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Sección: Vía Correo Electrónico

¿Puede evitarse el miedo a la muerte?

Jorge Salazar García 19/09/2022

alcalorpolitico.com


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“La raíz del mal (…) no es la naturaleza animal del hombre, sino nuestra necesidad de ganar autoestima y negar nuestra mortalidad…” (Ernest Becker)





Conocido es aquel cuento persa cuyo personaje central es la muerte. Este relato versa sobre el criado de un rico mercader de Bagdad, el cual, muy de mañana, al estar de compras en el mercado vio a la Muerte hacerle una señal. Aterrado regresó a la casa de su amo, a quién le dijo: -Amo, déjame usar tu caballo más veloz. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad, en la ciudad remota de Ispahán. Extrañado, el mercader le preguntó: Pero ¿por qué quieres huir? –Porque he visto a la Muerte y me ha hecho una seña de amenaza-. Le contestó el criado. Su amo, compadecido de él, le prestó el caballo. El mozo, de inmediato, partió de Bagdad pensando estar por la noche en Ispahán. Por la tarde, el mercader fue al mercado y también vio a la Muerte. Se le acercó y le preguntó: -¿Por qué has hecho un gesto de amenaza a mi criado?-. Desconcertada, la parca le contestó:- ¿Un gesto de amenaza? No, no ha sido un gesto de amenaza sino de asombro. Pues me sorprendió ver a tu criado aquí, tan lejos de Ispahán, dónde hoy en la noche debo llevármelo.

La moraleja principal derivada del relato es que no se puede huir de la muerte, finalmente ésta nos alcanzará ya que morir parece ser la única certeza que el humano posee. ¿Qué hizo al sirviente huir de Bagdad si, como todos, sabía que su fin era inevitable?

La respuesta es simple: el miedo. Tal vez la pregunta debiera ser si esta sensación es natural o no y, sobre todo, si es evitable. Al respecto, científicos, filósofos y teólogos han elaborado teorías que explican, desde su perspectiva, el origen del miedo a morir. Básicamente los primeros dicen que es natural porque proviene del instinto de sobrevivencia. Los segundos lo adjudican a la consciencia y los terceros a la divinidad. Afortunadamente, los más recientes estudios sobre las emociones, la neuropsicología y la física cuántica han confirmado que, de algún modo la materia, la mente y la consciencia son formas de energía y que no “mueren” sino únicamente cambian de estado. Consecuentemente, la muerte y la vida simplemente son estados naturales de transición naturales.



¿Pueden evitarse el miedo?

No, ni es recomendable hacerlo pues es un mecanismo de defensa activado para proteger nuestra integridad corporal. Lo que sí debiera hacerse es capacitarse para controlarlo o evitar nos paralice o nos vuelva temerarios aumentado el riesgo de perder lo que se pretende proteger: la vida. Por supuesto, entrenarse implica tantos esfuerzos como niveles de desarrollo personal existen. El conocimiento del cuerpo, cultura y de nosotros mismos son determinantes en la actitud que asumimos ante nuestra mortalidad. El psicólogo Viktor Frankl, creador de la logoterapia, plantea que una postura resignada pero activa y racional del hombre, amenazado por factores reales o no, depende de su “voluntad de sentido”. Sabe que la muerte puede ocurrir en cualquier momento pero no permite que ese pensamiento lo angustie o inhabilite para vivir el presente. De esa manera, aún en las peores condiciones, siempre quedan maravillas a nuestro alrededor susceptibles de ser aprovechadas. La fuente de dicha voluntad puede encontrarse en la conciencia y debe emanar de un propósito existencial no egoísta. De lo contrario, si el deseo de vivir se funda en apegos materiales (dinero y cosas) o narcisistas (poder y fama) entonces el miedo a morir conducirá a las personas a negar la muerte enfrascándose en el vano afán por combatirla. La infelicidad, el sufrimiento y la enfermedad son seguras consecuencias de lo anterior, pero lo peor es el daño que ocasionan a otros en su intento de ser eternos.

Existe literatura en la cual se plantean técnicas para manejar los apegos y “aprender” a disminuir la angustia existencial o hacerla manejable. Son accesibles a todos, pues el más pobre de los mortales puede ser tan feliz como infeliz puede serlo el que lo tiene todo. Si bien, como se dijo antes, el organismo activa autónomamente mecanismos de defensa, su presencia no debe prevalecer más allá de la emergencia. Esto no significa descuidarse ante un potencial peligro sino no caer en exageraciones que demeriten la salud física y psicológica.



Vivimos una sociedad de mercado, la educación, el espectáculo, los medios de información imponen una visión hedonista del mundo donde lo más importante es el individuo; su juventud, belleza y éxito, le dicen, deben ser su prioridad existencial. De ese modo manipulan nuestros temores, inducen el miedo a envejecer, la muerte y al “fracaso”. Los negocios más rentables están relacionados con las armas, los cosméticos y fármacos porque proporcionan “seguridad”, felicidad instantánea y refuerzan artificialmente la autoestima alejando así o eliminando de la mente el miedo.

Pocos se dan cuenta a tiempo de que están agregando sufrimiento y adelantando el fin propio y de otros, actuando como el capitalismo les pregona. Un caso relativamente reciente (2011) servirá de ejemplo de lo anterior. Steve Job, fundador de Apple, después de lograr, siendo joven aún, fama y fortuna. A pesar del inmenso poder no pudo evitar le diera cáncer y lo peor del caso es que a pesar de disponer de los mejores médicos, equipo e instalaciones hospitalarias la metástasis se presentó siendo desahuciado. Al saberlo escribió una carta, de la cual se extrajo el texto siguiente:

“En este momento, acostado en la cama del hospital y recordando toda mi vida, me doy cuenta de que todos los elogios y las riquezas de los que yo estaba tan orgulloso, se han convertido en algo insignificante ante la muerte inminente. Sólo ahora entiendo que (…) tenemos que perseguir otros objetivos que no están relacionados con la riqueza. No dejar de perseguir la riqueza, sólo puede convertir a una persona en un ser retorcido. Sea cual fuere la etapa de la vida en la que estamos en este momento, al final vamos a tener que enfrentar el día cuando la cortina caerá. Atesore amor para su familia, amor por su esposo o esposa, amor por sus amigos…Trátense bien y ocúpense del prójimo”.



En el próximo artículo se incluirán reglas para evitar o disminuir el miedo a la muerte, técnicas para bien morir y recomendaciones para el bien vivir, todas ellas tomadas de las siguientes obras: Una gran aventura: la Muerte (1934) de Alice A. Bailey, La Negación de la Muerte (1973) de Ernest Becker, El Tao de la Física (1975) de Fritjof Capra y Ante el vacío existencial, de Viktor Frankl, entre otros.