

Tampoco hay que olvidar que desde finales del siglo pasado ha estado escribiendo en Xalapa José Luis Rivas y Sergio Pitol escribió sus últimos libros aquí. Si a esto añadimos la labor editorial llevada a cabo de la Universidad Veracruzana y en ciertos, y en ya muy lejanos tiempos por el Estado, y ahora por pequeñas editoriales independientes, o proyectos culturales como Ciclo que anima Lorenzo León, es muy difícil señalar un momento en la historia última de la ciudad al que podamos marcar como crítico literariamente hablando.

Actualmente los jóvenes están escribiendo cosas muy interesantes, tanto en el teatro como en la poesía o en la narrativa. Alejandro Albarrán, Rafael Toriz, Isabel Quiroz y Johana Cuevas, por sólo citarte a los primeros que me vienen a la cabeza… confirman que, hoy, como hace cuarenta o cincuenta años, se sigue escribiendo muy bien en la ciudad.

—¿Qué opinas de la nostalgia del pasado?

Yo creo que, hasta cierto punto, es saludable la nostalgia por el pasado, siempre y cuando esta no se traduzca en un rechazo del presente, o en el viejo tópico de que todo tiempo pasado fue mejor. Siempre será bueno tener un pie bien asentado en la tradición (y esta no puede venir del futuro). Debemos mantener un diálogo vivo y nutricio con el pasado. Pero dialogar y nutrirse con y del pasado, no implica necesariamente casare con el pasado. En la política la idea del regreso al pasado resulta fascinante y la están llevando a la práctica, aunque los resultados sean atroces”.

—¿Consideras que esta ciudad necesita una mayor proyección en esta materia?

Si tú miras el talento independiente que hay en la ciudad: grupos de teatro, de danza, coreógrafas, pintores, ceramistas, escritores, editoriales, cineastas, músicos de los más variados géneros, lo primero que te sorprende es lo generoso y variado de su oferta, de sus propuestas y la alta calidad de su trabajo. Hay de todo, menos una institución que brinde apoyos, que cree festivales donde se aproveche y proyecte todo este capital cultural. Salvo el trabajo que Diego Salas, realiza en el Ayuntamiento, lo demás es un páramo. Los espacios culturales arrendados como espacios para graduaciones y salones de fiesta o conferencias sobre ovnis… Basta con ver en lo que se ha convertido ahora el Ágora de la ciudad: es una tristeza, qué digo tristeza, una vergüenza.



AMISTAD CON JUAN VICENTE, GALINDO, PITOL Y RAMOS

—¿Cómo se tejió tu amistad con Juan Vicente Melo?

Mi amistad con Juan Vicente se tejió alrededor de tres grandes pasiones compartidas: el amor a la conversación, el amor a la literatura, y el amor a los tragos. Durante años nos reunimos a hablar de libros y escritores y a beber ingentes cantidades de un ron infame que le gustaba a Juan Vicente. Conocí a Juan gracias a Luis Arturo Ramos y a Luis Arturo, gracias a Sergio Galindo quien fue mi maestro, mi benefactor y, sobre todo un hombre generosísimo, cuyo consejo y apoyo fueron definitivos en mis primeros años como escritor.

—¿Cuáles consideras que son las grandes aportaciones literarias de Sergio Galindo y el propio Juan Vicente?

Creo que al elegir a Xalapa y la región como escenario de buena parte de su obra, Sergio Galindo nos regaló una gran lección de geografía literaria: nos enseñó a ver nuestro paisaje con ojos de escritor, nuestra tierra como un escenario tan atractivo como Nueva York, París, Yoknapatawpha o Santa María.

Ahora bien, no es el único aporte de Galindo. Si bien se mira, su obra narrativa completa se yergue como una suerte de comedia humana, un gran fresco donde brillan excelentes novelas comoDeclive,

Los dos ángelesy, por supuesto:Otilia Rauda.



En cuanto a Juan Vicente Melo, más allá de esa oscura y deslumbrante novela,La obediencia nocturna(que bastaría para colocarlo en el lugar de privilegio que posee), más allá de su aporte estilístico (que es notable), Juan nos ha dado un gran ejemplo de rigor creativo, de compromiso con el lenguaje y con el arte.



En tiempos como los nuestros donde la inmediatez parece ser la moneda de cambio, la lección de Juan Vicente, su puesta por la paciencia, por el respeto a la palabra y al oficio, que, en buena medida termina siendo una forma de respeto por los lectores, se vuelve invaluable. Juan solía decir que la promoción cultural requiere una entrega par a la que se necesita para escribir un poema, para pintar un cuadro, para componer una sonata o un cuarteto de cuerdas. Lo opuesto a lo que hoy se practica.

—Con Sergio Pitol tuviste una cercanía muy particular, ¿por qué es la referencia obligada a las letras veracruzanas en los últimos tiempos?

Bueno, los motivos para que Sergio sea la referencia obligada sobran: bastaría con señalar su obra como cuentista o como novelista o su obra ensayística (sin mencionar su obra como traductor) para dar respuesta a tu pregunta.

En el plano amistoso era un ser extraordinario, dueño de un sentido del humor fabuloso, un don de la conversación fascinante. Creo que Sergio, como ningún otro escritor entre nosotros (hablo de Xalapa), nos ha dado una lección cabal de lo que significa ser contemporáneo, de lo que significa ser cosmopolita y, a la vez, de lo que significa ser una persona de una sencillez desarmante y de una generosidad superlativa. Cuando hablabas con él, sentías que estabas ante alguien que lo había leído todo, que había visto todo el arte clásico y contemporáneo

—¿Ha sido la Universidad Veracruzana una fábrica o promotora de creadores literarios?

No, venturosamente, no. El papel de la Universidad no es el de producir creadores literarios. Se ha dado (y se dará seguramente) la coincidencia de que algunos muy buenos escritores sean egresados de la Universidad Veracruzana, pero también muchos escritores malísimos han egresado de ahí. Lo que no quiere decir, tampoco, que sea una fábrica o promotora de malos poetas. Su labor, que ha hecho y hace muy bien desde su editorial, es promover la buena literatura que aquí se escribe, la produzcan egresados o no egresados de la UV.

—¿Crees que Sergio Galindo, José de la Colina o Jorge Rufinelli han sido los grandes promotores editoriales de la UV?

Tanto el trabajo de Galindo como, posteriormente el de Rufinelli (aunque desde muy distintas perspectivas e intereses) han significado momentos muy altos en la historia de la editorial de la UV. Aunque creo que el legado de Sergio y el del maestro Rufinelli han corrido suertes distintas. Mientras la colección Ficción (obra de Sergio) goza de cabal salud, el legado de Rufinelli sufre, por decirlo así, una suerte de desmantelamiento lento, pero inexorable.

—¿Qué me podrías decir del ingente trabajo que has realizado desde el Instituto Literario de Veracruz?

Bueno, que seguimos vivos y en la brega. Lo que, como están las cosas, ya es mucho decir. Somos, como bien lo sabes, una editorial independiente y esto nos hace sumamente vulnerables ante situaciones de crisis como la que vivimos. Pero una ventaja que te da el ser independientes es que todo el tiempo debes estar hallando soluciones, alternativas, nuevas rutas que te permitan seguir (así sea a cuenta gotas) produciendo libros. Debo aclararte que cuando digo crisis, no me refiero a la inherente a la pandemia, sino a la crisis derivada de la insensibilidad y la ignorancia de quienes nos gobiernan.

Pero nosotros seguimos reinventándonos, produciendo, ya sea con nuestros muy limitados recursos, ya sea en colaboración con los propios autores. El año pasado, por ponerte un ejemplo, hicimos con Víctor Hugo Vásquez un libro que resultó todo un hit: Ciudades aprehendidas y otros apegos. Es libro de ensayos escritos por jóvenes que Víctor seleccionó y prologó. Él nos tuvo la confianza y se involucró en la producción de una manera por demás generosa. Trabajamos casi un año y al final logramos sacarlo. El libro ha circulado muy bien y ha tenido una excelente acogida.

LA LITERATURA, UN PAISAJE DONDE TODO CUENTA





—¿Qué opinión tienes de la obra literaria de Luis Arturo Ramos?

Luis Arturo es dueño de una obra narrativa admirable. Solemos hablar mucho de sus novelas y olvidamos su extraordinaria obra cuentística donde brillan cuentos y noveletas como «Cartas a Julia», «Domingo» o «Los viejos asesinos» que se cuentan entre lo mejor de su producción.

—¿Quiénes consideras que son en la actualidad la cuadra literaria de Veracruz?

Espero me disculpes por no darte nombres, pero se podría prestar a muchos malos entendidos. No me gusta ver la literatura como una carrera de caballos, prefiero verla como un paisaje. Y en el paisaje, cuenta todo: la hormiga y el volcán, el liquidámbar y el gorrión que se posa en sus ramas, la nube y el guijarro que baña el arroyito. Todo cuenta y es necesario.

—¿Qué piensas del trabajo poético del sanandrescano Francisco Hernández Pérez y del tuxpeño José Luis Rivas?

Ambos son extraordinarios poetas, de lo mejor que hay, no sólo en México, sino en el ámbito hispánico. Cada uno a su manera, cada uno dueño de una voz inconfundible. Ambos ya dueños de un universo poético totalmente consolidado. Ambos nos han regalado títulos notables: como Río, Relámpago la muerte, Moneda de tres caras, De cómo Robert Schumann fue vencido por los demonios, Mal de Graves. En el caso de José Luis, hay que añadir su notable contribución como traductor. En este campo ha realizado una tarea titánica. Sería un logro muy importante para la Universidad si lograra editar la obra completa de estos dos excelentes poetas. Unas obras completas con prólogos y estudios serios, realizados por especialistas, con cronologías, glosarios, etc. Y sería, para nosotros sus lectores, un verdadero festín.

—¿Y de José Homero?

A Homero me une una gran amistad. Lo conocí recién llegado de Minatitlán de donde él es originario. Hicimos parte de nuestras carreras en paralelo. Participamos juntos en muchas aventuras editoriales: suplementos y revistas. Unos dirigidos por él, como Graffiti y Performance, y otros dirigidos por mí, como El colombre y Forum. A más de ser un poeta notable y un crítico muy lúcido y certero, Homero ha sido un incansable promotor cultural, uno de los grandes animadores de la cultura en Xalapa.

—¿En qué te encuentras trabajando, literariamente, en la actualidad?

Recién termine, luego de muchos años, mi segunda novela y estoy trabajando en dos libros. El primero, ya muy avanzado, casi listo: La muchacha del verano ensayos y artificios. Un artificio puede ser, según yo: un ensayo contado como si fuera un cuento o bien, un cuento escrito como si fuera un ensayo.

El segundo: El hombre que amó a Matilde Urbach, es un ensayo narrativo sobre Jorge Luis Borges, un ensayo sobre cómo incidió su vida amorosa en su forma de ver y ejercer la literatura.

Además, atendiendo la muy generosa invitación que me hicieron mis editores en Colombia, el Grupo Editorial Ibáñez, me encuentro dirigiendo una colección de libros que ya empezó a circular en Bogotá. Se trata de una colección de clásicos bastante heterodoxa en la que convivirán lo mismo los griegos los románticos, los grandes autores del siglo de oro y algunos de los mal llamados clásicos menores. Se trata de hacer una colección ligera, que invite a adentrarse en el fascinante e inagotable mundo de los clásicos, a partir de obras breves que despierten el interés del lector.