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Sección: V?a Correo Electr?nico

Desde Zimpizahua

Teocelo; abundancia en riqueza natural

Joaqu?n Alc?ntara Hern?ndez 03/06/2013

alcalorpolitico.com

Antes de abordar el tema de esta semana, sin tener nada personal en contra de nadie, es imposible hacer el papel de sordos o ciegos ante el revuelo, pero sobre todo tremenda decepción en la sociedad coatepecana, que ha causado la grabación telefónica donde salen a relucir las actividades ocultas del PANISMO coatepecano. Claro qué, como en todo, la excepción reza: “Hay quienes están, y no son; y quiénes son y no están”. Lo cierto es que algún día teníamos que enterarnos de los manejos nada claros de ese equipo que hoy ostenta el poder. Así no señores. Porque independientemente de sus negocios oscuros que ahora son del dominio público, está muy resiente el escándalo en que el ejército mexicano sorprendió a la policía de Coatepec distribuyendo droga; ¡No me chinguen!, este hecho es sencillamente aberrante, fue difundido a nivel nacional; o sea, ¿En manos de quienes estaba la seguridad de nuestros hijos, nietos y de nosotros mismos como coatepecanos? ¡No se vale! Surgen preguntas obligadas ¿Por qué será que varias personas repiten y vuelven a repetir en cargos públicos como si no hubiera gente capaz en Coatepec?, ¿Por qué será que repiten los mismos?... ¿por qué?, pero lo más cabrón, ¿Qué fin se persigue al escoger a un candidato incondicional de su mismo equipo para seguir gobernando a Coatepec?... con todo respeto señores, la historia es muy precisa y nos señala que en toda relación humana cuando la confianza se pierde, jamás las cosas vuelven a ser igual. Menos mal que hoy tenemos varias alternativas para escoger, pero usted, inteligente lector tiene la última palabra.

Bien, hoy retomo algunos conceptos que escribió mi hijo Joaquín sobre Teocelo y sus alrededores, dice que es un apacible remanso donde su abuelo, el Mayor de Caballería del primer ejército constitucionalista don Joaquín Alcántara Tolentino solía pasar para ir a su rancho donde departía con familiares y amigos y que, siendo niño, desde entonces admira a esa bendita tierra del ‘Dios Tigre’. Ese rancho hoy lo cuida él, y al lado de Arianne y su pequeño hijo el: ‘Ay, ay, ay’ pasan por Teocelo saboreando sus inigualables nieves. Se embelesan con los miradores de Santa Rosa y Llano Grande, bajando a “las juntas” con un tarro de zarzaparrilla o degustando vinos de frutas. Tienen en su mente la anécdota del día que su hoy esposa se ‘despidió’ de la barranca de Matlacobalt pensando que no volvería a verla sin imaginarse que el destino tenía otro plan para ella; hoy la disfruta a placer admirando los acantilados, las hayas y sus nidos colgantes sobre el río.

Paseo extraordinario es visitar el rancho Bambucel, en Cetlalpan, de los buenos amigos Jorge y Elías Fuentes, como legítima gente de campo, al alba empiezan su día ordeñando sus generosas vacas, hombres de a caballo, el sombrero y las botas para ellos no son adorno. No se disfrazan como muchos mequetrefes de cuidad que se visten de vaqueros. ¡No señores!, ellos son auténticos. A un costado del parque de Teocelo usted puede degustar sus nutritivos y saludables productos. Le recomiendo el yogur de chabacano, mmmm… Allá en su rancho caminar bajo el túnel de bambú es una experiencia extraordinaria. Don Antonio Fuentes, su padre, fue entrañable amigo de mi abuelo y ellos heredaron lo más valioso, el amor al trabajo. Hoy, bajo el manto protector de doña Leobi, su atenta y platicadora mamá, comparten el fruto de su esfuerzo. Las vacas dan leche con la que elaboran quesos y yogurt, pero el suero del queso complementa la dieta de cerdos y becerros, el estiércol de éstos fertiliza los potreros y la milpa, el maíz se emplea para hacer ricas tortillas y para alimentar gallinas que ponen los famosos huevos de rancho. Aparte, el olote también se lo comen las vacas. Y así sucesivamente creando empleos, desarrollando economía y manteniendo el entorno con total respeto y amor a la madre naturaleza; es el círculo virtuoso de la sustentabilidad. O sea, dónde hay orden y disciplina, rara vez falta la buena fortuna. Mi padre quien escribe esta columna, hablo hace 8 días de ellos pero se quedó corto. Tienen un negocio redondo, ejemplar y, lo más importante, de gran armonía familiar.



Durante las fiestas patronales del Santo Entierro, en enero, y la Virgen de La Asunción, en agosto, hemos presenciado en la plaza del pueblo eventos artísticos, y en la parroquia bellísimos conciertos de las Orquestas Sinfónica Juvenil de Veracruz y Sinfónica de Xalapa, allí saludamos a don Manuel Escobar y su esposa Antonieta, ellos hace tiempo escogieron Teocelo para vivir su futuro. También, por invitación de la señora Isabel, esposa del visionario y gran alcalde Téczon Vicon, (hoy candidato a la Diputación por el Distrito de Coatepec) disfrutamos la rienda a la alta escuela de los finos caballos de conocida empresa vitivinícola.

Como verán, Teocelo se vive de muchas maneras, quienes celebran sus fiestas patronales con el respeto y exaltación que merecen, no requieren de ninguna vaquillada para disfrutarlas. Hace años me tocó ver ese deprimente espectáculo, débiles vaquillas enfrentando una turba de borrachos que las golpeaban y pateaban, les jalaban la cola, más que azuzarlas las torturaban, los espantados animales se movían de un lado a otro, con los cascos y nariz sangrantes, más no para embestir a nadie, sino buscando un hueco por dónde escapar del encierro. Detrás de las barreras algunos aplaudían tal crueldad. Luego, los ‘valientes’ borrachos buscaban pelea con todo mundo, orinando y vomitando a media calle. Espectáculo grosero para los visitantes. Como cobarde y soez actitud de quienes están a favor de tan ruines escenas propias de épocas cavernícolas.

Y lo peor, ese evento es una vil copia de la “xiqueñada”, que a su vez es copia de la “huamantlada”, misma que es burda copia de la pamplonada. Señores, si van a copiar, ocupen su mente al hacerlo, copien buenas tradiciones. Copien, por ejemplo, el concurso de listones que celebran en Santiago Tuxtla, donde los jinetes sobre sus caballos deben ensartar con vara en mano, a toda velocidad, diminutos aros colgados de una cuerda, mientras a los lados el público emocionado aplaude sus destrezas. Sillas de montar, reatas, sombreros y fungir como acompañantes de las reinas de las fiestas son los premios para los ganadores ¡Esa es una digna y mexicana tradición!



Si son tan valientes quienes defienden las vaquilladas, deberían ir a algún potrero y allí, donde el animal no resbala; de tú a tú, bestia contra bestia, bruto contra bruto; enfrentar al animal. Como lo hiciera mi primo Claudio, defeño, aficionado a los toros, en el rancho de mi abuelo, tomó un sarape rojo a manera de capote y sin alcohol ni enervantes de por medio se plantó frente al becerro más temido por los vaqueros, “¡si ves que me está revolcando me lo quitas de encima!”, gritó. El becerro al percatarse del reto, sin recibir puyazos ni banderillas, agachó la cabeza, retrocedió no por temor sino para embestir, con sus patas delanteras golpeó con fuerza la tierra, bufaba, dos o tres embestidas y los cuernos a centímetros de piel fueron suficientes; mi primo de tez morena estaba blanco, sació su sed de adrenalina y el animal, sin maltrato alguno, continuó pastando. Quizás a los que abogan por las vaquilladas, haya que llevarlos a la planta recicladora de Teocelo para que los transformen en personas sensatas, falta que las lombrices los quieran comer.

Hasta ahí lo que piensa y escribe mi hijo Joaquín, otro de mis hijos de quienes me siento legítimamente orgulloso, igual que usted de sus hijos. (Veo que habrá buen relevo con la pluma). Teocelo, pues, es digno de progreso en todos los aspectos. Que bien que ya oficialmente existe una ley contra esa crueldad hacia nuestros hermanos menores, los animales. Esa ley la logró precisamente la comuna Teocelence presidida por Teczon. ¡Viva México señores! Ajuuuaaaaaaa…