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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Tú brindas, Señor, tus amorosos brazos como albergue para mi alma errante

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 18/01/2021

alcalorpolitico.com

Sin necesidad de proponérselo, de repente brotan preguntas que elevamos al cielo. No tiene uno el propósito, no es que en este caso vayamos planeando las cosas. Pero así es la vida; nos llega una preocupación, un dolor o una angustia y eso repercute también a nivel espiritual. De tal manera que cuando nos damos cuenta ya le estamos planteando a Dios una serie de preguntas.

Regularmente así nos vemos frente a la adversidad, planteándole preguntas al Señor. Se podría decir que así hemos vivido esta pandemia: haciendo preguntas a Dios. Dependiendo del dolor y la situación que estemos enfrentando estas preguntas van subiendo de tono.

El mal que vemos a nuestro alrededor nos ha agarrado mal parados; el mal que llega a afectarnos de muchas maneras, provoca también una serie de escándalos.



Así nos vemos en este tiempo, planteándole preguntas al Señor. Es muy duro cuando muere un niño, y uno le pregunta a Dios por qué pasan estas cosas; es muy duro cuando muere un joven, cuando muere una persona llena de vida y de muchas promesas, y uno le pregunta a Dios por qué pasan estas cosas; y también es muy duro cuando se enfrenta la muerte de gente buena. Eso nos escandaliza y uno le puede decir a Dios, por qué los malos siguen aquí, por qué la gente perversa parece que tiene más vida, y en cambio la gente buena se nos va.

Así nos vemos en este tiempo, planteándole preguntas al Señor que son del todo sinceras y necesarias, preguntas que le hacen mucho bien a nuestra alma porque a través de ellas queremos que Dios nos ayude a deshacer ese nudo y a destrabar toda la confusión que esas situaciones van dejando en nuestra alma.

Pero ya saben ustedes que el tentador aprovecha todo y de manera muy sutil intenta confundirnos y desanimarnos con estas preguntas. Cuando hace uno estas preguntas hay que tener mucho cuidado para que el tentador no utilice esa situación de indefensión espiritual para confundirnos más y alejarnos de Dios.



Muchas de nuestras preguntas no son insolentes, pueden ser fuertes, pero no insolentes. Sin embargo, puede ser que haya preguntas que rebasan los términos, como los fariseos que se sienten con mucho derecho, que piensan que ya conocen todo y le exigen a Jesús una respuesta. Así nos vemos nosotros, especialmente cuando caemos atrapados en los engaños del enemigo.

Los maestros espirituales nos hacen ver que si uno plantea preguntas sinceras a Dios, porque hay mucho dolor en el alma, debe ser uno muy cuidadoso porque en situaciones así viene el tentador y nos mete ideas negativas de Dios. Es como si de manera muy sutil se acercara para decirnos: “mira, Dios no te quiere”; “mira cómo Dios te está castigando”; “mira cómo Dios no te hace caso”; “mira cómo se está vengando de tus errores pasados”. Trampas como estas que hacen mucho daño a nuestra alma y que terminan por alejarnos de Dios.

Las preguntas son para que se acerque uno más a Dios y confiemos que hay una respuesta; las preguntas no son para que rompa uno con Dios, no son para pretender dar clases a Dios de cómo debe ser Dios, de cómo tiene que hacer las cosas en mi vida. Con esa insolencia los fariseos encaran a Jesucristo sintiéndose perfectos y conocedores de todo.



Todos los días enfrentamos situaciones que generan preguntas; nos estamos viendo sometidos a pruebas muy duras con amigos y familiares contagiados, así como enfrentando la muerte de seres queridos, además de toda la incertidumbre que se vive por la crisis económica. Nos vemos cuestionados en la fe ante estas situaciones.

Por eso, le pedimos a Dios que ante la situación crítica que estamos pasando sepamos esperar una respuesta. Nunca debemos romper con Dios, por muy difíciles que sean las preguntas que dejan las situaciones críticas que estamos viviendo.

El Señor nos iluminará y responderá a nuestros cuestionamientos. Y la respuesta de Dios no es una palabra inteligente sino una presencia que anima el alma, que mete luz en nuestra mente, que nos hace sentirnos amados por nuestro Padre del cielo.



Que Dios nos ayude a no caer en la trampa del enemigo; que las preguntas que presentamos nunca nos hagan desconfiar de Dios ni nos lleven a darle la espalda. Y que las respuestas de Dios ante preguntas dolorosas lleguen a despejar el panorama sombrío que estamos enfrentando.

Sólo en Dios podemos encontrar la paz, como dice San Gerardo Mayela: "¿Quién excepto Dios puede darte la paz? ¿Ha sido el mundo alguna vez capaz de satisfacer el corazón?"

Cuando nos falten las palabras digamos esta oración de Madre Angélica: "Dios mío, Tú eres mi ancla en el mar tormentoso, mi serenidad en las noches borrascosas, mi esperanza cuando todo falla. Tu Espíritu es el escudo que me protege y cuando las flechas de mi egoísmo me traspasan, Tú brindas tus amorosos brazos como albergue para mi alma errante".