Me pregunté cuántas hidroeléctricas hay en México y la respuesta que encontré en la página del Gobierno de México me sorprendió, pues los datos que en ella se presentan corresponden a la gestión ejecutiva federal anterior a la actual, es decir, no han sido actualizados. Hecha esta aclaración, procedo a dar los datos oficiales que encontré en una búsqueda rápida. Hay 731 centrales hidroeléctricas distribuidas en 16 estados de la República, las cuales generan 12,642 megavatios (MW).
De ese total, 86 son grandes centrales y el resto pequeñas plantas generadoras de energía eléctrica. El dato me atrapó por el número de centrales existentes, pero más me sorprendió conocer que toda esa infraestructura construida a lo largo de varias décadas sólo genera, en su conjunto, el 10.6% de la energía total para servicio público; es decir, para abastecer las necesidades de energía a los crecientes entornos urbanos y requerimientos agropecuarios e industriales.
De ese conjunto de centrales hidroeléctricas, las que destacan por su generación son 14 presas: Chicoasén, Malpaso, Infiernillo, El Novillo, Huites, Aguamilpa, El Cajón, Zimapán, Necaxa, La Villita, Caracol, Temascal, Peñitas y Angostura. Luego me pregunté dónde están ubicadas el conjunto de centrales hidroeléctricas y encontré que las más grandes están en tres entidades: tres en Chiapas, una en Michoacán y una en Nayarit.
Esta ubicación me condujo a buscar la distribución de las principales centrales en la superficie de la República y la información que encontré me muestra veintiún centrales que son las principales distribuidas en las siguientes regiones: siete están en el noroeste de México, entre los estados de Sinaloa y Sonora; dos en el norte central que corresponde a Durango y Chihuahua; cinco en el noreste que comprende las entidades de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas; en occidente hay tres, Nayarit y Jalisco; en el sur dos, Guerrero; en el sureste seis, Oaxaca y Chiapas y dos en la región central de México, Hidalgo y Puebla. Y la diversidad de centrales menores en la región central y Occidente.
A simple vista podríamos decir que las centrales hidroeléctricas cubren una buena porción del territorio mexicano, sin embargo, ya no entré a ubicarlas por cada una de las cuencas hídricas porque la pregunta que me saltó al ver su distribución fue ¿cuántas de estas centrales se encuentran en las zonas que están teniendo problemas de sequía? Así que busqué esa información y encontré esto.
En abril de 2021, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) reportó que tres cuartas partes del territorio mexicano padecía de falta de lluvia, por lo que la mitad del territorio estaba bajo situación de sequía extrema, afectando las regiones del sur, centro y norte del país. En marzo del año que transcurre, la situación es más grave, pues las regiones del noroeste, occidente, noreste, sur y norte del Golfo de México, presentan condiciones de sequía anormal a sequía severa, siendo los estados más afectados: Aguascalientes, Baja California Sur, Coahuila, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Veracruz y Zacatecas, entidades varias en las que están algunas de las centrales hidroeléctricas más importantes que no sólo abastecen de energía eléctrica a la red nacional, sino también de agua para consumo humano, riego agrícola y actividad industrial.
Las cuencas hídricas están afectadas por la sequía que se pronostica severa para este año 2022, pronóstico que será de al menos seis meses, lo cual, como ya ocurre en Nuevo León, sus tres presas se encuentran por debajo del nivel medio de su capacidad de almacenamiento, lo que afecta el abasto de agua a las zonas metropolitanas, agrícolas e industrial, con las consecuencias derivadas: malestar social que puede desembocar en conflictos, reducción de cultivos y disminución de la actividad industrial, con consecuencias económicas graves.
Ante esta situación me pregunto ¿qué tan viable es apostar a las centrales hidroeléctricas para generar la energía eléctrica que requiere el país? Primero porque los eventos de sequía prolongada parecen más recurrentes como consecuencia del cambio climático que ya nos afecta, lo cual impactará de manera negativa los niveles de almacenamiento de agua. Segundo, porque la actual capacidad de las centrales sólo representa el 10.6% de la energía eléctrica que se produce. Tercero, porque al menos seis de las principales centrales se encuentran en entidades con amplio potencial de generación de energía eléctrica solar en el noroeste, centro norte y noreste de México.
Y entonces me pregunté ¿cuál es la distribución actual de instalaciones de energía solar? Me encontré con un hecho contrastante: México tiene capacidad de aprovechamiento solar superior a Alemania donde es de 1.1 kilovatio hora por metro cuadrado (Kwh/m2) y China con 4.5 Kwh/m2, frente a las condiciones favorables en nuestro país que es 5.5 Kwh/m2. Es decir, tenemos una superficie con potencial energético solar desaprovechado, pues nuestra producción de energía solar es de 0.23% comparada con países como Alemania (48%) o Dinamarca (55%).
Por otra parte, me topé con un dato importante: los empleos generados por energía solar son superior a los empleos generados por hidroeléctricas en más del doble. Si consideramos que en México hay enormes extensiones desérticas que sin riego no son aptas para la agricultura, pero que sí son utilizables para instalar paneles solares, entonces se podrían transformar en zonas productivas al ser generadoras de energía eléctrica, empleos, actividad mercantil e ingresos por renta a propietarios de la tierra, sin mencionar el potencial eólico para, también, generar energía eléctrica.
En cambio, las centrales hidroeléctricas requieren de fuertes inversiones para modernizar turbinas hidráulicas y transformadores que permitan incrementar la capacidad creadora, la cual sería afectada si disminuye la captación de agua, pues la energía hidroeléctrica es resultado del volumen de masa de agua que llega a un nivel de altura con respecto a un punto de caída al ser vertida. Si ese nivel de altura se ve comprometido porque la presa no recibe los suficientes escurrimientos provenientes del cauce del río como consecuencia de sequía prolongada, entonces el volumen de agua vertida disminuye afectando la generación eléctrica.
Si bien es cierto que las centrales hidroeléctricas no emiten dióxido de carbono (CO2), uno de los gases de efecto invernadero causal, entre muchas otras causas, del cambio climático, construir nuevas presas con fines hidroeléctricos requiere de una enorme inversión a largo plazo, a lo que se suma el impacto negativo ecológico al inundar superficie vegetal y de cultivos, destrucción del entorno e impacto en la población que habite en la zona inundable la cual tiene que ser reubicada, como ocurrió en Oaxaca cuando se construyó la central hidroeléctrica de Temazcal desplazando a 22 mil mazatecos en la década de 1950 y la presa Cerro de Oro que desplazó a 26 mil chinantecos durante los años ochenta del siglo XX.
Generar energía eléctrica es fundamental para el desarrollo, pues es un factor esencial en la producción, por lo que es responsabilidad diseñar una estrategia nacional sensata con miras a corto y largo plazo que no esté anclada a dislates ideológicos, sino a una visión compleja que entrecruce cuidado del medio ambiente, innovación tecnológica más limpia y beneficio social. ¿Será posible?