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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

¿Águila o gallina?

José Manuel Velasco Toro 19/09/2024

alcalorpolitico.com

Leonardo Boff, filósofo, educador, gran pensador y desde la trinchera intelectual promotor de la liberación de la libertad cautiva en Latinoamérica, refiere una fascinante fábula contada por James Aggrey, intelectual y misionero nacido en la actual Ghana y que narró a los líderes populares que discutían las vías para liberar su nación del colonialismo británico, allá en los años treinta del siglo XX, independencia que logró en 1950.

La historia es bella, ilustrativa y, como buena fábula, tan actual que invita a reflexionar sobre nuestra consciencia y experiencia de la trascendencia humana que radica en la libertad, en plena época de violencia y desgarramiento del tejido social.

Pongamos atención: Erase una vez un campesino que consiguió capturar una cría de águila la cual, al regresar a su casa, la puso en el gallinero junto con las gallinas. Comía maíz y la ración propia de las gallinas, aunque el águila fuera la reina de todas las aves. Después de cinco años llegó por su casa un naturalista y cuando paseo por el jardín dijo: ¡ese pájaro no es una gallina! Es un águila”. Cierto, dijo el campesino. Es un águila. Pero yo la críe como gallina y se transformó en gallina. No, insistió el naturalista. Es y siempre será un águila, pues tiene corazón de águila que algún día la hará volar. No, no, se volvió gallina, insistió el campesino. Entonces, decidieron hacer una prueba.



El naturalista tomó el águila y la levantó bien alto y le dijo: vuela. Ya que de hecho eres un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, extiende tus alas y vuela. El águila que estaba en el brazo del naturalista, distraída volteó hacia todos lados, vio a las gallinas y saltó con ellas. El campesino comentó: ¡ya le dije, se convirtió en gallina! No, insistió el naturalista. Es un águila, vamos a probar de nuevo mañana.

Al día siguiente, el naturalista subió al techo de la casa con el águila. Le susurró: Águila, ya que eres un águila, abre tus alas y vuela. Pero cuando el águila vio abajo a las gallinas picoteando el suelo, saltó y se fue con ellas. El campesino sonrió y volvió a decir: ¡Se convirtió en gallina! No, replicó el naturalista, el águila poseerá siempre corazón de águila. Vamos a intentarlo una vez más. Mañana la haré volar. Al día siguiente, naturalista y campesino se levantaron muy temprano. Agarraron al águila y la llevaron a lo alto de la montaña.

El sol naciente doraba los picos de las montañas y, entonces, el naturalista levantó el águila y le ordenó: ¡Águila, ya que eres un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela! El naturalista la orientó hacia el sol para que sus ojos se llenaran de la claridad solar y de la vastedad del horizonte. En ese momento, abrió sus potentes alas, graznó con el típico kau-kau de las águilas y se irguió, soberana, sobre sí misma, y comenzó a volar hacia lo alto, a volar cada vez más alto, y más y más, hasta confundirse con el azul firmamento.



Usted, yo, los seres humanos somos águilas, pero cuando el sistema nos moldea para ser gallinas, nos comportamos como gallinas, siempre viendo hacia abajo, encerrados en el mundito en el que nos movemos contentándonos con los “granos” que nos arrojan a los pies. Sobre todo, en este tiempo de la era digital en el que hundimos nuestra mirada en una pantalla para alimentar nuestro cerebro con futilezas que en nada nutre nuestro intelecto.

Sin embargo, somos águilas que, desde la niñez, debemos aprender a volar como águilas para poder trascender en la vida dentro de una dimensión libertaria que gira entre el ser libre o el ser sometido. La metáfora del campesino representa el sistema de poder convergente y alienador que utiliza la escolarización y la propaganda para mantener quieta la mente subsumida en la ignorancia. La del naturalista al rebelde divergente que siempre está tras el ideal libertario, del educador que agita la inquietud intelectual e ilumina la curiosidad.

El simbolismo de la gallina representa la enajenación que nos hace mediocres. La mirada al suelo que impide el pensar reflexivo y el encierro que cercena la capacidad creativa al subsumirnos en la plana cotidianeidad unidimensional. Observen, comparen, analicen, saquen sus propias conclusiones y pregúntense ¿Somos gallinas o somos águilas? La gallina está siempre pegada al suelo que es su centro, el águila trasciende el centro para estar siempre en proyección más allá de la experiencia como ser histórico. La luz del sol que penetra la pupila del águila es luz de verdad libertaria que nos eleva como seres humanos de apertura que sabemos, aprendemos y creamos dimensiones que nos impulsan a ir más allá de límites y barreras, de controles y sometimientos, de enajenaciones pervertidas y sumisiones ideológicas.



Somos, los humanos, seres libertarios que siempre encontramos cómo avanzar y cómo trascender superando obstáculos para crear nuevas y mejores condiciones para la vida en sociedad. Pueden pasar años, tal vez décadas en las que estemos encerrados en el gallinero siendo águilas, pero siempre existirá el momento del cambio, de la bifurcación que permite el ingreso de la luz de la inteligencia que despierta la consciencia y proporciona la energía para desplegar las alas y remontar el vuelo hacia la trascendencia de la utopía que la vuelve real. La naturaleza de todo ser humano, de ayer, de hoy y de mañana es y seguirá siendo siempre la esencia de la libertad.

Pese a que hay retrocesos denigrantes de lo humano, controles burocráticos esclavizantes, tendencias autoritarias, egoísmos esbozados tras liderazgos engañosos, lo humano como proyecto libertario, nos enseña la historia, siempre encuentra la coyuntura para el salto, el cambio, la transformación y la trascendencia hacia una nueva fase en el futuro histórico, sobre todo porque la única constante en el cosmos es el cambio.

Lo que el naturalista nos dice es que no debemos dejar que nos sometan a la vulgaridad, que nos suman, cual corderos, en la ecuación del control autoritario y del arreo al conformismo porque el resultado es la mediocridad. El vuelo del águila que se eleva hacia el infinito azul muestra la grandeza de nuestra consciencia, la inquietud innata por trascender hacia el futuro y en las alternativas creativas que revelan caminos, senderos, atajos hacia la paz, libertad, equidad y al ejercicio social democrático. La persistencia del naturalista es razón crítica que invita superar intereses ideológicos de grupos y aprender a confrontarnos a la verdad de la realidad. Así que, como toda fábula tiene su moraleja, seguro usted habrá de reflexionar.