Buscando antecedentes de los gérmenes de la Inteligencia Artificial (IA), recordé que en el libro de Walter Isaacson,
Los Innovadores. La historia de los genios que crearon internet (2015), había leído sobre Ada Byron (1815-1852), hija única del poeta inglés Lord Byron. Ella tomó el apellido de su esposo, el Conde de Lovelace, para llamarse Augusta Ada de Lovelace. Como su padre, Ada poseyó un profundo amor por la poesía, pero también por las matemáticas y la mecánica. Ambas pasiones, el saber humanista y el saber matemático, estimularon su imaginación en plena época en que la ciencia empezó a caracterizar a la Revolución Industrial y la mecánica era parte fundamental en la imaginación innovadora.
Ambiente de efusiva creatividad científica y tecnológica en la que Ada se preguntó “¿Qué es la imaginación? Y como poeta a la vez de científica, se contestó: “Es la facultad de combinación. Aúna cosas, hechos, ideas y concepciones en combinaciones nuevas, originales, infinitas, en constante variación”, todo lo cual “penetra en los mundos invisibles que nos rodean, los mundos de la ciencia”. En 1842, el científico y matemático inglés Charles Babbage (1791-1871) colaboró con Luigi Menabrea para escribir un artículo donde se describe el funcionamiento de la máquina diferencial de Babbage que era una calculadora mecánica en la que no había intervención humana para su funcionamiento.
Ada conoció ese trabajo cuando le pidieron que lo tradujera del francés al inglés para ser publicado en la revista
Scientific Memoirs. Petición que le alegró pues ella mantuvo una intensa comunicación con Babbage por carta, misivas a través de las cuales dialogaron y trataron diversos planteamientos matemáticos, posibles soluciones de expresión simbólica y observaciones de mecánica. Quiso el destino que, al traducir el artículo, Ada le escribiera a Babbage para hacerle una serie de comentarios sobre el diseño de la máquina diferencial que fueron de orden matemático, simbólico y mecánico, por lo que Babbage sugirió que los incluyera como notas en la publicación las cuales aparecen como “Notas de la traductora” firmadas con las iniciales A. A. L. (Augusta Ada Lovelace). En ellas planteó cuatro conceptos que han sido fundamentales para el desarrollo de la informática y el nacimiento de la computación en el siglo XX, razón por la cual las “Notas de la traductora” se hicieron más famosas que el artículo de Menabrea y Babbage.
El primer concepto es el de “máquina universal” que también llamó “máquina analítica” cuya cualidad es ser programada y reprogramada para llevar a cabo tareas predeterminadas con el objetivo, señaló Ada, de “desarrollar y fabular cualquier función posible”. Ada lo explicó así: “Al permitir a un mecanismo combinar símbolos generales, en sucesiones de variedad y alcance ilimitados, se establece un vínculo de unión entre las operaciones de la materia y los procesos mentales abstractos”.
Hoy lo conocemos como computación que consiste en el procesamiento de datos, ordenamientos matemáticos, realización de algoritmos, todo para realizar actividades como resolución de problemas. El segundo concepto va más allá de las matemáticas y los números y refiere a la “operación computacional”. De nuevo, basándonos en la biografía de Isaacson, Ada lo explicó así: “[…] por operación entendemos cualquier proceso que altere la relación entre dos o más cosas”, por lo que una operación computacional podía alterar la relación entre números y símbolos cuya lógica los relacionara.
Esta conclusión se convirtió en concepto fundamental de lo digital, pues Ada intuyó científicamente que cualquier dato o información podía ser expresado digitalmente y operado por una máquina. Y ahí está, la manipulación computacional de texto, imagen, música, video, sonidos, símbolos y no sólo números, son parte esencial de nuestro mundo digital. Todo lo anterior le condujo a su tercera aportación que refiere al funcionamiento de lo que hoy se llama “programa” o “algoritmo informático” que consiste en el conjunto de instrucciones ordenadas para procesar datos e información, cuyo objetivo es resolver un problema o realizar una tarea, algo que hoy en día realizamos cotidianamente, como lo es el uso de un motor de búsqueda o elaborar mapas o esquemas mentales con fines didácticos, por ejemplo.
Por esta aportación, Ada ha sido reconocida como la “primera programadora informática del mundo”. El cuarto concepto que tributó, y que en ese momento fue considerado más metafísico que científico, es la pregunta que se hizo en torno a la posibilidad de que las máquinas pudieran pensar en forma artificial, lo que hoy llamamos IA. Ada pensó que no se podría porque, escribió, la “máquina analítica no tiene en absoluto pretensión alguna de originar nada […]. Puede desarrollar análisis, pero no tiene capacidad alguna de anticipar cualesquiera relaciones o verdades analíticas”. Claro que en ese momento no se tenía el profundo conocimiento de las operaciones sinápticas de nuestro cerebro cuyo saber actual es lo que ha permitido crear los sistema de aprendizaje profundo utilizados por la IA, como son los algoritmos de aprendizaje no supervisado que utiliza, por ejemplo, Netflix, Spotify, YouTube, Amazon, Temu y otras plataformas para determinar, con base en el análisis de los datos recabados, nuestros perfiles y preferencias que son utilizados para incitar nuestra curiosidad o necesidad de consumo, en cierto sentido.
Como tampoco se pudo imaginar el avance tecnocientífico que podía lograrse en materia de sensores que pueden emular sistemas de sentidos como el óptico, auditivo, calórico, lumínico, mediante los cuales se procesa información que es enviada a un “cerebro” para actuar en consecuencia, como lo son los sensores de luz automática, el internet de las cosas, los sensores de humedad o calor, etcétera. Ya vivimos en la era digital. Más adelantada en los países que le han apostado con todo a su desarrollo por lo cual ahora tienen control mundial y están en competencia profunda, menos, mucho menos en los países que, como México, poco han apostado en este rubro por lo que constituyen un conjunto de países dependientes de la tecnociencia avanzada en lo digital, robótica e IA.
Somos consumidores, no creadores y esa situación nos sume más en la marginalidad cognitiva y en la pobreza intelectual.
Pero retornando a Ada de Lovelace, ella, cual sensible poeta, vio la belleza de combinar números y símbolos que dieron origen a la programación, y cual matemática consumada creo bases teóricas que son antecedente de los actuales ordenadores. Concluyo con estas palabras de Ada que tienen vigencia cuando emerge algo nuevo en todo proceso de innovación: “a la hora de considerar cualquier tema nuevo, existe con frecuencia la tendencia, en primer lugar, a sobreestimar lo que consideramos que ya resulta interesante o notable, y en segundo lugar, por una especie de reacción natural, a infravalorar el verdadero estado del caso”. Ada fue innovadora en la aplicación informática que, décadas después, permitió desarrollar los principios de la programación digital de la que hoy gozamos.