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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

¿Dónde quedó la Agenda 2030?

José Manuel Velasco Toro 09/07/2020

alcalorpolitico.com

Diversas eran las acciones de continuidad proyectadas a realizar durante el año 2020 y subsecuentes. Labores y perspectivas que, a nivel mundial, estaban relacionadas con los objetivos que se establecieron en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (Agenda 2030). Todo un proyecto de reorientación conductual para la vida planetaria que fue aprobado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 25 de septiembre de 2015 y que firmaron 193 países, entre ellos México. La resolución dice claramente: “Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”. La consigna fue: “no deje a nadie atrás”. Para lograr los múltiples objetivos, los países que suscribieron el compromiso planetario debían (y ahora más que nunca deben) impulsar acciones articuladas en tres nodos proyectivos: 1) Igualdad entre las personas; 2) Proteger el planeta; 3) Asegurar la prosperidad social. En la estrategia de la ONU, los cambios sustantivos se deben impulsar mediante 17 acciones programáticas efectivas que están pensadas para incitar cambios reales, a corto y mediano plazo, en el orden estructural, económico, político y social; pero, sobre todo, de articulación cultural para crear un proyecto planetario de futuro y propiciar su reproducción generacional.

Cada país, en el orden de sus posibilidades e independencia, asumió la responsabilidad planetaria para incorporar en sus Planes de Desarrollo objetivos, metas y acciones programáticas orientadas a reducir la pobreza extrema; caminar hacia la seguridad alimentaria incentivando la agricultura sustentable; universalizar los sistemas de salud para una vida sana; impulsar una educación inclusiva que garantice el desarrollo de las habilidades intelectuales transversales para el aprendizaje a lo largo de la vida; garantizar el derecho en los hechos a la Igualdad y poner freno a la violencia de género; realizar acciones que garanticen un manejo sostenible del agua; estimular la generación de energía limpia para todas las personas; promover el crecimiento económico sustentable con inclusión social; girar hacia el impulso de una industria que no agote los recursos naturales y fomente la innovación; reducir la desigualdad entre países al regular los mercados financieros; inculcar acciones para lograr ciudades sustentables y asentamientos humanos inclusivos; propiciar modalidades de consumo y producción tolerables; llevar a cabo medidas articuladas para reducir los afectos del cambio climático; aprovechamiento sustentable de los océanos y recursos marinos; ser contundentes en la recuperación de bosques y selvas para detener la degradación de las tierras y perdida de la biodiversidad; alentar sociedades pacíficas con justicia para todos y niveles institucionales eficaces que rindan cuentas; acciones que se integran en una décima séptima: revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.

La Agenda 2030 es todo un proyecto mundial para dar persistencia a la vida humana. Una utopía planetaria que es urgente para la continuidad de la civilización planetaria. Grandes objetivos con metas programáticas claras que cada país debe implementar con el fin de sumar esfuerzos y lograr el cambio con sentido para la vida. La premisa esencial es inducir a la permuta de la conducta humana depredadora por otra constructiva en la que prive el pacto con la Naturaleza para poder garantizar la continuidad de la civilización en este nuestro único hogar: la Tierra. Pues, como el mismo Carlos Marx expuso, si el individuo cambia su relación con la comunidad, inevitablemente cambia a la comunidad. Pero para que ese cambio ocurra a favor de una consciencia planetaria que respete a la Tierra y aliente la civilización humana en libertad, tiene que ser profundamente cultural y educativo. Tiene que labrar una visión del mundo en equilibrio con la naturaleza para cultivar la proporción en la justicia social, impulsar al espíritu humano de manera pensante mediante la cultura y la educación, promover una sociedad actuante en la democracia para la paz y crear un nuevo proyecto que en lo futuro nos identifique como ciudadanía planetaria con sentido prospectivo. Ilusiones, tal vez sí, pero legítimas si queremos sobrevivir libremente como humanidad.



Pero claro, nunca faltan intereses económicos y políticos con afanes controladores de fuerte tufo egoísta que tratan de bloquear esas Ilusiones que lentamente logran concreción en el plano de la realidad. Intereses de arcaica factura que emanan del compulsivo impulso por el poder político-económico y el afán de control social mediante la utilización coercitiva del trabajo sometido a la inequitativa distribución de su producto, la explotación extractiva de los recursos naturales y la depredación del medio ambiente; obsesiones fuertemente impregnadas de injusticia, humillación y devastación en todo sentido. Ahí están, por ejemplo, las corporaciones “petrosaurias” que se consideran dueñas de la fuente de energía; las compañías farmacéuticas que buscan el absoluto control de la salud violentando el derecho universal a la misma; los intereses mercantiles que pretenden la hegemonía alimentaria y en nombre de ella devastan bosques, selvas y secan fuentes de agua; la explotación minera que no cesa de destruir, sin razón, el entorno natural; las compañías pesqueras que llevan a cabo el saqueo de mares hasta poner en el peligro el equilibrio de la ecología marina. Como también están los políticos con vocación de “tiranosaurio”, esos pequeños espíritus sumergidos en quimeras ideologizadas de poder absoluto; los raptores del medio ambiente que destruyen bosques y selvas con afán de lucro; los negacionistas de la verdad y de la ciencia que pregonan la “docta ignorancia” de la creencia mágica o idealización de la interpretación de la experiencia, así como quien actúa de forma destructiva en su relación con la comunidad.

Ante tal negación urge retomar, reflexionar y reorientar los principios prospectivos para la vida planetaria y la civilización humana contenidos en la Agenda 2030. El desenlace nodal de los hechos derivados de la emergencia del COVID-19, la epidemia que en treinta días se convirtió en pandemia global, lo demuestra con contundencia. Ahí están los datos de la realidad que interconectan los nexos de una complejidad que se trasforma con acelerada prontitud y muestra las profundas contradicciones de un sistema inequitativo, del poder político que se inclina peligrosamente hacia actitudes totalitarias y de una sistemática destrucción de los recursos que permiten las condiciones óptimas para la vida humana en la Tierra. Pero, sobre todo, ahí está de muestra la irresponsable conducta humana que, ante la primera insinuación del fin de una cuarentena preventiva, vuelve a su dinámica consumista, contaminadora, vulgar y depredadora. La paradoja es que las contradicciones económicas que propician el desequilibrio social, fueron acentuadas por un factor biológico que puso al descubierto la descarnada realidad de un sistema inequitativo en lo económico, injusto en lo social, decadente en lo político, precario en su educación y nocivo del medio ambiente. El tremendo “cambio biológico” nos coloca frente a una puerta de oportunidad para replantear nuestra visión del mundo como humanidad. Y si bien han surgido muchísimas voces en tal sentido, la “docta ignorancia” deja sentir su contraproducente peso. De nosotros depende si sabremos abrir la puerta para cruzar su umbral y crear acciones orientadas hacia la consecución de un nuevo equilibrio civilizatorio con la naturaleza, transitar hacia un cambio en el que la libertad, la igualdad y la justicia social sea la tónica que rija la razón pública para alcanzar el ideal de Martín Luther King, aprender “el sencillo arte de vivir como hermanos”.