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Sección: Estado de Veracruz

¡Nos ahogamos en basura!

Jorge Salazar García 21/12/2020

alcalorpolitico.com

Las señales son claras: el capitalismo salvaje nos está conduciendo aceleradamente hacia inminentes catástrofes. El inescrupuloso sistema de producción y el desenfrenado consumismo son las puntas del iceberg de la contaminación. Los medios de comunicación digital, escritos y audiovisuales, adoctrinan a los jóvenes repitiéndoles incesantemente que esa forma de producir y consumir son los únicos capaces de proporcionarles felicidad. Así convirtieron las ciudades en polos de atracción de los campesinos, quienes al mismo tiempo de abandonar sus pueblos también lo hicieron con su cosmogonía.

Ahora, mientras los causantes de esta tragedia viven en islas o paraísos privados, lejos de las ciudades, la mayoría de la población debe hacerlo hacinada en medio de la mierda y la BASURA. Respiramos millones de partículas de sustancias (heces de animales y de nosotros mismos) contenidas en la basura depositada en espacios públicos por la gente. En Xalapa, el subdirector de Gestión Integral de Residuos Sólidos, Juan Contreras Bautista, nos informa que diariamente 73 barrenderos se encargan de recoger los residuos dejados en las calles por los transeúntes pero lamentablemente duran limpias apenas unas horas.

Algo peor está sucediendo en las carreteras. Cada vez es más común ver a la vera del camino bolsas, envases, envolturas, pañales y mil cosas arrojadas desde las ventanillas de los autos para cuya remediación no alcanza ningún presupuesto. Tal conducta, evidentemente, contribuye con el desastre ecológico que amenaza a nuestro planeta. Esos deshechos, botados con absoluta indiferencia, con el tiempo se acumulan en las cunetas bloqueando drenajes y salidas naturales de las corrientes pluviales. Las consecuencias, además de afear el paisaje, son las inundaciones, deslaves, erosión, contaminación del aire, agua y suelos de cultivo.



¿Cómo llegamos a esto?

Allá por los 70 (antes del abominable modelo de mercado), generaban más residuos quienes tenían mayor poder adquisitivo y aun así la cantidad era mínima comparada, por ejemplo, con el kilogramo diario generado por persona en la ciudad de Xalapa. Los compradores llevaba sus morrales y recipientes para sus alimentos y bebidas. El pan, galletas, dulces, azúcar y granos se vendían envueltos en papel. Los pocos residuos generados se reciclaban: la madera, en leña o tablas; los botes de lata, en recipientes o macetas; la tela, papel y cartón, en combustible, limpiadores o para otros usos; los desperdicios de alimentos, en comida para animales o abono.

El cambió llegó con el nylon, los empaques de unicel, bolsas de plástico y miles de artículos elaborados con materiales no reciclables. El capitalista conquistó la joya de la corona con la llamada “obsolescencia programada” al elaborar intencionalmente artículos con una vida útil corta para convertirse en desechables al primer fallo.



Yendo más atrás, antes de la invasión española, se sabe existieron comunidades libres de ¡BASURA! debido a que sus habitantes consideraban que la Tierra era un ser vivo y SAGRADO. No obstante que el conquistador “castigó (esa) adoración de la naturaleza considerándola pecado de idolatría, los pueblos originarios conservaron ese respeto hasta el siglo pasado.

Una muestra de ello es la carta del jefe indio Seattle dirigida al presidente de E.U.A: “Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.[1]De esta cosmovisión ecológica se deduce lo siguiente: arrojar basura en las calles es como lanzar escupitajos hacia arriba. Es una acción autodestructiva.

¿Por qué la gente tira basura en las carreteras?



Para dar una breve respuesta recurrimos al experimento realizado en la Universidad de Stanford por el profesor Philip Zimbardo (1969), convertido en la Teoría del Síndrome de las Ventanas Rotas por James Wilson y George Kelling.

Ese experimento de psicología social consistió en dejar dos coches en buenas condiciones abandonados en barrios de clase social distinta. El auto abandonado en el barrio pobre en poco tiempo fue destrozado y desmantelado, mientras el otro, el de la zona rica, se mantuvo intacto.

Parecía evidente la conclusión; sin embargo, a los investigadores se les ocurrió romper un vidrio del coche abandonado en la zona rica y sucedió exactamente lo mismo que en el pobre: el auto fue vandalizado con igual virulencia. ¿Por qué? Dejo aquí la respuesta textual de los investigadores: “El vidrio roto transmite una idea de dejadez y desinterés que, poco a poco, destruye códigos de convivencia y civismo. Con cada nuevo ataque aumenta de forma exponencial la propia idea de dejadez. La no reparación inmediata de un daño emite un mensaje a la sociedad: la impunidad se permite. Si no se transmite el mensaje de respeto y cuidado hacia lo que tenemos y dejamos que el deterioro, el abandono o la resignación ganen la partida, entonces el desorden, el daño, el incivismo, el abuso o toda forma de infamia y degradación tenderán a propagarse rápidamente”.



Dicho síndrome es aplicable a nuestro asunto. Ver más y más basura tirada en las carreteras flexibiliza los códigos sociales de convivencia hasta el grado de dejarnos apáticos ante el deterioro. Nada bueno puede esperarse si los conductores y pasajeros sólo piensan en su confort cuando se deshacen de su basura considerando deber de otros recogerla.

Actualmente, al menos en Veracruz, casi no hay carretera que luzca sin basura. Por eso es urgente implementar campañas de concientización y aplicar la ley respectiva[2]. Si no se combate la impunidad de ese crimen, el respeto por el medio ambiente y los demás se diluirá aceleradamente y sin remedio.

[1] Carta del Jefe Seattle enviada en 1855 al presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce que ofrecía comprar sus tierras.