Siempre me dijo que era Supermán, que por eso no podía pasarle nada. Se lo creí. Por eso me sorprendió la llamada de una amiga para avisarme que la casera de Hugo Luis Celis Ochoa Correa había encontrado el cadáver. Al extrañarse que pasaron tres días y no lo veía. Finalmente optó por entrar a su recámara para encontrarse con el cadáver del amigo.
Desde que lo conocí era un chico fashion, incluso antes que este término se acuñara en las revistas de modas. Siempre vestido a lo último, a la vanguardia, a pesar de su delgada figura, esta cual imán jalaba la mirada de todo mundo por su forma de vestir. Punto importante de su atuendo era su cabello. Era un mago con el tinte, cabello lacio, rubio obscuro, pero con infinidad de rayos que le daban luminosidad a su cabellera.
En la prepa Juárez fue la sensación con sus tenis en blanco, calcetines rojos igual que su corbata y el blazer azul marino sobre la camisa blanca, en algodón, of course. Pionero de vestimenta así cuando nadie osaba portar tenis con saco y corbata.
Su paso por la facultad de economía no fue menos trascendente. Y no tanto por su participación como estudiantes. Su presencia en las fiestas estudiantiles era necesaria para presumir que había sido una espléndida pachanga. Si él no asistía… mmm, entonces, no era reunión para comentar.
Sin duda, el más popular de su generación. Por supuesto que Xalapa le quedó corta. Viajó al sur para convertirse en dictador de la moda en Villahermosa, Tabasco. Gerente de la tienda más chic de los ochentas: Caribeños. Toda la sociedad choca tenía que ver con él… y con sus excesos, que se convirtieron en auténtica leyenda urbana. Y el restaurante Capitán Beuló, uno de sus sitios más frecuentados. Usual verlo sentado en la mesa junto a la escalera. La gente llegaba mirando ahí, buscando su saludo.
El retorno a Xalapa no fue tan exitoso. Pero al fin y al cabo, hombre talentoso, incursionó como reportero cultural en varios medios locales como Marcha, Gráfico de Xalapa, entre otros. Escribió con destreza, se supo ganar a los hacedores de la cultura, artistas plásticos.
Sus amigos más cercanos estábamos al tanto de sus andanzas, el último fin de semana comió en casa de una entrañable amiga de ambos. El domingo quedó de pasar a cocinar a mi casa, pero me mando un mensaje a las 11 de la mañana del domingo para avisar que apenas llegaba a su casa, que posponía la comida. Eso fue lo último que él me escribió: “Chato, vengo llegando apenas a casa, después te marco para ponernos de acuerdo y comer”.
Bohemio de corazón, vivió con intensidad que muchos envidiaban y, por supuesto, comentaban. Le llegó su hora. Solo queda decir que si, se adelantó… como siempre.
Salud Hugo Luis… donde quiera que estés.