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Sección: V?a Correo Electr?nico

Tecnología amable

Manuel Mart?nez Morales 16/02/2012

alcalorpolitico.com

Conozco a una linda mujer quien está a punto de cumplir los noventa años de edad. Es una mujer a la que quiero mucho pues, desde que la conocí, siempre he sido bien recibido en su casa donde –además de manifestarme su afecto– me prodiga toda clase de atenciones. En cierta época, cuando estaba en posesión plena de su capacidad física, se tomaba toda clase de molestias para que yo estuviera cómodo en su casa. Recuerdo el tiempo en que salía muy temprano de casa para caminar hasta un establo cercano a comprar leche bronca, la cual después hervía para el consumo casero y de la que recuperaba una vasija de natas frescas. En esa misma salida seguía su ruta hasta el mercado de Xochimilco donde compraba unas fabulosas tortillas, tamaño “caguama”, hechas a mano. Todo para que el huésped –o sea, su servidor– disfrutara, en el desayuno, de las deliciosas tortillas con nata acompañadas de un plato de frijoles y un aromático café de olla. Siempre apurando a sus hijas para que no faltara ninguna atención al invitado.

Aunque también debo mencionar las veces que me aconsejaba, en tono firme, abandonar ciertas conductas inapropiadas en las que yo en ocasiones incurría. Lo cual –aún cuando no siempre atendí sus advertencias– he agradecido, pues ha sido una muestra más de su afecto por mí.

Hace más de veinte años, esta pródiga mujer se vio afectada por una embolia cuyas secuelas restaron agilidad y coordinación a sus movimientos, así como cierta dificultad para articular sus palabras. Ello no obstante, se mantiene activa y conserva una lucidez y una memoria extraordinaria, tanto así que recuerda cosas que yo había olvidado y es capaz de discutir coherente y vivazmente sobre la situación política presente, nacional e internacional. Pues hay que mencionar que es una ávida lectora de periódicos y revistas con información política, así como gran aficionada a la literatura, destacando entre sus autores favoritos José Saramago y Elena Poniatowska. Desde hace algunos años se le dificulta leer y en ocasiones tiene que emplear una lupa para hacerlo. También, como actividad terapéutica, pasa varias horas al día resolviendo acertijos numéricos y crucigramas. Cada semana pide que le compren, junto con el periódico, la revista “Sopa de Letras” que contiene acertijos como los que le gusta resolver.

Esta señora no es muy afecta a la tecnología: siempre se ha resistido a viajar en avión y se niega a poseer un teléfono celular. A pesar de que su sentido del oído también se encuentra afectado, no quiere emplear la prótesis auditiva de la que dispone.

Por eso me ha sorprendido que, recientemente, al observar el uso que sus nietos hacen de los dispositivos llamados “iPads” decidió pedir que le compraran uno de éstos, sobre todo porque se dio cuenta que para su manejo basta con tocar la pantalla en ciertos puntos y que además puede leer en éste libros y periódicos –y resolver por ese medio los acertijos de la Sopa de Letras– pudiendo ella misma seleccionar, con toques de los dedos en la pantalla, el tamaño y tipo de letra que mejor le acomoden.

Al conocer su deseo, varios de sus nietos cooperaron y adquirieron la “iPad” para obsequiársela. Hace unos días se la entregaron, ya configurada con los programas necesarios instalados, incluso con facebook a su disposición. El día de la entrega, esta digna señora se alegró aún más cuando le mostraron cómo podía comunicarse en tiempo real con familiares y conocidos con quienes podía charlar directamente y además ver sus rostros en el momento. Participé en este ejercicio y me fue sumamente grato intervenir en la charla y contemplar la alegría que inundaba el rostro de quien, para que lo sepan, es mi suegra.

Esta experiencia me ha hecho reflexionar nuevamente en las contradicciones que envuelve la tecnología, su desarrollo y aplicaciones, pues así como existen numerosos ejemplos de la terrible destrucción y devastación que pueden producir ciertos artefactos y procesos tecnológicos, existen los que podemos llamar usos amables de la tecnología que pueden hacer la vida más llevadera y feliz para muchos de nosotros, como en el caso que hoy relato.

¿De qué depende que la tecnología sea una amenaza para la vida, o bien que se oriente hacia su uso amable?

Tal vez no tenemos una respuesta definitiva a la pregunta, pero me atrevo a concluir que requerimos una forma de organizarnos socialmente regida por un sistema de valores distinto al que hoy se encuentra vigente, en la cual prevalezcan valores que promuevan la dignidad humana por encima de los criterios mercantiles.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.