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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Sístole y diástole en el Corazón de Cristo

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 01/07/2019

alcalorpolitico.com

Ante tanta maldad, crueldad y violencia en un arrebato de ira e impotencia gritamos al cielo: ¿dónde está Dios?, ¿por qué no actúa?, ¿por qué nos ha dejado solos? No son preguntas filosóficas sino reclamos que se expresan al borde de las lágrimas y la desesperación. Sabemos que históricamente el escándalo y el dolor que provoca el mal han sido la piedra angular de muchos ateísmos.

No son preguntas exclusivas de los creyentes sino también de los no creyentes que inconsciente e instintivamente plantean preguntas de esta naturaleza cuando son alcanzados por el sufrimiento. También en el peligro se les escapa entre los labios: ¡Dios mío!, o, ¡Ave María!

A Dios se le acusa de no hacer nada y se le reclama que nos ha dejado solos, pero antes de que el Señor responda, las mismas preguntas que planteamos centran la problemática y nos hacen reconocer que lo hemos dejado solo, que hemos decidido vivir al margen de Dios y expulsarlo de nuestra vida social y de nuestras instituciones.



Los cristianos también hemos sufrido y gritado estas mismas preguntas que finalmente son respondidas. No podría señalar por ahora todas las respuestas de Dios, pero quisiera destacar que el Sagrado Corazón de Jesús es la espiritualidad de nuestros tiempos. Porque en este ambiente de odio, maldad, violencia y descomposición social, Dios responde desde el amor puro, incondicional y misericordioso.

La espiritualidad y las devociones del Sagrado Corazón de Jesús, del Corazón Inmaculado de María, del Amor Misericordioso y de la Divina Misericordia, entre otras, proceden de una misma fuente que insiste y profundiza en el Amor incondicional que Dios nos sigue ofreciendo. Dios no se desentiende de su creación, tampoco se desdice ni se retracta de su amor por la humanidad.

Quisiera señalar dos características de esta espiritualidad. En primer lugar, es una espiritualidad de reparación. Hemos ofendido tanto a Dios, por lo que necesitamos reparar su Sagrado Corazón que es constantemente despreciado e ignorado. Tenemos que orar por los que hacen el mal y pedir perdón por los que no piden perdón.



En segundo lugar, Dios responde al drama del odio, la soledad, la violencia y la falta de amor con una especial manifestación de amor. Por la falta de amor muchas personas están sufriendo sumidas en la soledad, desesperanza y frustración. Y la falta de amor también provoca que el hombre endurezca su corazón y se cierre al bien, a la fraternidad y a la convivencia social. El regreso al amor y experimentarse amados, especialmente los que vienen del pecado, la soledad, el odio y las injusticias, les devolverá su dignidad.

No hemos terminado de valorar e impulsar esta espiritualidad quizá porque buscamos resultados inmediatos, porque nos cuesta mucho ofrecernos por el bien de los demás y porque nos gustan más las cosas sofisticadas, incluso en la vida de fe.

La idea de reparación -y la estructura de algunas devociones- nos puede parecer anticuada, monótona, cansada, empalagosa e intrascendente. Lo de hoy son las experiencias innovadoras, las espiritualidades vistosas, la sofisticación de la fe. Cuenta mucho sentirse bien, verse bien, lograr experiencias gratificantes y sumergirse en emociones que estimulan de manera sensorial.



Hay muchas ofertas de estas espiritualidades light; hay un mundo religioso cada vez más penetrante en las ofertas del esoterismo y la Nueva Era. Y también dentro de la Iglesia se pueden fomentar estas tendencias. Se deja de frecuentar el Santísimo, a la Virgen María y los sacramentos y se adoptan formas sofisticadas. Se busca más a los ángeles que a Jesucristo, más el yoga que el sagrario, más las técnicas novedosas que el camino lento y sacrificado de la cruz.

He reflexionado mucho en lo que ahora voy a decir, pero considero que el diablo no nos tienta únicamente para alejarnos de Dios sino para acercarnos a Él pero de forma equivocada, de tal manera que justifiquemos ser muy religiosos, pero no girar en torno a Dios.

La respuesta de Dios sigue siendo su misericordia simbolizada por el Sagrado Corazón de Jesús que fomenta el amor donde el mal ha extendido su dominio y ofrece el amor donde se ha crecido sin él, donde se ha padecido la falta de amor.



Se trata de una espiritualidad que no banaliza la fe, como en las espiritualidades modernas. El P. Gonzalo Fernández, misionero claretiano, explica el amor del Sagrado Corazón de esta forma particular:

El corazón de Cristo es como la válvula que hace circular el amor por nuestro mundo. Como todo corazón, el suyo tiene: Un movimiento de sístole. El corazón de Cristo concentra, absorbe, todo el desamor y el sufrimiento que existen en nuestra tierra. Es un corazón compasivo, que hace suya la contaminación que emponzoña la aceptación de nosotros mismos, las relaciones humanas, la construcción de otro mundo posible. Los evangelios dibujan a un Jesús que se acerca a cualquier persona necesitada, sin poner barreras de ningún tipo.

Un movimiento de diástole por el que pone en circulación el amor de Dios por todas las arterias de los seres humanos. Los Santos Padres han visto en “el agua y la sangre” que brotan del costado de Cristo una alusión simbólica a los sacramentos (bautismo y eucaristía), como expresiones de ese amor de Dios a toda la humanidad, un amor que nos descontamina (bautismo) y que nos nutre (eucaristía)”.



El Sagrado Corazón de Jesús nos sana y nos recrea desde el amor, especialmente a los que están heridos de amor.