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Sección: V?a Correo Electr?nico

Mutatis mutandis

El espejo y la maestra

Rafael Arias Hern?ndez 06/03/2013

alcalorpolitico.com

Se acabaron las virtudes y ahora se descubre que tenía y poseía todos los defectos, vicios y errores.

Ante el espejo y a la vista de todos, aparece el monstruo lleno de fallas y anormalidades, que antes no se veían, ni advertían.

Pero, ¿en el espejo esa es la única imagen y la más importante?

Acaso esto, permite y facilita ver con claridad la magnitud y complejidad de los problemas y la identificación de los responsables de atenderlos y resolverlos.

O por el contrario, fomenta la enajenación y la distracción al llamar la atención a una pequeña parte, de uno de los múltiples e importantes padecimientos (pobreza, hambre, delincuencia, etc.), que han llevado a los diversos ámbitos de gobierno y al mismo Estado mexicano a ser considerado, en varias de sus partes, como Estado debilitado o fallando.

Vuelta a la cotidianidad, unas noticias desplazan a otras. Viejos y conocidos actos dramáticos se repiten. Lealtades y fidelidades juradas, se esfuman o ausentan.

En un abrir y cerrar de ojos, paso completo, de la excelencia a la delincuencia. De verdugo a sacrificado.

La tragicomedia siempre presente. Historias repetidas, experiencias vividas.

Ante el drama personal y el crecimiento de los grandes problemas nacionales. ¿Qué hacer, aplaudir o reclamar?

Acto hasta hoy aislado, con dedicatoria y destino personalizado, que se deforma ante la exageración y la pérdida de memoria; que notoriamente, olvida y encubre a otros participantes, cómplices y aliados circunstanciales que, sin duda, resultaron y resultan todavía beneficiados. Casos y más casos, similares o parecidos a los gubernamentales que se repiten, al amparo de la complicidad e impunidad.

Y lo que es más preocupante, si no hay intocables, tanto en éste como en otros asuntos, no es recomendable dejar intactas, estructuras, funciones, controles y sistemas gubernamentales. Desatender es tanto como reconocer y alentar la corrupción y la impunidad. Cambio obligado, requerido y aclamado.

En este contexto. Tampoco es aconsejable detenerse en la superficialidad y la simulación, para exponer y arriesgar todo un esfuerzo nacional, contenido en una reforma constitucional de la máxima cobertura y alcances, para atender y resolver un problema educativo, caro y de limitados alcances, que impide liberar potencialidades, desplegar capacidades y aprovechar oportunidades.

Es más, el planteamiento de la reforma educativa, con su pronunciamiento esencial en torno a la evaluación del trabajo docente y a la permanencia en el trabajo ligada a dicha evaluación fue visto, por propios y extraños, como una amenaza a los derechos laborales de los trabajadores y, desde luego, al poder político sindical. Se puede estar a favor o en contra de esta apreciación, pero sin duda, hay que considerar, que muchos de sus seguidores así lo creen y están en movilización.

De ahí que hay que insistir en señalar que es oportuno, tener presente lo importante que es apoyar y alentar, la concreción y puesta en práctica, de la anunciada política anticorrupción, ya que demasiados aspectos de estructura, forma y funcionamiento gubernamental siguen atrapados en la ineficiencia, el disimulo, la complicidad, la delincuencia y la impunidad.

Muchos de ellos escondidos y protegidos por las conocidas o sofisticadas prácticas de la simulación.

En fin, la lección ahí está, para el que quiera oír y aprender.

Por lo pronto se esfumaron amigos, incondicionales seguidores y los siempre dispuestos colaboradores hasta la ignominia. Ya no más coros y legiones de beneficiarios y aduladores; de políticos acomodaticios, oportunistas y carentes de valores y principios; de refinados académicos e intelectuales mercenarios de todas las ciencias, humanidades y artes; de periodistas, comentaristas y medios de comunicación, ampliamente conocidos por elaborar, manipular y distorsionar sus exagerados halagos, lisonjas o simples lambisconerías contratadas y muy bien pagadas. Se acabó la nómina y el presupuesto. Se cerró una mina personal, una ventanilla institucional y sus valiosas atribuciones.

No más uso y abuso de una representación pública que amplia y descaradamente permite favorecerse y favorecer a colaboradores y amigos; e incluso, en éste como en muchos casos, ostensible y abiertamente a familiares directos, hijos y yernos. No más privilegios y favores. No más lujos y gastos excesivos con cargo o a cuenta de recursos públicos o de otros.

¿Qué más se puede ver y apreciar en el espejo?

Que entretenidos en el espectáculo.

Animados por la creencia de la atención a la reiterada queja; por la aparente consecución, de justicia; o el posible cumplimiento de diversos deseos y aspiraciones, de fundados reclamos, algunos repetida y largamente expresados, generación tras generación.

Extasiados por el poder de distracción del acto de sacrificio, no nos damos cuenta de lo que realmente es y persigue el recurrente y obligado pasatiempo de descargar todos los horrores y errores a una persona y a unos cuantos de sus más cercanos colaboradores.

Es tiempo de verificar en dónde están los principios y valores, la moral y la ética gubernamental.

Oportuno también, el verse ante el espejo para comprobar la efectividad, origen, consecuencias y alcances de lo que se hace.

Ante el espejo y con un poco de memoria y mucho de responsabilidad social, se comprobará que hay temor fundado de que se convierta, sólo es un acto repetido, historia conocida pero no aprendida.

Rápidamente transformado en el primitivo espectáculo masivo de ajusticiamiento, ajuste de cuentas. Panal y circo; sangría y entretenimiento.

Tiempo también de no olvidar que, ahora y siempre, sólo saldremos adelante si fortalecemos el Estado de Derecho, en los hechos y no sólo en los discursos.

Empezando por la garantía irrestricta de los derechos humanos; y también por cumplir y hacer cumplir, sin distingos y excepciones, la ley para erradicar la delincuencia gubernamental.

En todo caso, la presunción de inocencia; la realización de un juicio imparcial y justo; el respeto a la integridad física y mental, son entre otros, derechos que hay que garantizar y respetar.

Hay que tener presente lo inocultable. La voz que no se va a silenciar. Hace apenas unos dos años, Enrique Peña Nieto, escribía y aseguraba que: “Es inadmisible que México esté a la deriva, sumergido en la violencia y el deterioro económico…En estos años un Estado disfuncional nos ha arrastrado por una pendiente al ser incapaz de crear las condiciones mínimas de seguridad pública, crecimiento económico, empleo digno, educación y seguridad social de calidad…” (México la gran esperanza. 2011)

Problemas y delitos, responsables y delincuentes están señalados e identificados.

El reto ahora debe enfrentarse y el compromiso social asumirse plenamente. El desafío es inocultable e inevitable. La promoción, conducción y consolidación de los cambios, a todos los niveles.

De dentro, de lo lejano y lo cercano, esa voz se hace rumor, para transformarse en grito y coro, que de muchas formas se repite, que cada vez más y más está presente: “México tiene hambre y sed de justicia”.

TODOS SOMOS REPORTEROS.

La realidad es otra, está cambiando constantemente. Imposible ocultar lo conocido y notorio. Las nuevas tecnologías informáticas y de comunicación están transformándolo todo, incluyendo la política, el gobierno y la participación social. También está surgiendo una nueva cultura que hace de todos, periodistas en potencia.

Renovados y nuevos, sustituyen a los tradicionales y limitados, medios noticiosos y de información.

Cambio tecnológico y cultural que no se detiene.

Transformación de nuestro tiempo, amplia y vertiginosa, de alcances y consecuencias todavía algunas desconocidas.

Enseñanza que repite, lo inútil y costoso que es sostener lo que ha perdido credibilidad y confianza. Auditorio y lectores.

Ahí están los problemas presentes, crecientes e inocultables.

El humeante espejo que lo refleja todo… y de todos.